Pocas voces se levantaron ayer en favor de la
iniciativa de ley de sociedad de convivencia
Mucha fiesta y poca política, en el desfile
lésbico-gay del DF
ANGEL BOLAÑOS Y ELIA BALTAZAR
Fiesta mata consigna. Y ayer pocos fueron los asistentes
a la marcha lésbico-gay que se preocuparon por levantar la voz en
favor de la iniciativa de ley de las sociedades de convivencia, la carta
fuerte de este movimiento en la Asamblea Legislativa, y que significaría
la adquisición de derechos para las parejas de hecho.
A
la vista, las sociedades de convivencia se hicieron cuerpo y alma ayer
sobre Reforma, desde la puerta de Los Leones, en Chapultepec, hasta el
Zócalo, en una marcha de 30 mil personas que abrió espacios
para todas las corrientes de expresión lésbico-gay. Allí
estaban los leather, vestidos de piel. Travestis y transgenéricos
enfundados en trajes de tehuanas, reinas de la moda. Los pechos de silicón
al aire, las tangas, los vestidos que poco esconden. Un contingente de
la UNAM ofrecía "una universidad pública y diversa". Otro
de policías y uno más vestido de faunos. Allá los
darketos, los cristianos, los sin grupo, los mirones tentados por el desmadre,
los heterosexuales solidarios.
Ni la lluvia cerró el paso a una marcha que se
prolongó desde las 13:30 hasta las 17:30 y en la que se cernió
la amenaza de división entre contingentes. Al final, un llamado
a la unidad y todos a jalar parejo. Pues ya reza el proverbio: "Somos muchos
y seremos más".
Mucha celebración y poca política, aunque
algunas mantas y carteles en favor de las sociedades de convivencia se
levantaban y ganaban paso a los contingentes para demostrar que no sólo
de baile y pachanga viven gays y lesbianas, y que en manos de los diputados
locales está pendiente la votación de la iniciativa presentada
por la legisladora independiente Enoé Uranga, que busca "regular
las relaciones patrimoniales, los derechos de tutela y sucesión
legítima" entre personas del mismo sexo que decidan proteger su
convivencia de pareja, mediante la celebración de un acto jurídico.
Aclaremos, para las buenas conciencias, que no se trata
de matrimonio, si acaso de un contrato. Pero ni así se convencen
los diputados que en cinco días volverán a discutir sobre
las sociedades de convivencia, ya en el pleno de la Asamblea Legislativa.
Por eso, en la tarima de oradores hubo recordatorios al PRD de su compromiso
con la comunidad lésbico-gay y de su obligación hacia ésta.
En la marcha, sin embargo, se impusieron los aires de
carnaval, los disfraces provocadores, las consignas divertidas que estallaban
"jotas" a diestra y siniestra. Y música, mucha música tecno,
house, dance y pop, que concentraba en torno de nueve tractocamiones -patrocinados
por bares y discotecas- a la mayor parte de jóvenes gays, más
dispuestos a exhibirse por diversión que por conciencia. Porque
"si no hay libertad sexual, no hay libertad política".
¡Ay de aquellos!, de los históricos, los
que impulsaron el movimiento desde la trinchera de los derechos, los que
ganaron las calles, hace ya 24 años, para estas nuevas generaciones
que animan su homosexualidad a ritmo de Madonna y Mónica Naranjo.
Pero es la marcha del orgullo y todo se vale.
Irreverentes, ni Vicente Fox se salvó de su consigna:
"Fox-con-botas-también-es-una-jota". Y "Fox-escucha-tu-hija-está-en-la-lucha".
El
"olé" de los estadios de futbol se convirtió en un grito
común: "Soy-gay-soygay-soy-gay-soy-gay...". Y una que otra bandera
de Brasil sirvió como túnica a aficionados que adelantaban
prónostico para la final del Mundial de futbol.
Llovían confetis, serpentinas, se multiplicaban
las banderas del arcoiris, símbolo universal del movimiento lésbico-gay,
que ayer vistió de seis colores la calle Madero, donde todos los
comercios permanecían abiertos y activos los ambulantes.
Dispuesto el Zócalo como pasarela para el ego,
la moda y la foto, poco tiempo se llevaron los discursos de la diputada
Enoé Uranga y de los representantes de Ave de México y de
otras organizaciones de lucha contra el sida, quienes apresuraron la palabra
para dejar el escenario dispuesto al concierto que más tarde ofrecería
José José.
Al final, Tito Vasconcelos, en traje de china poblana,
levantó las notas del Himno Nacional que muy pocos corearon,
y menos escucharon los otros, ya en ruta hacia cantinas, bares y restaurantes
de un Centro Histórico que fue escenario de la diversidad sexual
que espera una ley de sociedad de convivencia a la medida.