Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 22 de junio de 2002
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Política
Luis González Souza

¿Mundial atípico, Mundial espejo?

No somos nadie para contrariar la fiebre futbolera que recorre al mundo. Trataremos, sin embargo, de encararla con espíritu analítico y hasta especulativo. Nuestra hipótesis difiere de los clichés sospechosamente sincronizados en casi todos los medios, en este caso, no de comunicación sino de idiotización. Dicen los comentaristas profesionales que el actual Mundial de futbol Corea-Japón es el de las sorpresas, de las herejías, de las travesuras anticlimáticas a cargo de los seleccionados "de segunda línea" (Pelé), destacadamente Senegal, Corea y Turquía, contra vacas sagradas de la talla de Italia, Rusia o Francia, que fueron eliminadas a las primeras de cambio. Por ello, dicen los más elegantes, lo que hoy presenciamos es un Mundial "atípico".

A nuestro entender, más bien se trata de un Mundial-espejo del mundo de nuestros días, o tal vez premonitorio del mundo por venir en las próximas décadas. Pensamos en un mundo donde los de abajo, los de "segunda línea", para seguir con Pelé, terminan de decir ¡basta! inclusive en el reino del futbol, hasta hace poco muy bien resguardado por burocracias como la FIFA, codo a codo con suculentos negocios de patrocinadores, televisoras y demás. Basta de ampliar la brecha ?entre y dentro de las naciones? que separa a los que todo lo tienen y los que a duras penas sobreviven. Basta de humillaciones sistemáticas hasta en las canchas de futbol.

Si en las canchas del mercado, la política y las guerras toma mucho tiempo la igualación, en las futboleras sólo toma entre 90 y 120 minutos de juego digno, comunitario (juego de equipo) y enjundioso. Así fue como ese "tigrillo del sudeste asiático" llamado Corea del Sur sacó de la contienda a Italia, una de las mayores potencias futbolísticas en la historia del balompié. Y así fue como Senegal puso -y seguirá poniendo- muy alto el nombre de la olvidada o hasta desahuciada Africa. Todo lo que la actual globalización depredadora le ha quitado en esperanza de vida a dicho continente, ahora Senegal (y en menor medida los seleccionados de Sudáfrica y Nigeria) se lo han devuelto con las divisas del futbol digno, incansable, vertical y, por si fuera poco, ya más alegre y vistoso que el mismísimo futbol brasileño.

La rebelión de los de abajo, pues, ya asomó hasta en las canchas de futbol. Y es que el mundo anunciado con la "nueva guerra" de Bush simplemente es insoportable, como insoportablemente vergonzosa es la excepción protagonizada por la selección mexicana, que después de tres grandes desempeños ante Croacia, Ecuador e Italia, volvió a las andadas ante Estados Unidos. Esas andadas de agachar la cabeza y lamer pisos ante el vecino país, ahora incluso en un partido de futbol, sospechoso de cabo a rabo, desde la alineación y sus cambios, hasta el arbitraje; desde la poca entrega de muchos jugadores, hasta las conductas autocomplacientes de directivos, durante y después del juego; desde los telefonazos presidenciales (Bush-Fox) previos al juego, hasta los apapachos y cachondeos en ascenso que seguramente están a la vuelta de la esquina.

No somos nadie para mejorar decisiones técnicas como las del Vasco Aguirre. Pero sí vimos y sufrimos lo que todos: un equipo que distó de "morir en la raya", que careció de lo que ha hecho grandes a equipos como Senegal y Corea: una entrega al límite del desfallecimiento, una dignidad a prueba de balas, dólares y silbatazos traperos, lo mismo que de telefonazos amenazantes o rastreros.

Lástima por México, que hasta la dignidad futbolera parece perder. Ojalá algún día conozcamos toda la verdad subyacente a la humillante derrota frente a Cobi Jones y sus coequiperos. Pero aún nos queda Senegal para poner en alto el nombre de los abajo. Y aún si Senegal no se corona, el actual ya puede llamarse el Mundial de los de abajo, el Mundial espejo del nuevo mundo que ya asoma, ciertamente, no en los escritores de la FIFA, de la Casa Blanca ni de Los Pinos, pero sí donde más importa: en el subsuelo de los marginados, abrevadero último de todas las dignidades.

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