TOROS
Concluye en La Florecita la primera etapa de la Feria Nacional del Novillero
Nuevo triunfo de Rogelio Sánchez por su entrega e inventiva toreras
Lamentable desempeño del juez Luis Corona, que negó la oreja, al igual que a José I. Ortiz
LEONARDO PAEZ
A la afición sana de México ya no le sorprenden los bandazos de la autoridad en las plazas. El mal ejemplo cunde, decía la gente de antes, y entre sólo tener y de verdad ser autoridad, sigue habiendo un abismo que no salvan rangos ni títulos académicos sino la congruencia entre lo que se cree, se dice y se hace.
En la séptima y última novillada de la Feria Nacional del Novillero Telmex 2002, en su primera etapa, celebrada en la plaza La Florecita de Ciudad Satélite, se lidió un encierro bien presentado, sin exceso de kilos ni de cabeza de la ganadería de Víctor Huerta, matador de toros en retiro que bien recuerda que en los años cincuenta en México no se requerían catedrales con cuernos para consagrarse.
Manejable en términos generales, con fijeza y recorrido, la novillada sin embargo acusó debilidad y sosería, a excepción de los jugados en tercero, quinto y sexto lugares, siendo aprovechados en forma desigual por los alternantes Jorge López El Zotoluco -apodo harto comprometedor hoy en día-, Orlando Huerta, Rogelio Sánchez, José Isabel Ortiz, Juan Luis Silis y Ricardo López El Cade, quien a la postre recibiría la única oreja de la tarde, no por inmerecida menos mencionable.
No obstante la transmisión diferida de los partidos del Mundial de futbol y el cielo nublado, el pequeño coso -2 mil 500 localidades- registró tres cuartos de entrada, prueba de que si a la gente se le ofrecen en forma sostenida verdaderas expectativas de emoción, no de diversión, acude a las plazas, y si los muchachos que en ellas triunfan son repetidos en otras, nuevos públicos acuden a esas otras plazas, al grado de que pronto surgen nuevas figuras de los ruedos, es decir, nombres con capacidad de convocatoria de las grandes masas.
Pero lo que en el primer mundo taurino es sentido común y profesionalismo, por acá sigue siendo ciencia.
Rogelio Sánchez, vaya porvenir
En tercer lugar salió Tunero, con 416 kilos, que correspondió a Rogelio Sánchez, de Apizaco, que tan grato recuerdo dejara tras su actuación en el quinto festejo de este serial frente a un bravo novillo de La Guadalupana.
Consciente de su dominio escénico -apoderarse del ruedo como un primer actor capaz de improvisar, no como patiño que sólo repite lo aprendido-, Rogelio exhibió intuición, inspiración y cabeza para estar delante del toro. Recibió a porta gayola, aguantó la embestida y fue desarmado. Se plantó al hilo de las tablas, ejecutó con el capote el cite de El Imposible, lo realizó milimétricamente y al salir de la suerte el novillo de nuevo lo desarmó.
Imperturbable, sabedor de que ya tenía al público con él, Sánchez recogió y fijó al alegre burel para instrumentar templadas y sentidas verónicas, rematadas con pinturero recorte a una mano. Además del valor y la entrega y antes que la técnica y el oficio, los públicos siempre agradecerán la creatividad de los toreros delante de los toros.
Prueba que este joven de Apizaco también piensa en la cara del toro, Rogelio ordenó a su picador detener el castigo tras señalar el primer puyazo, luego de la debilidad acusada por los dos primeros novillos. Hasta en tres ocasiones ejecutó el vistoso y ya insólito Quite de Oro de Pepe Ortiz, aguantó a ley la descompuesta embestida, remató con precisa revolera y a petición del público cubrió vistosamente el tercio de banderillas, destacando un lucido violín en los medios.
Con suaves doblones volvió a llevar al novillo al centro del redondel, por ambos lados lo toreó con temple y expresión, sentimiento, gusto y recursos -aquel forzado de pecho para quitarse la cornada, más que para lucirse-, y luego de un pinchazo yéndose por derecho, dejó media estocada en todo lo alto.
La gente, de pie, demandó la oreja para tan elocuente y variada labor, pero el juez Luis Corona, manirroto en otras plazas, la negó, en exhibicionista rigorismo. Sin embargo, la fuerza con que Rogelio Sánchez dio la vuelta al ruedo, corroboró el potencial torero que posee.
José Isabel Ortiz
Bien, muy bien toreó con capote y muleta al cuarto, Campanero (408), el hidalguense José Isabel Ortiz, que supo acariciar las embestidas, templando y mandando sin molestar a la res, y cuando el sosito novillo traía la oreja por el lado izquierdo, Ortiz se empeñó en torearlo por el derecho. "Hasta que tome la muleta", le gritó su asesor en el callejón. José lo escuchó y dejó un impecable y fulminante volapié que por sí solo merecía la oreja, pero Corona, instalado ahora en visionudo contrapeso de sus pueblerinos colegas de la Plaza México, volvió a negar el merecido premio. La ovacionada vuelta que dio Ortiz desmintió la falta de criterio de usía, que a ver si en Arroyo mantiene los mismos niveles de exigencia.
ƑLos triunfadores de Telmex serán tomados en cuenta por el resto de las empresas que se aprestan a salvar a la Fiesta?