Neruda, García Lorca, Borges, Rulfo,
Fuentes y otros se congregaron en Coyoacán
Arranca la campaña de lectura en voz alta A
los Cuatro Vientos, convocada por el PRD
Iniciativa contra el analfabetismo funcional
de miembros del gabinete foxista
JAIME AVILES
De rojo vestida y en plan desafiante, Rosario Robles Berlanga
inaugura su gestión como presidenta nacional del Partido de la Revolución
Democrática (PRD) de cara a la sociedad civil leyendo un poema erótico
de Gioconda Belli: Recorrerte... Una pequeña multitud la
escucha dentro y alrededor del viejo kiosco del Jardín Centenario,
en el centro de Coyoacán. Así arranca la campaña de
lectura en voz alta A los Cuatro Vientos, iniciativa que espera multiplicarse
en todo el país contra el analfabetismo funcional de quienes, desde
el gabinete de Vicente Fox, aseguran que el pueblo de México lee,
esencialmente, "seudopornografía".
A
la convocatoria perredista acuden Héctor Bonilla, Demián
Bichir, Julieta Egurrola, Margarita Isabel, Daniel Giménez Cacho,
Héctor Ortega, Mario Iván Martínez, María Rojo,
Marilú Carrasco y muchos artistas y espontáneos más.
Pero todos los participantes llegan acompañados de sus amigos más
íntimos, o sea, los libros de su mayor predilección. Y con
éstos hablan las voces de Santa Teresa de Avila, Federico García
Lorca, Pablo Neruda, Jorge Luis Borges, Juan Rulfo, Marguerite Yourcenar,
Carlos Fuentes, Onelio Jorge Cardozo, Sergio Galindo, William Faulkner...
Invitado por María Eugenia López Brun, secretaria
de Finanzas del PRD que se encarga asimismo de la política cultural
de ese partido, Héctor Bonilla pregunta por teléfono antes
de confirmar su asistencia: "¿Puedo ir con toda mi familia? Nosotros
en la casa asumimos la lectura como un proyecto vital para la familia".
Y con la gustosa aprobación de su interlocutora, sube al kiosco
en compañía de todo su clan.
Para acordarse de sus lejanas mocedades estudiantiles,
Bonilla lee un pasaje de Mauricio Magdaleno. Lo sigue en el uso de la palabra
su esposa, Sofía Alvarez, quien desempolva los versos del "muero
porque no muero" de Santa Teresa, y luego uno a uno sus vástagos
revive trozos de otros autores que, al parecer, saben de memoria, expresión
que en portugués se dice "aprender de corazón", y que revela
con más elocuencia la relación de los Bonilla con el arte
de la palabra escrita.
Demián Bichir dedica su número al secretario
del Trabajo, Carlos Abascal, y recuerda el vergonzoso incidente protagonizado
por este empresario metido a político, cuando no hace mucho tiempo,
en un arranque de fundamentalismo religioso, promovió el cese de
una guapísima profesora de literatura del colegio Félix de
Jesús Rougier que había encomendado a sus alumnas, entre
ellas la hija de Abascal, que leyeran Aura, de Carlos Fuentes, novela
que gracias a esa persecutoria propaganda volvió a los primeros
lugares de ventas en el Distrito Federal.
Pero mientras Bichir atacaba los párrafos de Fuentes,
alguien por ahí recordó un viejo proyecto del poeta Alejandro
Aura, quien vive obsesionado con el siguiente razonamiento: "Si Fuentes
escribió un libro llamado Aura, yo voy a escribir uno que
se llame Fuentes".
Federico musical
Por curiosa mas no extraña coincidencia, cuatro
lectores ilustres decidieron llevar consigo al gran poeta surrealista,
muerto en Fuentevaqueros al principio de la Guerra Civil española.
Daniel Giménez Cacho, Margarita Isabel, María Rojo y Mario
Iván Martínez escogieron, en efecto, a Federico García
Lorca. Si no había de qué sorprenderse ante tal convergencia
de afinidades electivas, lo maravilloso fue que en su intervención,
Mario Iván Martínez no sólo recitó al granadino,
sino que lo cantó con una deliciosa voz de contratenor, sujetándolo
a las pautas de una soberbia composición medieval que arrancó
lágrimas y aplausos conmovidos.
A continuación, Héctor Ortega echó
al aire la triste y arrastrada voz de Pablo Neruda, fijada para siempre
en las odas a las cosas cotidianas, y entonces fue el turno de Julieta
Egurrola -a quien es indispensable verla como Eva Perón, según
Copi (jueves y domingos en el Teatro Orientación, detrás
del Auditorio Nacional)-, que se deslizó por las olas de un texto
de Sergio Galindo.
Abajo, a un costado del kiosco, siempre repleto, había
un amplio entoldado bajo el cual todos los libreros coyoacanenses colocaron
mesas de ofertas editoriales en todos los géneros, y aunque no habían
hecho un balance de sus ventas a la hora en que empezó la lluvia,
no les había ido tal mal, a juzgar por los rectangulares bultos
que no pocos transeúntes guardaban debajo del brazo.
Homenaje a artistas e intelectuales
Fue, en pocas palabras, la primera respuesta pública
de la izquierda al agravio que significa el hecho de ser el penúltimo
país del mundo en consumo de lectura per cápita, en un territorio
de 2 millones de kilómetros cuadrados que cuenta con menos de 200
librerías y se asfixia intelectualmente a la sombra de un gobierno
constituido por hombres de negocios que desprecian, porque ignoran, la
esencial importancia de los libros.
Mas, en las palabras finales de Robles, el acto fue también
homenaje a los creadores de la palabra, a los artistas e intelectuales
que el senador Diego Fernández de Cevallos, el coyote más
caro de México, llamó desde la cumbre de la soberbia "terroncitos
de azúcar", despreciando una vez más la herencia histórica
de tantos pensadores que ayudaron a forjar este país con la crítica
de las letras, pero también de las armas.
Dado el éxito del foro de lectura A los Cuatro
Vientos, Robles prometió que su partido impulsará la repetición
de experiencias como ésta en todo el país, pero llamó
a las bases militantes a tomar la iniciativa y organizarlas donde actúen,
en el municipio, el centro de trabajo, el barrio o donde se les ocurra.