MELON
Luis Angel Silva
Elena y su filin
ELENA BURKE NACIO en La Habana el 28 de febrero de 1928. Su nombre verdadero fue Romana Burgues. Vino a México por primera vez en 1948, como parte de las Mulatas de Fuego, y actuó en el teatro Follies y el cabaret Waikiki. En el espectáculo también participaba Celia Cruz.
PERMITAME, MI ASERE, hacer un poco de historia para relatarle como conocí a la después llamada Señora sentimiento. Facundo Rivero, compositor y pianista cubano, llegó a México en 1950 acompañando a Rita Montaner para hacer una corta temporada en el cabaret Astoria. Casi para terminar ésta, lo contrató la empresa para que se presentara con su cuarteto en el mismo escenario. El cuarteto estaba compuesto por Cecilia González, Elba Montalvo, Jesús Leyte y Abelardo Ebano Rivero.
EN AQUEL TIEMPO la orquesta de Juan García Medeles acompañaba a las atracciones que presentaba el Astoria. Sin embargo, Facundo pidió que fueran Los Guajiros del Caribe, a los cuales dirigía Toño Espino, los encargados de brindarle su apoyo. Dicho sea de paso, ese conjunto ha sido de los mejores que ha dado México.
ASI SURGIO UNA gran amistad entre los cubanos y el conjunto, y un romance que culminó en el matrimonio de Cecilia y César Molina, trompetista de Los Guajiros, los cuales decidieron radicar en Ciudad Juárez. Facundo mandó buscar a Elena Burke para sustituir a Cecilia. De esta manera llegó a México de nuevo la Señora sentimiento.
DESDE EL PRIMER ensayo Elena mostró su calidad. En mi modesta opinión, se tardaron mucho tiempo en reconocerle méritos a esta exponente, ya que tuvo que picar piedra con los cuartertos de Orlando de la Rosa y D'Aída, antes de convertirse en solista, para brindarnos su estilo, incomparable, a mi entender. Estilo que sólo los elegidos imponen, que estaba lleno de cualidades: no sólo era la voz, a la cual envolvían la expresión, el sentido del ritmo y, sobre todo, lo que proyectaba, así como el apellido de su mote, el sentimiento. No pudo tener algo mejor que la distinguiera merecidamente: Señora sentimiento.
Luz propia
A RAIZ DE la cercanía que hubo entre nosotros, pude escucharlos en petit comité los cinco, incluida Cecilia, eran fuera de serie, sólo que Elena brillaba con luz propia. Recuerdo un número llamado šAy, José!, que interpretaba con un sabor, talento y picardía dignos de ovacionarla de pie. Tenía una manera de bailar extraordinaria y su sentido de clave era propio del mejor sonero.
VOY A PECAR de indiscreto, pero la ocasión lo amerita. Elena tuvo un romance un tanto tempestuoso con un bongocero -excelente, por cierto-, llamado Angel Romero Donís, del grupo de Toño Espino y más tarde timbalero de Lobo y Melón, lo cual hizo que la amistad ente nosotros aumentara. Las veladas bohemias en el camerino se hicieron frecuentes. José Antonio Méndez era uno más del grupo, así como Omara Portuondo, los cuales nos acercaron al famoso filin. Eso me hace decir que nuestro camerino fue una prolongación del callejón de Hammel, la cuna de ese movimiento musical.
ACOSTUMBRABAMOS DESAYUNAR CASI diario en el Sanborns del desaparecido Hotel del Prado. Ya que a Elena le gustaba ir a comer menudo en un lugar ubicado en la calle de Mosqueta, eso hacía que algunas veces El Chamaco Angel, el Fufu y un servidor, nos separáramos del personal para complacer a Elena Burke. Esa Elena de todas las Elenas que nos regaló su saoco, su alegría, su sentido del humor, lo cual me hace decir que para mí no ha muerto.
ME QUEDAN LOS recuerdos, en especial de una actuación en el Instituto Veracruzano de Cultura, donde, en compañía de Froylán, gran guitarrista, bordó las canciones con la preciosidad del don que el ser supremo la dotó. šQué Dios te tenga en la gloria, Señora sentimiento!