MEXICO, SA
Carlos Fernández-Vega
Una vez más, el secretario de Hacienda, Francisco
Gil Díaz, utilizó la tribuna del Poder Legislativo para espantar
a propios y extraños con el petate del muerto: la inminente
argentinización de México si los ingresos públicos
no aumentan inmediata, sustancial y permanentemente.
Con su dudoso señalamiento, a todas luces chantajista,
el funcionario sólo provocó, en primera instancia, la nerviosa
reacción de un mercado cambiario de por sí sensible, que
elevó el tipo de cambio peso-dólar a un nivel histórico,
situación que de inmediato hizo rememorar aquel trágico diciembre
de 1994, cuando el entonces titular de Hacienda, Jaime Serra Puche, abrió
la caja de Pandora tras "filtrar" el incremento de la banda de flotación
de nuestra moneda, con las consecuencias por todos padecidas.
El país no termina de recuperarse de aquel desastre
generado por dicho desacierto -cometido en el ámbito de una economía
sostenida con alfileres-, cuando Gil Díaz se dedica a jugar y chantajear
con los "ejemplos" de naciones hermanas en desgracia, sin ponderar los
negativos efectos inmediatos sobre la frágil economía nacional.
Si bien es cierto que México nunca se ha caracterizado
por la abundancia de recursos públicos, también lo es el
hecho de que los existentes se han destinado y se destinan, en buena proporción,
a atender las urgencias y a cubrir los excesos de la perniciosa estructura
oligopólica imperante en el país. Un ejercicio de memoria
nos remite de inmediato a los miles de millones de pesos de dineros presupuestales
que año tras año se canalizan al salvamento de los bancos,
los banqueros y las empresas -muchas de ellas propiedad de estos últimos-
que gozan de los generosos beneficios del Fobaproa-IPAB; a los rescates
de los "hombres de negocios" que participaban en las concesiones carreteras,
las líneas aéreas, los ingenios azucareros y demás
sectores privatizados que, más temprano que tarde, exigieron el
auxilio de las arcas nacionales para poder seguir haciendo negocios. Qué
decir de las decenas de miles de millones de dólares que anualmente
salen del país para cubrir el servicio de la deuda externa oficialmente
reconocida y los que se destinan, en pesos, al pago de los intereses del
débito interno, en manos de los mismos banqueros rescatados. Sólo
para no olvidar, es necesario mencionar que en la última década
el gobierno mexicano pagó alrededor de 150 mil millones de dólares
sólo para cubrir los intereses de un débito que en 1992 se
aproximaba a los 80 mil millones de dólares, y que hoy se acerca
a los 77 mil millones.
El secretario de Hacienda, pues, se queja por la carencia
de recursos públicos en un país en el que la evasión
fiscal se calcula en 600 mil millones de pesos anuales, y nadie hace nada
por combatirla; cuando -si de ejemplos se trata- los mismos banqueros amparados
por el Fobaproa-IPAB le adeudan al erario nacional más de 45 mil
millones de pesos en impuestos; cuando, en fin, el Banco de México
atesora alrededor de 42 mil millones de dólares en intocables reservas
internacionales, para que a la postre el tipo de cambio peso-dólar
se deprecie a la primera declaración poco afortunada de un secretario
de Estado.