Michael Moore, guerrillero mediático
Icono de la nueva izquierda estadunidense, nadie como él habla tan pesado sobre Bush y compañía
HERMANN BELLINGHAUSEN
La reciente edición del Festival de Cannes permitió al mundo descubrir uno de los secretos peor guardados de Estados Unidos, uno de los más incómodos. En estos tiempos de superhéroes virtuales y épicas apocalípticas, de guerras justicieras y pensamiento único en la horma de todas las botas, señoras y señores, tenemos ahora, de Flint, Michigan, al hombre común que se atreve a enfrentar directamente al crimen corporativo en cualquiera de sus encarnaciones diabólicas con y sólo con una cámara de televisión: Michael Moore.
Es un héroe intercambiable, figura de culto para la bizarra nueva izquierda estadunidense, que ha subvertido un buen número de cosas con su ''guerrilla cinematográfica", su exitoso programa de televisión por cable The awful truth (La espantosa verdad) y el visitado y movilizador sitio en Internet dogeatdogfilms.com (perrocomeperro.com), cuartel general cibernético de las ''milicias de Mike".
Al distinguir el documental Blowing for columbine con el premio del 55 aniversario, el jurado de Cannes, presidido por el también estadunidense David Lynch, propinó a George W. Bush una fuerte bofetada el mismo día que éste visitaba Francia en busca de mayor apoyo de Jacques Chirac para sus guerritas santas. El 26 de mayo, el jurado estaba premiando también Intervención divina, documental palestino de Elia Suleiman, y Sweet little sixteen, el más reciente docudrama del inglés Ken Loach, gran cineasta de combate.
En el discurso oficial y en los medios de comunicación de Estados Unidos, ''palestino" y ''terrorista" son términos intercambiables, pero lo verdaderamente insoportable para ellos fue que invitaran, y para colmo distinguieran, a Michael Moore por su demoledor testimonio sobre la violencia cotidiana en su país.
Primer documental invitado a Cannes en 46 años (desde que Cousteau participó en los 50 con sus viajes submarinos), los reseñistas estadunidenses del festival se preguntaban qué le ven en Francia a ese patán. Y ante los 13 minutos de aplausos que recibió Blowing for columbine se contestaban, macartistas malgré tout: ''Es porque en Europa les gusta ridiculizar a Estados Unidos".
Este mismo artista del trapecio acababa de publicar el libro Estúpidos hombres blancos (y otras excusas por el estado de la nación). Escrito antes del pasado 11 de septiembre, se publicó meses después debido a los intentos de censura. Hoy, a pesar de que muchas librerías se negaban a exhibirlo, Stupid white men es el best-seller de la temporada en esa nación a la que, en el mejor espíritu de Frank Zappa, el propio libro califica de ''idiota".
En la prensa estadunidense y británica se desató enseguida una campaña de desprestigio contra Moore, que sólo ha cimentado más su prestigio. ƑQuién es este individuo, nuevo vocero del marxismo línea Groucho, mezcla de Clark Kent y Ponchito, la asesina agudeza satírica de Karl Kraus y la pesca jugosa de Por mi madre bohemios, las causas nobles de Ralph Nader y la patética simpatía de un Woody Allen proletario? Hagamos de cuenta que Noam Chomsky fuera 20 años más joven y, en vez de serio lingüista, un performer en televisión sin miedo al ridículo.
Hoy nadie le habla más pesado a Bush y compañía que el conductor de La espantosa verdad, el artesano cineasta que a punta de sensatez y humor feroz está revolucionando el género documental; el periodista independiente, icono de la lucha antiglobalización: Mike, pesadilla de los criminales de cuello blanco que se han adueñado del gobierno y el mundo.
Just call me Mike
Había una vez un Pulgarcito panzón y desfajado, con gorra beisbolera y una cámara de video siguiéndolo en sus andanzas, que desde los años 80 puso a rodar una película detrás de los gobernantes, los magnates corporativos y los militares, hasta los últimos confines del fascismo ''estilo americano". Sus legiones de fans y colaboradores lo llaman simplemente Mike (que además de apodo para los Michael, es apócope de micrófono).
Como todo superhéroe que se respete, no hay enemigo que le quede grande ni causa justa que no esté presto a abanderar. No extraña que en las protestas de Seattle, contra la Organización Mundial de Comercio y la globalización corporativa, Michael Moore haya sido una de las figuras claves, y a la vez emblemáticas.