Cartas a sí mismo, sobre el escritor
checo, se exhibe en la Galería Pecanins
Presenta Roser Bru exposición sobre Franz Kafka
MERRY MAC MASTERS
El rostro sombrío de Franz Kafka asoma de un sobre
en la invitación a la más reciente exposición en México
de la artista chilena Roser Bru (Barcelona, 1923), que se exhibe en la
Galería Pecanins (Durango 186, colonia Roma). En la parte inferior
del sobre se lee la inscripción: Cartas a sí mismo/Kafka,
que es también el nombre de la muestra.
La cara del escritor checo -junto a la de Milena Jesenská-
también figuró en la exposición presentada en el museo
José Luis Cuevas hace dos años por Bru, exiliada de la Guerra
Civil española.
Por cierto, la artista plástica siente un fuerte
vínculo con México, donde bien pudo haber llegado en vez
de Chile, ya que eran los únicos países que recibían
a los refugiados españoles.
En 1982, el poeta chileno Enrique Lihn escribió:
"Kafka y Milena -la pareja por correspondencia, que no fue- posan para
Roser, desposados por la pintora en un espacio fantasmal: el cuadro".
Ambos forman parte de las animitas de Bru. Para
la pintora y dibujante, animita es una persona que permanece en
la memoria colectiva después de muerta. En Chile hay superanimitas,
como Pablo Neruda, Gabriela Mistral y Violeta Parra.
Bru suele trabajar a partir de la última fotografía
hecha del personaje. En el caso de Kafka, "ya esperaba la muerte". Tanto
es así que en Kafka y la enfermedad (técnica mixta,
1985), se ve un pañuelo con gotas de sangre. De no haber muerto
de tuberculosis, Kafka hubiera fallecido en un campo de concentración
igual que la checa Milena, porque sus libros fueron prohibidos en 1934,
dijo la entrevistada (31 de julio de 2000, La Jornada).
Si lo que quiere Roser, señala Enrique Lihn, es
materializar tales o cuales fantasmas contemporáneos de la cámara,
para hacer de ellos sus mitologías, lo inevitable es que busque
a esos imagos en el material fotográfico existente. La máquina
fotográfica, y no un pintor, realizó el fantasma de Miguel
Hernández, rapado en su prisión poco antes de morir.
En 1973, cuando el general Augusto Pinochet encabezó
el golpe de Estado contra el gobierno de Salvador Allente, Bru decidió
quedarse (se exiliaron sus hijas). Antes de cumplir un año de nacida,
Bru conoció por vez primera el exilio, al huir con su familia a
Francia. Un lustro después, bajo la república, regresaron,
pero en 1939, perdida la Guerra Civil, sus familiares se vieron en la necesidad
de escapar de nuevo hacia el país vecino y luego embarcar en el
Winnipeg rumbo a Chile. Para el golpe de Pinochet, ya eran muchos
exilios en su vida.
Comenzó a trabajar con las noticias que salían
en un diario de oposición: "Empecé a usar las fotocopias,
que en Chile no habíamos hecho. Tuve la necesidad de hacerlo, no
lo he copiado de ninguna parte. El primer día que se dio a conocer
aquella matanza en una mina de cal, hice una pintura que expuse por las
calles, claveteada. Se llamaba Cal, cal viva. ¿Qué
hace la cal cuando la gente vive? Los quema. Esto fue una mina de cal y
murió toda una familia. Todo lo que sucedía lo usaba. Además,
empecé a usar las cosas de la infancia, lo que había vivido,
con lo que otra vez se iba a repetir y se repetía".