Boleros y baladas de Palmerín a Juan
Gabriel; joven, la mayoría del público
Aunque llovió, nadie huyó del Zócalo
en la bohemia de Cuevas, Manzanero y José José
Es el mejor regalo que el gobierno local puede hacer
a su gente, expresa el yucateco
ARTURO CRUZ BARCENAS
Carlos Cuevas, Armando Manzanero y José José,
en ese orden, se presentaron la tarde-noche del pasado sábado en
el Zócalo capitalino, en un evento organizado por la Secretaría
de Cultura de la Ciudad de México. El primero es el más joven
y ha explotado laboralmente los temas del cancionero popular; los otros
dos tienen una obra hecha y están más allá del bien
y del mal. Cuevas lució afable y mostró las tablas acumuladas
en veladas tipo cantabar; Manzanero estaba feliz y en una hora de canto
volvió a mostrar su talento; José cumplió, triunfó,
pues no tenía de otra; si fracasaba ahí, en la histórica
plancha, hubiera sido el fin.
Entre varios conatos de lluvia, a las seis de la tarde
subió Carlos Cuevas al escenario. Las cuarentonas y cincuentonas
canciones románticas de Los Panchos y otras del infaltable Juan
Gabriel se escucharon y calentaron el ambiente. "¿Conocen las de
Juan Gabriel- ¿Cómo las compone- En el aire, ¿verdad?"
Y los primeros aplausos se escuchaban entre ese público heterogéneo
en edades y gustos musicales, pero ese día reunido en torno a la
frase delicada, al verso introspectivo, el ritmo cadencioso, de Juanga
a Palmerín.
Cuevas
recurrió a los lugares comunes de los cantabares. A las asociaciones
de lo sentimental con el futbol, al quién canta más alto.
"Me voy a echar dos minutos de agudos, y si no lo hago me chiflan." Obviamente
no lo consiguió, pero pidió aplausos, pues el esfuerzo se
hizo. Ese fue el tono de su humor. Se fue entre ovaciones. Corrían
las siete de la noche. En plancha de concreto, en medio de carritos de
venta de tamales, tortas de jamón de dudoso color pálido;
tacos de bistec o chuleta, varias parejas se besaron al oír a Cuevas.
Si rubor, sin tomar en cuenta que los miraban burlonamente.
El amor es un sentimiento que aísla. Sólo
existe el otro. En entrevista, al acabar su presentación, Cuevas
expuso: "Se ve que el romanticismo todavía cala, pesa. ¿Cuántos
no hemos nacido gracias a un bolero? Si corremos a otros géneros,
pero a la hora de hacer el amor nos vamos al bolero. Aquí se notó.
Sí impone esta plaza, pues es el centro político. Pero somos
profesionales. ¿Pan y circo? No, eso se puede hacer en toda la República.
Si una autoridad nos invita a cantar, pues encantados de la vida. Venimos
completamente gratis. Claro, los músicos tienen que comer y viven
al día. Yo trabajo mucho porque cobro poquito". Su próximo
disco será el bueno, con siete temas inéditos de Armando
Manzanero, a quien Cuevas define como el último baluarte del romanticismo,
de México para el mundo.
"Es un sabio, una persona generosa, un gran mexicano.
Nos ha dado mucho y no se le puede dejar de considerar un genio de la música.
José José es nuestro príncipe; creo que es el artista
más querido de México, el más escuchado y con más
éxitos. La gente lo quiere por ser José José, no como
ande de la voz; siempre se levanta. De ahí partimos, desde él."
"Eso es revitalizante"
Un largo aplauso se escuchó y cortó las
entrevistas. El maestro Manzanero iba al encuentro con el público.
Eran las 19:23 y las notas de Somos novios hizo a los esposos que
siguen siendo novios apretarse de las manos y besarse. Lo notó Armando.
"Esta canción es para ustedes." Una brisa pegó en el rostro
de los asistentes. El cielo estaba encapotado. No llovió y la gente
no corrió.
La cadena de éxitos se fue eslabonando: No sé
tú... Una broma: "Soy yucateco, de Yucatán, donde todo
el año hace frío, pero con el calor no se siente (el frío)".
Voy a apagar la luz, No, el tema de ausencias que ya no duelen,
que nadie cantara mejor que Carlos Lico. Cae una leve lluvia, se abren
los paraguas. Sube el trío Los Juglares. "No importa que llueva;
me esperaré". "Las serenatas con lluvias son bellas", dijo. En los
balcones y las ventanas de los edificios que rodean al Zócalo, varios
afortunados escuchaban su serenata.
Nadie lo quería dejar ir, pero su tiempo se cumplió:
una hora, igual que Cuevas. Una nube de reporteros lo abordó. "Es
un privilegio estar con esta gente, que muchas veces no puede tener acceso
a sitios donde se cobra cierta cantidad de dinero. Este es el mejor regalo
que el Gobierno del Distrito Federal puede hacer a su gente." Estaba emocionado
y respiraba agitado. "Nos vemos, maestro, cuídese." "Lo bueno -expresó
antes de entrar a su camerino- fue que no llovió. Fue hermoso cuando
la gente sacó sus paraguas. Otro detalle importante: aquí,
60 por ciento es gente joven. Eso es revitalizante."
El trono de El Príncipe
Llegó El Príncipe y fue exigido a
responder preguntas. Pidió a los seguridad: "¡Todos de una
vez!" "Por fin estoy en el Zócalo. Estuve una vez, pero en la Alameda
Central; eso fue en marzo de 1970", recordó. Entre sus amigos se
consabe que tiene una memoria de elefante. Cita detalles que a la mayoría
escapa, y que se van al paso de los años. Lleva varios años
trabajando en Bohemia, show y discos de un espectáculo que aún
va para largo. "Con Carlitos (Cuevas)... lo estimo; ha sido una persona
sumamente cariñosa conmigo."
-¿Aún
lo pone nervioso presentarse en estos lugares?
-Decía Frank Sinatra que el día que no le
diera la mariposa en el estómago, el miedo o la impresión,
que ese día se iba a retirar. Eso digo yo; lo refrendo. ¿Mi
salud? Ahí la llevo, me estoy atendiendo mi pulmón. Estoy
estudiando si me opero una hernia.
El escenario es el trono de El Príncipe José
José, a quien algunos reciben con gritos de "¡Rey, rey!" Para
muchos es un ídolo. Cada quien pide alguna que le recuerda algo.
O tú o yo, Me vas a echar de menos... Va de un lado
a otro y saluda a quienes lo escuchan detrás del escenario, lo mismo
que a los costados. Su voz está dañada, no sale el alarde
que lo hizo famoso. No obstante, por momentos se oye algo, una reminiscencia
de lo que lo hizo grande, ídolo. A esa, Te quiero así,
Almohada... popurríes: Me basta, Desesperado,
Mi vida, Amor, amor, Gavilán o paloma, Lo
pasado, pasado. Llueve, pero la concurrencia no se va. Estoicismo romántico
defeño.
Bromea Chepe Chepe: "Mientras haya amor, no importa
el sexo". Se va... regresa. Canta La nave del olvido... Se va...
regresa... El triste. Todos se van alegres, con el corazón
a flor de piel, la mayoría al Metro, a tomar el pesero, a sus casas;
los menos, a cenar algo por ahí. Aunque a ratos llovió, nadie
corrió.