A 30 años de su éxito y cerca
del retiro, Carlos Villagrán vive de lo que le deja su circo
Aprendí y demostré que un artista puede
vivir sin Televisa: Kiko
Revela que salió de la televisora porque
''me le puse al tu por tu al Tigre'' Azcárraga Milmo
El verdadero genio de El chavo del ocho
no fue Chespirito, sino Enrique Segoviano, afirma
ROBERTO DE LA MADRID ESPECIAL
San Luis Rio Colorado, Son. Desde el avión
las dunas se ven increíbles, con ese misterio que la naturaleza
dota a los accidentes geográficos. A unos pasos de esa alfombra
dorada y ardiente, está un circo. Y ahí dentro, una de las
figuras que ha sido admirada e imitada por niños de tres generaciones:
Carlos Villagrán, Kiko.
Las distancias son considerables, como la historia que
ahí se escribe. Temperatura: más de 40 grados centígrados.
Población: San Luis Río Colorado. Ubicación: Desierto
de Altar, Sonora. Distancia a la ciudad de México: casi 3 mil kilómetros.
Y entre gotas de sudor Kiko contesta que desde hace más de
dos décadas que fue desterrado de la televisora más poderosa
de habla hispana, viaja de pueblo en pueblo, de circo en circo, de carpa
en carpa, buscando hacer reír a los niños. "Es un trabajo
difícil, pero es el tesoro más grande que tengo, soy feliz,
y aprendí y demostré que un artista podía vivir sin
Televisa".
Casado
por segunda vez con una mujer chilena, compró una casa en Buenos
Aires, Argentina, la cual rara vez visita. Ahí viven sus hijos.
Su esposa va y viene, y él "yo, yo vivo en una maleta".
Kiko empezó como mancuerna del Chavo
del ocho (Roberto Gómez Bolaños) a principios de los
años 70, cuando se creó Televisión Independiente de
México (canal 8). Para aquel tiempo, una serie novedosa con personajes
diferentes. La Chilindrina, Don Ramón, Doña Florinda,
El profesor Jirafales, El señor Barriga, Ñoño, La
bruja del 71, toda una vecindad que dejó huella en millones
de niños, y ganancias increíbles al imponer récord
de transmisión simultánea en 17 países. La fama fue
máxima. "Me acuerdo que abarrotamos el Estadio Nacional de Chile
con más de 120 mil personas por función, fueron dos en un
mismo día."
Desacuerdos con Gómez Bolaños
Fama que continúa activa con las repeticiones que
se siguen transmitiendo y que hace que los niños, a casi 30 años
de distancia de la interpretación del personaje, distingan y reconozcan
a Kiko aun con el cambio fisonómico que la edad provoca.
"Es difícil, porque los niños que me ven por televisión,
me quieren ver igual. No saben que ese programa se hizo cuando sus papás
eran niños, igual que no saben que Kiko se peleó con
El Chavo en la vida real, y no quiero que se enteren, porque se
perdería esa magia tan bella". Ahí comienza la historia y
es irremediable hablar de sus compañeros.
-¿Cómo sucedió ese rompimiento con
El Chavo? ¿Te corrieron o qué paso?
-Fue
una decisión que yo tomé. Fui con Roberto Gómez Bolaños
y le dije 'yo ya no quiero seguir más'. Y fue por envidias, egoísmos,
celo artístico, profesional, porque el personaje de Kiko
fue creciendo más en popularidad y eso fue lo que provocó
que me ausentara del programa.
-¿La imagen de Kiko rebasó a la del
Chavo?
-Yo creo que sí. La forma de llorar, los cachetes
inflados, los ojos desorbitados, las piernas torcidas, la forma de vestir;
llamaba más la atención la forma de llorar...
Con una especie de orgullo y a la vez de melancolía,
Carlos Villagrán cuenta qué pasó la última
vez que pisó Televisa. En el relato asegura que la causa del divorcio
con esa empresa no fue exactamente el desacuerdo con Chespirito,
sino el habérsele puesto "al tú por tú al Tigre".
"Es la primera vez que lo cuento con este sentimiento.
Emilio Azcárraga Milmo me mandó llamar a su oficina, a finales
de los años 70. Estando ya ahí en su escritorio, yo sentado
y él parado, me dijo 'te vas de Televisa y yo te parto... en dos,
y te va a llevar... patas de cabra'. Le contesté: '¡No señor!,
gracias a esa vitrina --enía un monitor ahí y me refería
a Televisa- yo soy popular'. Okey, me contestó, 'quiero entonces
que tú me hagas un programa sin los cachetes de Kiko'. ¡Sin
cachetes!, me pareció raro, pero le dije inmediatamente, sí
señor cómo no. Me contestó: 'está bien, pero
será supervisado por Chespirito'. Entonces, le dije me permite...
Me dijo, ¿sí o no?, permítame... ¿Sí
o no? Señor, es que hay diferencias entre Chespirito y yo,
a lo que él me contestó 'me saben a ma... sus diferencias,
¿sí o no?' Me levanté con ese orgullo que tenemos
y le dije, 'no, señor, muchas gracias'. Y eso bastó para
que me vetaran para siempre."
Cero regalías y demandas
El viacrucis comenzó entonces. Según Villagrán,
hasta la fecha no ha cobrado ni un centavo de regalías por las miles
de repeticiones que se han hecho del programa donde trabajó por
casi 10 años. "Gómez Bolaños es un personaje que siempre
se rasca para sí mismo, simplemente se quedó con los personajes".
-¿Y eso es justo?
-Yo no lo veo justo. Yo no vi que Cantinflas hiciera una
película y después todos los personajes que ahí actuaran
fueran de él.
-¿Chespirito puede ser dueño de la
imagen de Kiko?
-No, no puede ser dueño. Yo hice a Kiko.
Los cachetes que están inflados (hace un ruido con la boca) pues
son míos
-¿Gesticular como tú lo haces lo puede hacer
cualquiera?
-No, prácticamente imposible. El grrrrhsisrr
(hace el sonido del llanto con que se hizo famoso) es un sonido gutural
que ni siquiera sabían que yo lo podía hacer.
-¿Y nunca has pensado en demandar?
-No, estoy muy agradecido con la vida. Yo me debo a Roberto
Gómez Bolaños, a La Chilindrina, que de repente anda
desubicada al decir que se va de México. Me debo al productor Enrique
Segoviano, quien realmente fue el genio de El chavo del ocho, pues
nos hacía ensayar mil veces, estudiaba movimientos de cámaras...
lástima que nadie lo ha reconocido. Me debo a mucha gente y estoy
agradecido. Y prefiero no moverle.
En México hay muchos Kikos
"Kiko, el original, el auténtico, Carlos
Villagrán está en el pueblo", interrumpe la plática
una grabación que se oye por dos bocinas instaladas en una camioneta
que promociona la llegada del comediante a San Luis Río Colorado,
Sonora, grabación que da pie para descubrir otra faceta más.
-¿Cómo que el original?
-Sí,
ese es otro grave problema que enfrento. México está lleno
de Kikos. A pueblo que llego, siempre hubo uno antes que yo, un
imitador, y a mí, el verdadero, a veces ya no me quieren ver.
Vive la piratería en carne propia, y se resigna
porque los imitadores ponen en su publicidad "vea a Kiko" y con
letras muy pequeñas advierten "el imitador".
"Nada puedo hacer. Le pido, sí, a las autoridades
que me ayuden o a las personas que contratan a esos falsos Kikos,
que vayan y los denuncien a la PGR.
"Sin embargo, me siento feliz con esto", detiene la plática
para dar un autógrafo a un niño que había viajado
con sus padres desde la ciudad de Uma, Arizona, para ver el espectáculo.
"A mi hijo le fascina, a mí también y a mí padre igual,
desde chicos no nos perdíamos El Chavo", exclama la mamá
de ese pequeño ilusionado.
"El destino va jugando contigo, sólo que hay que
saber torearlo, saber que te conviene y que no es muy difícil",
prosigue Villagrán con voz nostálgica. Relata que de joven
nunca se imaginó convertirse en el personaje de las piernas torcidas,
el traje de marinero, y su cachucha de colores: "Yo nací en una
familia muy pobre, y mi sueño era ser futbolista". Después,
el destino lo llevó a ser fotógrafo del periódico
El Heraldo de México en la década de los 60 "y posterioremente
a pedir algún papelito en el programa de Capulina y en Los
Polivoces''.
Y con esa convicción predice el ocaso de lo que
ha sido su modus vivendi en 30 años. "Ya podemos hablar de
tiempo, máximo un año yo ya estoy dejando al personaje de
Kiko. Este trabajo es duro". Carlos Villagrán se despide,
entra a una camper para cambiarse, al tiempo que el locutor del
circo anuncia la primera llamada del espectáculo. En la fila de
la taquilla sólo hay 30 personas.