El 10 de junio de 1971 hubo "más perversión"
que en 1968: Jesús Martín del Campo
Funcionario del GDF presenta hoy la primera denuncia
por el halconazo del Jueves de Corpus
Luis Echeverría, probablemente "el gran organizador"
del ataque, señala el ex diputado
La tardanza, porque no confiábamos en la autoridad
Hay que aprovechar la fiscalía, dice
MIREYA CUELLAR
Treinta y un años después de lo que se conoce
como la matanza del Jueves de Corpus -el grupo paramilitar denominado Los
Halcones atacó a un contingente estudiantil que marchaba pacíficamente
por la avenida Ribera de San Cosme, iba del Casco de Santo Tomás
al Zócalo-, el 10 de junio de 1971, se presentará la primera
denuncia de hechos para que la fiscalía que investiga las violaciones
a los derechos humanos durante los años de la guerra sucia,
y que encabeza Ignacio Carrillo Prieto, abra una investigación.
Jesús Martín del Campo, ex diputado federal
del PRD y actual funcionario del Gobierno del Distrito Federal, acudirá
este mediodía ante Carrillo Prieto en calidad de ciudadano "con
interés jurídico directo" a presentar la denuncia. Edmundo
Martín del Campo Castañeda, de 20 años de edad, hermano
del legislador, murió cuando una bala expansiva le atravesó
el pecho mientras marchaba aquella tarde.
La espera tiene una explicación: "No fuimos entonces
ante las autoridades porque no confiábamos en ellas, no podíamos
esperar que quien mató a mi hermano hiciera una investigación.
No tenía sentido, era un Estado represor al que sólo le interesaba
controlar los movimientos estudiantiles, porque en los años 60 y
70 ser joven y estudiante te convertía en un enemigo potencial del
Estado..."
En
la matanza del 10 de junio -la define así porque hay testimonios
de sus compañeros que contaron unos 60 cadáveres- hubo una
actitud "todavía más perversa que en la del 2 de octubre",
porque había gente infiltrada entre los estudiantes, un grupo de
halcones que golpeó con kendos (palos que se utilizan en
las artes marciales) y persiguió a los alumnos, un cuerpo de Granaderos
indiferente a la agresión y francotiradores apostados en algunos
de los edificios de la zona.
"Fue precisamente uno de esos francotiradores el que asesinó
a mi hermano, y él no fue el único que murió por una
bala expansiva."
El funcionario capitalino confía en que la fiscalía
de largo nombre -especializada para la atención de hechos probablemente
constitutivos de delitos federales cometidos por servidores públicos
contra personas vinculadas con movimientos sociales-políticos-,
haga una indagación a fondo y finque responsabilidades, porque "no
se trata sólo de retomar el asunto temporalmente, estamos decididos
a que se retome adecuadamente".
Y convoca a quienes tengan un "interés jurídico
directo", es decir, familiares de quienes hayan muerto o resultado heridos
en aquel ataque, a que se presenten ante Carrillo Prieto y hagan su denuncia.
"Hubo una farsa, una simulación completa en la investigación
que ordenó el entonces presidente Luis Echeverría. Lo más
probable es que el gran organizador sea precisamente él, quien después
distribuyó responsabilidades entre sus subordinados."
El 10 de junio de 1971, Jesús Martín del
Campo también iba en la marcha convocada por el Comité Coordinador
de los Comités Estudiantiles (le decían El Coco) en
el que participaban el Politécnico, la Universidad Nacional Autónoma
de México y las normales, en apoyo a la movilización que
los alumnos de la Universidad Autónoma de Nuevo León mantenían
en Monterrey por la destitución de su Consejo Universitario.
Como el consejo de la universidad regiomontana fue reinstalado
unos días antes del 10 de junio, los estudiantes discutieron ampliamente
la posibilidad de suspender la movilización. Hubo opiniones encontradas
y en una sesión plenaria se decidió hacerla, porque "había
un deseo de recuperar las calles después de la matanza del 2 de
octubre".
Entre octubre de 68 y junio de 71 nadie se manifestó.
Había un clima de temor, recuerda Martín del Campo, "incluso
una discusión muy fuerte entre los estudiantes, ya que algunos tenían
sentimientos de culpa. Se la pasaban recordando la represión y preguntándose
si no tenían alguna responsabilidad en la matanza por haber convocado
a la marcha... El acoso era tal que para algunos salir a las calles a manifestarse
era 'provocar al Estado' y no había que hacerlo".
La otra posición era que en este país existía
el derecho a manifestarse y que si se hacía pacíficamente
no tendría por qué haber problemas. Así que finalmente
se votó y se decidió hacerla. "Todavía el 10 de junio
al mediodía, unas horas antes de la marcha, cuando ya había
gente reunida en el casco de Santo Tomás, Joel Ortega hizo una última
consulta y se determinó salir."
"¿No-que-no?, ¡sí-que-sí!,
¡ya volvimos a salir!", fue la consigna que como canto y grito repitieron
los casi 8 mil jóvenes que emprendieron el recorrido.
El contingente pasó frente a varios grupos de granaderos
que no se inmutaron mientras marchó sobre la Avenida de los Maestros.
Pero apenas terminó de bordear la Escuela Nacional de Maestros y
dio vuelta a la izquierda para tomar San Cosme empezó la corretiza.
Los del kendo se fueron en grupos contra los estudiantes y también
se empezaron a escuchar los disparos.
"Las primeras filas, dentro de las cuales iba mi hermano,
recibieron los balazos... Cayeron prácticamente sobre sus compañeros.
La marcha ya no avanzó. Fueron varias horas de confusión.
Los que podían, se metían en las casas de las calles aledañas.
"Recuerdo que otro compañero y yo entramos en un
departamento. El señor de la casa nos acogió y, como nos
queríamos ir un rato después, nos decía: 'no, muchachos,
no salgan'. Yo quería ir a buscar a mi esposa, que estaba embarazada,
y a mi hermano, que era menor que yo.
"Salimos varias horas después. Ya era de noche
y caminamos hacía la Normal. No encontré ni a mi hermano
ni a mi esposa, así que me dirigí a la casa de mis padres.
Ahí llegó un amigo de mi hermano a decirnos que Edmundo había
muerto prácticamente en sus brazos, instantes después del
balazo. Mi esposa llegó después. Entonces la preocupación
era que no fueran a desaparecer el cadáver. Lo tenían en
la novena (delegación de policía) y se tardaron las horas
en entregarlo. Como si se tratara de la situación más normal
del mundo nos dijeron que había muerto de un balazo. No hubo actuaciones,
nada."
"Monstruo, no animal político"
"En la delegación -prosigue- nos encontramos a
muchos familiares de los muertos. La sensación era de miedo; con
quién te quejas, a quién le dices 'protégeme'... Nadie
quería saber nada de denuncias, de indagaciones, todos sabíamos
que una vez más el Estado había decidido reprimirnos. Mi
madre decía que nada iba a regresar a los muertos."
-¿Qué sentido tiene hacerlo ahora?
-Que una sociedad no puede ser condenada al olvido. La
única manera de que esa tentación no se repita es que haya
una sanción social y legal. Ahora, además se abre la posibilidad
de una indagación a fondo. Nadie podía esperar que el PRI
hiciera una investigación cuando el año pasado todavía
el propio Echeverría dijo que no hubo muertos, que fue una zacapela
entre estudiantes violentos, cuando hay incluso testimonios de médicos
del hospital Rubén Leñero (a un lado del Casco de Santo Tomás)
que revelan no sólo la existencia de heridos que murieron en sus
instalaciones, sino que los Halcones entraron y se llevaron a los
heridos.
"Echeverría es un monstruo político, no
un animal político, que mandó hacer ciertas cosas a sus colaboradores
y después los inculpó. Es un gran embaucador y demagogo,
que tuvo la capacidad de envolver a muchos."
Después de la matanza se tendió una columna
de humo. Alfonso Martínez Domínguez fue destituido de la
regencia del Distrito Federal y Echeverría pronunció sentido
discurso, nada más. Es necesario aprovechar el espacio legal que
nos brinda la fiscalía, concluye Martín del Campo.