Pánico, la estrategia política
en EU
La propaganda de Washington hace creer a 57% en un ataque
el 4 de julio
JIM CASON Y DAVID BROOKS CORRESPONSALES
Washington y nueva york, 21 de junio. Otro día,
otra alerta.
Es decir, normal, ya es cosa de todos los días
aquí. Hoy, la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) alertó
que "terroristas" (¿cuáles? ¿todos?) podrían
utilizar camiones cisterna llenos de combustible para atacar a este país
o sus intereses y, por otro lado, que las celebraciones del Día
de la Independencia, el 4 de julio, podrían ser objetivos de atentado.
Ayer, la especulación fue que los "terroristas" podrían usar
ambulancias u otros vehículos de emergencia para un atentado.
Esta semana se evacuó la Casa Blanca y la Reserva
Federal, la semana anterior se anunció el arresto de "un terrorista"
que resultó ser un ex pandillero puertorriqueño que se sumó
a la fe musulmana, y que según el procurador general, John Ashcroft,
formaba parte de un complot para armar una llamada "bomba nuclear sucia"
y atacar.
En este contexto, no fue una sorpresa cuando un sondeo
de la revista Time y la cadena CNN difundido hoy registró
que 57 por ciento de los encuestados cree que un ataque terrorista el 4
de julio es "muy" o "algo" probable. En general, más de dos tercios
de la población opinan que existe un riesgo "significativo" de algún
tipo de atentado contra Estados Unidos en algún momento.
Mientras tanto, los políticos continúan
debatiendo cómo establecer una nueva secretaría de gobierno
encargada de la defensa de la patria, la cual, dicen, implicaría
el cambio más vasto de la estructura burocrática federal
en décadas. Por otro lado, la legislatura sigue investigando acciones
e inacciones, aciertos y fracasos del gobierno federal en torno a los atentados
del 11 de septiembre.
Pese a ciertas dudas que forman parte del debate público
sobre las versiones oficiales de varios aspectos de esta "guerra contra
el terrorismo" (por ejemplo, si existen y qué tan buenas son las
pruebas de que Abdullah al Muhajir, antes José Padilla, contaba
con el material y conocimiento para realizar un atentado con un tipo de
bomba nuclear primitiva, o, por otro lado, si en verdad el gobierno cree
que puede resolver sus fallas en el manejo de inteligencia al crear una
nueva burocracia con 170 mil empleados compuesta de viejas agencias), tal
vez lo más notable es que los principales medios, los políticos
y gran parte de los expertos, y quizá por eso la opinión
pública, parecen temer cuestionar las versiones oficiales de qué
está sucediendo, cómo, dónde y por qué.
Las versiones oficiales, si se aceptan tal cual, provocan
una serie de interrogantes, entre ellas por qué, pese a la ofensiva
en Afganistán y la declaración de guerra mundial contra "el
terrorismo", Al Qaeda y otras redes mantienen aparentemente suficiente
fuerza y capacidad para continuar representando una amenaza mayor para
Estados Unidos.
Algunos analistas, conservadores y liberales, han señalado
que el alto nivel de alerta y el número de amenazas parecen indicar
que el que está a la defensiva es Estados Unidos, y no sus enemigos
declarados.
También hay una creciente preocupación en
ciertos círculos porque la política para combatir el "mal"
y asegurar así la paz y defender "la civilización" ha fracasado
hasta ahora, ya que el mundo parece aproximarse a la peor pesadilla de
la era humana, una guerra de armas de destrucción masiva, y donde
los conflictos regionales, hoy más que nunca, amenazan la estabilidad
internacional.
La semana pasada, un ex oficial del Consejo Nacional de
Seguridad en la Casa Blanca, que apoyó la guerra en Afganistán,
expresó su preocupación porque la respuesta estadunidense
provoca mayores temores entre la comunidad internacional, particularmente
al declarar -y cambiar así de forma fundamental la doctrina militar
imperante desde el fin de la Segunda Guerra Mundial- el derecho de "intervención
preventiva".
Es decir, uno de los fundamentos del orden mundial y sus
leyes internacionales ha sido técnicamente violado al declarar el
derecho de iniciar unilateralmente un ataque contra otro Estado, de golpear
antes de ser golpeado, todo justificado por la amenaza de fuerzas "terroristas",
incluyendo gobiernos, dispuestas a usar armas de destrucción masiva.
El mejor ejemplo de esto es la política estadunidense
hacia Irak, aunque nadie ha demostrado su vínculo con los ataques
del 11 de septiembre, o Al Qaeda. Saddam Hussein, una vez aliado de Estados
Unidos, representa ahora la amenaza de un régimen estatal dedicado
al desarrollo de un ataque nuclear y/o de otras armas de destrucción
masiva. No pasa una semana en la que alguien del gobierno no mencione que
Estados Unidos está por lanzar un ataque militar abierto o clandestino
para derrocar al régimen iraquí. El presidente George W.
Bush firmó una orden ejecutiva que es en realidad una orden de asesinato
del líder de Irak (la formulación de la orden autoriza a
agentes clandestinos de Estados Unidos a "defenderse" contra oficiales
de Irak si éstos los están persiguiendo).
Más allá de las consecuencias de las nuevas
políticas sobre los derechos y libertades civiles dentro y fuera
de Estados Unidos, el vivir bajo constante alerta de ataques, amenazas,
guerra, continúa nutriendo un clima político y social que
para algunos es exactamente el que deseaban generar los "terroristas".
Si alguien tiene ganas de ir a ver un partido de beisbol
en el estadio, si desea ver los fuegos artificiales el próximo 4
de julio, si se le antoja irse de viaje y cuestionar la validez de la política
oficial, ahora lo tiene que pensar dos veces y mejor quedarse en casa esperando
la próxima alerta y mantenerse quieto, en silencio, y tratar de
vivir "normalmente".
Alerta tras alerta, amenaza tras amenaza, que una ambulancia,
un avión, un camión de combustibles o casi cualquier cosa
es una posible bomba tiende a tener un efecto de congelamiento de la razón
y hace cada día menos posible un cuestionamiento de cualquier acción
oficial, ya que nadie puede afirmar con firmeza si cada alerta es válida
o no, si cada amenaza lo es o sólo es una de mil posibilidades en
un universo en el que también se acaba de informar que un asteroide
(supuestamente no guiado por un "terrorista") pasó muy cerca del
planeta, y que si hubiese llegado a impactarlo hubiera sido una catástrofe.
Además, este clima de tensión y amenaza
ha tenido un efecto político positivo para la figura del presidente
y su equipo, como lo demuestra su aún muy alto nivel de aprobación.
Sigue en 70 por ciento, según la reciente encuesta de Time/CNN de
esta semana, y como suele pasar en tiempos de guerra en este país.
No es algo que pase desapercibido para los actores políticos, como
se reveló en una presentación de los estrategas políticos
del presidente hace una semana, donde aconsejan utilizar esta "guerra contra
el terrorismo" precisamente como una parte clave de la estrategia electoral
de su gobierno.
Así, cada día es más difícil
identificar entre lo que es una legítima cuestión de seguridad
nacional y lo que es, a fin de cuentas, una maniobra para fines político-electorales.
Mañana habrá otra alerta más, así
es que todo sigue normal.