Sergio Valls Hernández
Un mundo convulsionado
Hoy, como invariablemente sucede, la humanidad continúa en su estado natural, que no ha modificado en los últimos tiempos: una "sociedad conmocionada" por las noticias casi permanentes de insuficiencia de alimentos, de aumento de violencia doméstica y extramuros, de destrucción ecológica, de guerras delimitadas a determinadas regiones, que con frecuencia amenazan con extenderse al resto de los continentes, derivadas, casi siempre, de la lucha por el "poder": por el poder económico, por el poder político, por el poder científico, por el poder tecnológico, en fin, no importa de qué tipo de poder se trate, ni cuál sea la forma de manifestarse, lo importante es detentarlo. Así, el mundo marcha sin rumbo ni horizonte, tal parece que la brújula única que lo guía es la aniquilación de todo aquello que se oponga al predominio de los intereses del más fuerte, de aquel que ha logrado colocarse en los primeros peldaños de la pirámide del poder.
La presente situación mundial dibuja una sociedad inmersa en la vorágine de un panorama sombrío, sin visos de esplendor, donde se hacen presentes: la galopante inflación, las intervenciones hegemónicas entre las potencias mundiales, el desempleo, el terrorismo, el narcotráfico, por mencionar sólo unas cuantas notas comunes de las naciones contemporáneas. Lo inquietante de todo esto es que nos hemos acostumbrado a cohabitar con la violencia, a convivir con la intemperancia, a permanecer, sin inmutarnos, en un ambiente hostil, y, por lo mismo, nuestra capacidad de asombro se sitúa en su más bajo nivel, apenas si es perceptible, y consecuentemente permanecemos estáticos, impasibles, serenos, sin importar el grado de deshonra de que sea objeto el género humano; hemos retrocedido hasta el punto de hacer nuestro el apotegma que dice: "dejad hacer, dejad pasar, el mundo marcha por su propio impulso".
Nos hemos convertido en simples autómatas despojados de todo vestigio de escrúpulo que indique la presencia de la capacidad de admirarse o sobrecogerse ante hechos tan atroces como los que se presentan; tan sólo el día de hoy que escribo estas notas, una breve ojeada al diario me permite percatarme de que el mundo continúa arraigado a su inmutable acontecer: mientras en Israel y Palestina se endurece la violencia, Pakistán revive las tensiones con la India, con el riesgo que ello implica por tratarse de adversarios con potencias nucleares; en la Plaza de la República de Francia, cerca de 7 mil personas marchan en repudio a la presencia del presidente Bush en dicho país; en Barcelona, aproximadamente 15 mil personas se manifiestan en contra de reformas en materia de desempleo, educación y extranjería; en el este del Congo, cerca de 200 personas, predominantemente policías y miembros del ejército, fueron asesinados por un escuadrón de la muerte en la ciudad de Kisangani; tanques blindados custodiaron los centros de votación en Medellín, Colombia, en las elecciones para elegir presidente de aquel país, y en el nuestro, la más reciente novedad en materia de masacres da la nota: más de 20 indígenas, víctimas de la intemperancia, pierden la vida en Oaxaca.
No se trata de ser catastrofistas, pero es innegable que esta reseña deja ver con claridad las constantes manifiestas en el clima mundial que se respira en nuestros días, y todo ello hace imperativo encontrar el punto de retorno hacia una vida más sosegada, donde no sólo se observe la impavidez a la que nos hemos reducido, sino que se atisben soluciones reales, porque todo parece indicar que aun la disconformidad de la sociedad ha encontrado su rutina. Me explico: actualmente la crítica y la oposición que la comunidad ejerce es más fastuosa, pero al mismo tiempo es menos contundente porque entra el juego de lo propuesto y acepta reglas con lo cual las legitima.
Para arribar a conclusiones, por lo menos deberíamos hacer un ejercicio de dar respuesta a las siguientes interrogantes: Ƒcómo surgió este silencio de individuos, de sociedades, de gobiernos, de gobernantes ante situaciones tan alarmantes? ƑEl diario acontecer está vinculado a la deslealtad en que hemos incurrido a los sistemas normativos vigentes en cada época y en cada país, cualquiera que sea la naturaleza de éstos? ƑNos hemos confabulado en contra de nuestros propios ideales a cambio de un plato de lentejas? Pero, en este escenario tan devastado Ƒexiste ese plato de lentejas?
Al encontrar las respuestas sinceras, estaremos recuperando gran parte del mundo que en este remolino se nos empolvó.
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