Analizó códices, lienzos y mapas
escritos en náhuatl, purépecha, mixteco y maya
Florescano refuta que los pueblos indígenas
del siglo XVI carecieran de memoria documental
El historiador expuso sus conclusiones en la tercera
Mesa Redonda de Monte Albán
ARTURO JIMENEZ ENVIADO
Oaxaca, Oax., 29 de junio. Antes considerados falsos
y de escaso valor testimonial, los documentos hechos en el siglo XVI por
los pueblos indígenas para avalar sus derechos sobre la tierra y
que fueron llamados "títulos primordiales" son ahora reconocidos
como una creación híbrida americana y europea, una nueva
forma de relatar y trasmitir el pasado, además de portadores de
una nueva identidad: la mestiza.
Lo anterior se desprende de la conferencia magistral "La
memoria indígena en los pueblos de la Nueva España", dictada
ayer por el historiador Enrique Florescano como parte de los trabajos de
la tercera Mesa Redonda de Monte Albán, que fue clausurada la tarde
de este sábado.
La amplia exposición de Florescano es una continuación
de sus investigaciones y publicaciones sobre este tema en México
y una refutación de la tesis que afirma que dichos pueblos de la
época colonial carecían de una memoria histórica articulada.
El investigador basó sus investigaciones en documentos
en náhuatl, purépecha, mixteco y maya relativos a la posesión
de las tierras indígenas, conocidos como Títulos primordiales
y Códices Techialoyan, cuyo análisis comenzó
apenas hace tres décadas y que algunos historiadores llegaron a
calificar de falsos ante ciertos casos de alteración.
Luego del análisis de títulos, códices,
lienzos y mapas en las cuatro lenguas indígenas mencionadas, Florescano
hizo una interpretación del conjunto y de su importancia como documentos
en sí y como formas fundamentales de transmisión de la memoria
indígena.
"Estos títulos son un fenómeno general,
universal, de una expresión cultural con raíces, contenido
y formato comunes. Estamos ante un artefacto especialmente creado para
conservar y transmitir la memoria colectiva. Es el producto de la interacción
entre la cultura mesoamericana y la occidental.
"La administración española, al imponer
a los pueblos nativos una nueva forma de poblar y legitimar la posesión
de la tierra, obligó a éstos a desplegar una gama de dispositivos
para satisfacer esa exigencia. En primer lugar recurrieron a sus propias
tradiciones, a los recipientes donde se había almacenado la memoria
que explicaba sus orígenes y la constitución de sus pueblos.
"El canto que narraba el origen de los seres humanos,
la fundación del reino, el linaje de los gobernantes y los avatares
del grupo étnico fue la piedra angular a la que acudieron los pueblos
para sostener su identidad y afirmar la antigüedad de sus posesiones
territoriales."
El antiguo sustento fue "amenazado de muerte" por el regimen
colonial, indicó. "Es decir, la recomposición de la memoria
indígena ocurre en medio de un quebrantamiento radical del orden
antiguo", agregó.
"Como si los pueblos nativos se hubieran propuesto conjurar
con las artes de la remembranza el colapso que inexorablemente destruía
su mundo, entre 1530 y 1560 transcribieron al alfabeto español las
obras maestras de la memoria indígena, las grandes sumas de su tradición
histórica como la Relación de Michoacán, de
los purépechas; el Popol Vuh de los mayas o el Códice
Selden II de los mixtecos."
En este proceso de derrumbe y transformación, continuó,
nacieron también las nuevas obras que intentaron recuperar el pasado
de los pueblos "tejiendo" las formas nativas de historiar con las europeas.
"Los títulos, mapas y lienzos no son, como postulan
algunos indigenistas recalcitrantes, obras nativas, sino productos híbridos,
mezclas inéditas que conjugaron la tradición americana con
la occidental."
Una nueva identidad
Más adelante destacó que quizá la
contribución más importante de estos documentos indígenas
de la Colonia radique en su capacidad para esclarecer el proceso mediante
el cual estos pueblos construyeron su nueva identidad mestiza.
"Es un proceso que muestra cómo rescribieron su
pasado y crearon testimonios históricos asentados en ambos legados,
pero portadores de una nueva identidad."
La memoria contenida en estos documentos, añadió,
cuenta con un trasfondo histórico profundo, "apoyada en los más
remotos arquetipos de la conciencia mesoamericana, pero transformada por
las disrupciones de la invasión española: conquista, congregación
de pueblos, implantación del cristianismo, creación del fundo
legal, imposición de la legislación española sobre
la tierra, expansión del lenguaje escrito en alfabeto latino y constitución
del pueblo como eje de la vida material y cultural de la comunidad.
"Los lienzos, mapas y títulos, al incorporar esos
diversos procesos, se convirtieron en testimonios históricos de
su tiempo y en nuevas formas de contar y transmitir el pasado. Son relatos
que transmiten la memoria colectiva de los miembros del altépetl.
Son instrumentos dedicados a fortalecer el altépetl y proteger sus
tierras."
Con toda razón, dijo Florescano, muchos grupos
indígenas llamaron a estos papeles el "corazón del pueblo".
La conservación de las tierras comunales, agregó, se convirtió
así en la empresa colectiva que unificó a los miembros del
pueblo y los títulos primordiales se volvieron el arcón donde
se resumió la memoria de los pobladores.
"Los títulos primordiales, por su contenido y forma,
son un modo nuevo de representar y relatar el pasado. Un canon que la tradición
dominante en los estudios históricos se empeñó en
separar en dos vertientes opuestas: la indígena, por un lado, y
la occidental, por el otro. Fue éste un rompimiento arbitrario que
por más de 500 años impidió penetrar en el misterio
de su origen y reconocer sus cambios y transformaciones a través
del tiempo".