Carlos Bonfil
Pasión prohibida
De Lea Pool, realizadora de origen suizo, instalada en
Quebec, se conocen en México apenas dos filmes, La mujer salvaje
(1991) y Llévame (1994), presentados ambos en televisión,
y no hace mucho, el segundo, en la Cineteca. Su película más
célebre, Anne Triester, data sin embargo de mediados de los
años 80 y es la que mejor desarrolla sus temas predilectos: la incomunicación,
el desarraigo, el desaliento existencial. Al lado de la realizadora Patricia
Rozema, Lea Pool representa la expresión más vigorosa del
cine femenino canadiense. Lost and delirious (titulada en español
Pasión prohibida), su cinta más reciente, es su primer
trabajo en lengua inglesa y al mismo tiempo su intento de comercialización
más consistente.
Historia de una educación sentimental en un internado
de mujeres adolescentes de clase acomodada, el Perkins Girls College, Pasión
prohibida evoca los amores contrariados de Paulie (Piper Perabo) una
joven que asume desafiante su lesbianismo, y su compañera Tory (Jessica
Pare), quien sucumbe a su seducción, pero se refugia, temerosa del
estigma social, en las seguridades de la heterosexualidad. Todo esto es
observado por un personaje enigmático, la pequeña Mouse,
compañera más joven, que pronto se vuelve cómplice
afectivo y encubridora diligente. Un personaje más, la profesora
Faye Vaughn (Jackie Burroughs), presenta el perfil más interesante,
el de una mujer madura acostumbrada a reprimir sus emociones y su propio
lesbianismo, y que paulatinamente dispensa a Paulie las lecciones de una
armonía espiritual durante tanto tiempo fuera de su alcance.
Lea Pool ha tomado un modelo clásico del cine lésbico,
Jóvenes en uniforme (Mädchen im uniform, 1931)
de Léontine Sagan, revirtiendo sin embargo la descripción
de un universo escolar opresivo. La escuela canadiense es aquí un
ejemplo de tolerancia y comprensión, un espacio totalmente idealizado,
donde apenas puede entenderse la grandilocuente revuelta de la joven Paulie.
El autoritarismo y la indiferencia están en otra parte, en los retratos
algo desdibujados de madres ausentes o tiránicas, en todo caso en
un territorio exterior; ajeno al edén de tolerancia en el que viven
las protagonistas. Si añadimos a esta idealización un tono
de fábula, plagado de simbolismos, y la recurrencia al lenguaje
metafórico, descubrimos una cinta extraña, algo anacrónica,
y tan extravagante como los arrebatos líricos de Paulie, quien asume
el papel de héroe romántico shakesperiano (Antonio y Cleopatra)
para seducir a su amada y retar a un duelo de espadas al galán que
impertinentemente la corteja.
Sin aceptar las convenciones fantásticas del relato,
Pasión prohibida puede resultar una cinta exasperante e inverosímil.
La alusión insistente a la figura de un halcón que aprende
a vivir lejos del cautiverio y a permanecer fiel a su protectora a pesar
de su libertad recobrada, es un símbolo demasiado obvio. Resulta
también pesado el discurso de sabiduría instantánea
que dispensa el jardinero Joe (Graham Greene) a la joven Paulie. En un
momento de la cinta, una alumna da muestras de amplitud de criterio ante
la pasión amorosa de sus compañeras, señalando la
modernidad de la época, el ingreso a un nuevo siglo, más
tolerante. Sin embargo, pese al carácter rebelde de la protagonista,
y al título de la cinta, abiertamente lúdico (Extraviadas
y delirantes), el lenguaje metafórico y fantasioso de la guionista
Judith Thompson parece impregnado de una atmósfera victoriana donde
prevalecen la culpa y el anhelo de redención. La educación
romántica propuesta aquí desconoce la espontaneidad y el
impulso realmente liberador de Llévame, cinta casi autobiográfica
de la directora, un diario de artista. Dada la ausencia prácticamente
total de cine lésbico en nuestras pantallas, resulta interesante
poder apreciar el trabajo más reciente de Lea Pool. Es de esperar
que los circuitos culturales recuperen en alguna retrospectiva la continuidad
de su obra, sin duda una de las más complejas y estimulantes del
cine canadiense.