Ideas seudocientíficas, ocultismo y religión,
más extendidas entre los ciudadanos
En ciencia y matemáticas los mexicanos están
reprobados, revela un estudio de la UNAM
CLAUDIA HERRERA BELTRAN Y JOSE GALAN
José Antonio de la Peña es de los pocos
mexicanos a los que no sólo les gustan las matemáticas, sino
que han hecho del mundo de los números su vida. Como director del
Instituto de Matemáticas de la UNAM encabezó una investigación
respecto a qué tanto saben los adultos de nuestro país sobre
ciencia básica. El resultado, dice, es que "la cultura científica
de la mayoría de la población es muy pobre".
La ciencia y, en particular, las matemáticas no
forma parte de la cultura popular del mexicano. Las ideas seudocientíficas
y ocultistas, así como las religiosas, están más extendidas
entre el ciudadano medio. Peor aún, explica el investigador, quien
también preside la Academia Mexicana de Ciencias, en la mayoría
de los casos el ciudadano no parece distinguir entre lo que es conocimiento
científico y lo que son creencias sin fundamento.
Esta
situación es grave, refiere, pero considera que hay que darle una
dimensión justa. En países como Estados Unidos, donde se
han hecho encuestas similares, la gente también tiene problemas,
aunque no en la misma magnitud que los mexicanos.
Un aspecto positivo que revela la encuesta es que a pesar
de que los adultos examinados no manejan información científica
ni conceptos elementales de matemáticas que debieron aprender en
la primaria, sí valoran el conocimiento científico. "Ese
es un buen principio para cambiar estos resultados", afirma.
Otro punto que le causó sorpresa es que los adultos
que no tienen ningún estudio resuelven mejor las operaciones aritméticas
que aquellos que alcanzaron dos o tres grados de primaria. De la Peña
supone que las personas que no fueron a la escuela son más hábiles
porque aprendieron en la vida diaria, y los otros se confunden porque deben
recordar lo que aprendieron pero no pudieron reforzar.
Este matemático de 44 años de edad, originario
de Monterrey, Nuevo León, está preocupado por el futuro de
México si no se hacen cambios profundos en el sistema educativo
para corregir estas deficiencias, pues considera que la ciencia no sólo
puede contribuir a fundar una sociedad más moderna, sino más
justa.
En entrevista con La Jornada, el estudioso de la
teoría de las representaciones del álgebra y de la teoría
espectral de gráficas detalla las conclusiones de la investigación
y analiza posibles alternativas para romper el círculo de la mala
preparación de la población en materias científicas
y matemáticas.
-¿Por qué la ciencia y las matemáticas
no forma parte integral de la cultura del mexicano?
-Hay una competencia entre la educación formal
que está tratando de crear una cultura general en el niño
y la cultura popular, en la que campean las ideas religiosas, seudocientíficas
y las creencias populares que pueden ser de todo tipo. Cuando uno pregunta
a los adultos si creen en el horóscopo muchos dicen que sí
y, peor aún, están convencidos de que éste tiene una
fundamentación científica. No sólo sus ideas están
erradas, sino lo que conciben como ciencia está equivocado. Gran
cantidad cree en las propiedades curativas de piedras preciosas, en la
magia negra y en las brujas.
-En el caso de las matemáticas, ¿descubrieron
si algunos planes de estudios funcionaron mejor que otros?
-Vemos que la gente que tiene entre 16 y 60 años
estudió con al menos cuatro planes educativos diferentes, pero no
hay diferencias entre los resultados. La impresión que da es que
el adulto termina adquiriendo los conocimientos sin importar el programa.
-¿Sorprende que estando en la era del dominio de
la ciencia la mayoría de la población no tenga cultura científica?
-El problema es que los medios de comunicación,
sobre todo la televisión, le prestan poca atención a la ciencia.
Transmiten muchos programas de experiencias paranormales, parapsicológicas,
de ovnis, que no tienen ningún fundamento científico y que
generalmente son fraudes concientes de las personas que los están
haciendo.
-¿Usted cree que en siglos pasados la población
sabía más sobre ciencia que ahora?
-En los siglos XVII y XVIII la gente tenía una
cultura científica más o menos amplia. Se dice que en las
discusiones de sobremesa siempre había temas científicos,
pero no sabemos si esto ocurría también con la población
más pobre. De lo que sí hay indicios es que la ciencia era
reconocida de manera importante. Hay una crónica de Voltaire sobre
la muerte de Newton, en la que se sorprende de que hubo un cortejo fúnebre
masivo, de que a un científico se le dio una despedida de rey. Actualmente
la capacidad de divulgación y de difusión de las ideas es
impresionante, pero los medios de comunicación difunden más
las ideas místicas y las supercherías.
Hay que darles herramientas a los profesores
-¿Qué hacemos con los adultos que no manejan
conceptos que debieron aprender en la primaria?
-Sería imposible retomar la educación formal
de toda la población. Tenemos que ver hacia delante, hacer algo
por la formación de los futuros adultos. Podemos darle herramientas
al maestro para que pueda dar sus clases de manera atractiva, que despierte
curiosidad, con prácticas en las que el alumno participe directamente
pensando, razonando y discutiendo. Por otro lado, debemos buscar que los
medios de comunicación transmitan ideas más formativas, que
vayan creando un poco de cultura científica.
-¿Es posible que estos padres de familia puedan
transmitirles a sus hijos una cultura científica?
-Pueden crear las condiciones para fomentar esta cultura
científica, aunque no la tengan. Por eso es muy importante dejar
que los niños hagan preguntas y ayudarlos a que encuentren las respuestas
en materiales y libros. No conviene inhibir la curiosidad natural de los
niños ni detenerlos con respuestas cortantes.
-¿Por qué es importante tener una cultura
científica?
-Hay una gran cantidad de cosas que requieren el manejo
de información elemental, de matemáticas, de ciencia básica.
Pero más allá de los conocimientos que pueden adquirir los
niños, también hay una serie de valores que se transmiten
junto con la enseñanza de las ideas científicas, como son
el trabajo en equipo, la búsqueda de la verdad, la investigación
metódica y ordenada y el desarrollo de la creatividad.
En Francia se descubrió que los programas de educación
científica a temprana edad ayudan también a mejorar la conducta
y a bajar los problemas de adicciones de los alumnos de barrios pobres.
Y es que cuando uno aprende a usar el método científico lo
puede aplicar a todo tipo de problemas de la vida cotidiana.