Angeles González Gamio
Aniversario jubiloso
Un hermoso niñito rubio de ojos claros que nació en el centro, como se le llamaba entonces al Centro Histórico, vivió rodeado del olor de los lápices y papeles que fabricaba su abuelo en el sitio donde vivían, ubicado en la calle Cuauhtemoctzin, muy favorecida por las prostitutas del rumbo. El barrio, pleno de vitalidad, ofrecía a los ojos del pequeño fuertes estímulos visuales que impactaron su alma sensible, y sin duda tuvieron fuerte influencia en el artista que se estaba gestando y que llegaría a ser de los mejores del México actual y del mundo, en su género.
El infante creció, vivió en Europa una larga temporada, se consagró, pero siempre mantuvo su amor por el rumbo donde nació y en donde tuvo su primer estudio, en la calle Donceles. Este afecto lo compartía con su mujer y entre ambos gestaron el sueño de crear un museo en ese lugar, que albergara la colección de arte latinoamericano que juntaron por muchos años, una colección de grabados de Picasso y la propia obra del artista.
Como ya se habrán dado cuenta, estamos hablando de José Luis Cuevas y de la querida Bertha -hoy ausente en su presencia física-, quienes tras una extensa búsqueda por los añejos edificios del Centro Histórico, con un empeño notable lograron el apoyo del gobierno del Distrito Federal para rescatar el magnífico edificio del antiguo convento de Santa Inés, ubicado en la calle Academia, que se encontraba en un estado lamentable, albergando bodegas de pedacería de trapo.
Santa Inés fue creado en 1596 debido a la iniciativa del opulento hacendado Diego Caballero y su mujer doña Inés, con el fin de apoyar a las mujeres humildes privadas de participar en la vida monástica por carecer de dote. Las primeras edificaciones conventuales y el templo fueron remodelados en el siglo XVIII, por lo que aunque todavía participan del movimiento barroco, ya anuncian la llegada del neoclásico; incluso se dice que el claustro que actualmente alberga el Museo José Luis Cuevas fue rediseñado por Manuel Tolsá. Milagrosamente ambas construcciones se salvaron de la destrucción tras la desamortización de los bienes eclesiásticos.
El templo, que albergó a la Cofradía de los Pintores, seguramente por su cercanía con la Academia de San Carlos, también sirvió de sepultura para algunos, entre los que sobresalen los afamados Miguel Cabrera y José de Ibarra. Sus portadas gemelas, características de los conventos de monjas, tienen unas puertas talladas en fina madera, que son una joya.
El antiguo convento, muy bien restaurado, muestra en el centro del gran patio la escultura monumental de La Giganta, y en los amplios pasillos otras esculturas magníficas de Cuevas. En la planta baja se encuentra la Sala Erótica, que muestra dibujos del artista, y en la escalera y en la planta alta se conservan unos bellos frescos de la época conventual.
En julio el Museo José Luis Cuevas cumple 10 años de fructífera vida; una verdadera hazaña, si se conocen todos los problemas que ha tenido que enfrentar: presupuestales, hordas de vendedores ambulantes, montañas enormes de basura a la puerta, inseguridad y demás avatares que enfrentan todos los que se encuentran en la que debería ser la zona más protegida y cuidada, ya que en esas calles se forjó la cultura de América y albergan valiosas construcciones históricas, entre las que se cuentan ocho espléndidos museos. En el marco de los festejos, el próximo día 9 se inaugura la exposición Ruptura, que muestra la obra de excelentes artistas que marcaron un nuevo rumbo en la historia de la pintura en nuestro país: Lilia Carrillo, Pedro Coronel, Enrique Echeverría, Manuel Felguérez, Fernando García Ponce, Alberto Gironella, Vicente Rojo, Roger von Gunten y el propio Cuevas.
Si la visita en domingo y va con los infantes, una buena opción para comer sabroso y económico puede ser el restaurante fonda Coox Hanal, situado en Isabel la Católica 83 primer piso, en los altos de una casona decimonónica. El sencillo establecimiento ofrece exquisitos antojitos yucatecos: tacos de cochinita pibil, papadzules, panuchos, pollo pibil, relleno negro, pan de cazón y la tradicional sopa de lima. El acompañamiento: una cerveza Montejo, si le gusta clara, o una León negra. Si es abstemio, hay una refrescante horchata de arroz con almendra, y de postre un maja blanco, fino flan preparado con coco, o la champola, con sorbetes de fruta de la temporada. Otro atractivo es que en la terraza tienen juegos infantiles, lo que permite comer a gusto a los progenitores y demás comensales.