¿LA FIESTA EN PAZ?
Leonardo Páez
Tauromancia
EL SUFIJO MANCIA significa adivinación o práctica
de predecir aquello que no está a la vista pero puede ser adivinado.
De allí palabras como cartomancia o predicción por medio
de la baraja; quiromancia o adivinación por las líneas de
la mano, u ornitomancia, interpretación de sucesos presentes y futuros
por el vuelo y canto de las aves.
POR SU PARTE, el sufijo maquia quiere decir lucha, y con
él se forman palabras como logomaquia o enfrentamiento a base de
palabrería más que de sustancia, también conocido
como síndrome de la asamblea, y el cuasi arcaísmo tauromaquia,
en teoría el dominio de un toro bravo por un torero igualmente bravo
pero con conciencia de lo que hace.
SIN EMBARGO, EXHIBEN tal enrarecimiento criterios y conductas
los profesionales y amateurs en todos los campos de la vida mexicana, desde
el futbol hasta la política pasando por el espectáculo taurino,
que los diccionarios son rebasados y nuevos vocablos son puestos a la orden
del día.
TAUROMANCIA ENTONCES ES el arte de adivinar el sentido
oculto de las maromas, negligencias ineptitudes y reiterados traspiés
de quienes por capricho propio y del destino, hace una o más décadas
dicen promover la fiesta de los toros en México, tradición
cultural con 476 años de antigüedad en nuestro país,
pero que proyanquis, globalizonzos y protectores de mascotas suponen sanguinario
invento reciente de toscos sujetos.
URGE ADIVINAR LO que no se sabe pero se padece, descubrir
los maleficios que hay detrás de un espectáculo mexicano
deliberadamente degradado, no por ecologistas verdes ni ambientalistas
azules, sino por taurinos empeñados en degradar el toro bravo hasta
convertirlo en su caricatura, para negocio de empresarios sin perspectiva
y ganaderos falsos, para gestas artificiosas de figuras ídem y solaz
de públicos desinformados.
MANIRROTO CON LOS toreros importados que medio le llenan
la plazota cada año -unos 150 mil dólares por "jugarse la
vida" durante una hora con novillotes despuntados-, el promotor de la México,
además de depender de diestros extranjeros en vez de buscar, promover,
estimular y cotizar toreros del país, no satisfecho con su lamentable
postración ahora se niega a reconocer las justas demandas de la
Asociación Nacional de Matadores y de la Unión Mexicana de
Picadores y Banderilleros -pago de derechos por televisión y unos
pesos por el llamado fondo de reserva-, con el peregrino argumento de que
él "contrata toreros, no agrupaciones".
EL DINERO BUENO, pues, seguirá siendo para pagar
a los extranjeros que dejen utilidades, y el dinero malo para los nacionales
que los falsos promotores no han querido volver atractivos. Pero al negarse
a tratar con las agrupaciones y pretender desentenderse de los legítimos
derechos e intereses de éstas, el voluntarioso promotor juega con
lumbre, pues al ignorar a los gremios se desprotege a sí mismo,
y un torero o un subalterno, contratado en forma individual como prestador
de servicios profesionales puede, en un momento de lucidez gremial, unirse
con otros y frustrar un festejo. No se pierda la próxima tirada
tauromanciana, pues revelará de qué parte salen más
acciones.