Guillermo Almeyra
Vías para la reconstrucción argentina/III
El país está en disolución y, como hemos tratado de demostrar en los artículos de sendos domingos anteriores, las vías de desarrollo basadas en el respeto a la oligarquía terrateniente y en la subordinación al mercado capitalista mundial han fracasado y son irrepetibles, en todas sus variantes, lo cual plantea la necesidad de una alternativa a las mismas y de osar caminos nuevos. Eso, a su vez, hace surgir la pregunta de si existirá, en la sociedad en descomposición, un grupo o un bloque social relativamente homogéneo que tenga la capacidad política y la voluntad de emprender un camino nuevo contra todo y todos, pero contando con los trabajadores y el pueblo argentino.
Veamos: el grueso del capital está en el exterior y está compuesto por las trasnacionales más los capitales de la oligarquía y los financieros que una y otra exportaron a medida que endeudaban al país. El capital, en la Argentina, está a su vez dividido entre los que todavía dependen de un mercado interno que se achica como la piel de zapa, los que esperan que los salarios reales caigan aún más para exportar con ventajas y dolarizar a partir de la relación más baja para el peso y, por último, los que, como Menem, quieren dolarizar de inmediato y terminar de vender el país. Esta división se expresa también en las dos alas neoliberales, la peronista y la radical. Por consiguiente, "arriba" no hay ni siquiera un bloque sino conflicto y división. En cambio, "abajo", una parte importante de las clases medias se está precipitando hacia la proletarización o la pauperización, y eso la empuja hacia una alianza con los movimientos sociales que resisten las consecuencias de la política del capital financiero, pero otra parte de esos sectores sólo persigue la quimera de recuperar la posición perdida y no desea ningún cambio social, ya que teme la idea misma de modificar nada y de aumentar así la intensidad del terremoto económico y social que la aterra. Al mismo tiempo, una parte importante de los oprimidos está excluida de la política y de la esperanza y, por consiguiente, podría ser nuevamente víctima de la corrupción o de la ilusión en un Salvador, castrense o no, pero con un discurso demagógico nacionalista, chovinista. O sea de una "revolución conservadora".
Los que han perdido ya todo y no esperan nada, sino sobrevivir, aumentan cada día y engrosan más bien el campo de la marginalidad y la delincuencia o de la marginación de la vida social; pero los que todavía tienen algo que perder, en cambio, se unen a los que sienten que tienen agravios que vengar y a los que, por razones culturales y políticas, tienen memoria histórica y esperanzas. En este campo se reclutan los que resisten y buscan alternativas. Aunque ellos sean minoritarios y heterogéneos, aunque entre ellos se cuenten también los sectarios incorregibles, incapaces de entender lo nuevo y obnubilados por los textos mal digeridos, estos sectores son, sin embargo, la base de la esperanza en un cambio social. Porque la vida enseña siempre algo, incluso al más dogmático, y obliga a unirse contra el enemigo común en ofensiva. Sobre esa fuerza, ahora menguante dadas las dificultades para reunir las asambleas populares y para elaborar una propuesta programática común con los piqueteros y los trabajadores ocupados, se basa la idea flotante de organizar un Frente Social Alternativo, con tareas de organización, de propaganda política, de recolección de reivindicaciones locales para su socialización y hasta de intervención electoral unitaria y democrática cuando sea el momento. Porque el bloque social que desde diciembre se está construyendo con las movilizaciones, como la de mayo de la CTA, debe tomar aún forma política y organizativa y debe tener un programa creíble, inmediato y a largo plazo, para crear poder y respaldar socialmente la lucha por un proyecto anticapitalista de país que enfrentará, sin duda alguna, todo tipo de resistencias, nacionales e internacionales, por parte del capital financiero, sus servidores y socios locales y los instrumentos de dominación y opresión de los mismos. En este sentido, es importante registrar la oposición entre la Iglesia, clásico aparato de dominación, y la política gubernamental y la división políticosocial en el seno de aquélla.
Es igualmente importante ver que el ejército no sólo está desprestigiado sino también debilitado, desorganizado y desmoralizado, y que en su seno se desarrollan sectores nacionalistas no sólo de derecha sino también antimperialistas. Eso facilita una salida popular mediante una combinación entre huelga general prolongada, desobediencia civil organizada, pobladas y movilizaciones y gracias a la organización de relaciones de doble poder, en la práctica cotidiana, en cada centro de estudio, de residencia o de trabajo para que todos hagan la práctica de la democracia directa y, a la vez, la del ejercicio del poder desde abajo y cambien las mentalidades antes de cambiar las cosas y las relaciones. Pero sobre esto volveremos el próximo domingo.
[email protected]