José Cueli
Noblotes los Armillas
Otro gallo cantaría a nuestros novilleros si se quedaran sordos y sólo oyeran el ritmo de su paisaje interior, reconcentrados en su espíritu seriamente, desnudos de la preocupación de ejecutar la faenita prefabricada, aprendida en el toreo de salón, imposible de realizar ya con el "barbitas" en el redondel, por no hallar ese "pellizco" con que proyectar su emoción al sentido, sino sólo la frialdad de lo aprendido.
Bien harían en despreciar todos los "consejitos" de sus promotores, voncigleros y apuntadores y sólo estar con ellos mismos, y oír la voz interior que da al toreo lo sorpresivo, lo original, que es el estilo. Al fin y al cabo en el toreo, como en el arte, el estilo lo es todo. Y el estilo se da en la soledad.
ƑQué importa que la flauta no dé su melodía, si en las ramas del paisaje interior aparece el rayo solar de un "nuevo" pase y canta el olé estentóreo el eco de la plaza? ƑQué importa que la flauta no dé la melodía aprendida, si en el espíritu se estremece el sentimiento torero?
Con el oficio encontrarán a la larga la forma. El estilo no es hallar el fácil snobismo aprendido de las figuras. La emoción en el toreo es torear para sí mismos. Dejar surgir lo que corre por sus venas generosamente y da la hondura y es sed de infinito que permite vencer el miedo.
Así, en el inicio de la temporada de novilladas, los novilleros no pudieron con una mansa corridita de los Armillita, a contraestilo pero noblota, tercos en pegar "derechacitos", además de una falta de ganas de ser... šMe doy!