José Cueli
Salió el Barbas
a gente aficionada recorre los cafés madrileños y murmura que se han ido las figuras y aparecen en el ruedo de Las Ventas los toros de verdad, casta y genio. El Zotoluco, nuestro Zotoluco, en el penúltimo cartel de la feria isidril con los toros de Adolfo Martín. šOle los toreros valientes!
La plaza estaba de bote en bote, viendo salir por la puerta de toriles a los toros, duros de cabeza, larga cuerna, presencia espantable, fuerte musculatura y mucho poder. El entusiasmo, esa rabieta espiritual y corporal que se posesiona del cuerpo de todos los aficionados, se hizo presente durante las corridas del final del ciclo isidril, al ver toros.
Desde que salieron se vio que traían en sí la sangre brava, esa sangre que debe tener glóbulos rojos de fuerza incontrolable. Corrían para acá, para allá y no hacían más que buscar a quién partirle su madre con los cortaplumas que traían puestos de forma monísima, sobre la región frontal.
El bravo Zotoluco salió a tragar paquete. Mas no pudo con la raza y encastada nobleza de su primer enemigo que lo desbordó. El toro fue premiado con la vuelta al ruedo y El Zotoluco se retiró al callejón en medio de una gran rechifla.
Con estos bravos toros, destacó en el segundo enemigo de El Zotoluco, Efrén Acosta, su picador, que volvió a ser triunfador en corrida en que los toreros no pudieron con los de Adolfo Martín. Lo dicho "cuando hay toros, no hay toreros y cuando hay toreros no hay toros. šOtra vez, será Zotoluco!