LAS VENAS ABIERTAS DEL FISCO
El
fisco deja de recaudar cada año 600 mil millones de pesos debido
a la evasión del pago de impuestos de empresas, según lo
ha reconocido el propio titular de la Secretaría de Hacienda y Crédito
Público (SHCP), Francisco Gil Díaz. El monto supera los 60
mil millones de dólares anuales que, comparados con los 12 mil 283
millones de dólares de inversión extranjera directa que recibió
nuestro país en 2001, resulta ser una cifra récord.
En pocas palabras, el faltante en el ingreso nacional
provocado por la evasión es cinco veces mayor al ingreso de dinero
"fresco" (que, por otra parte, no alcanzó a cubrir más que
70 por ciento del déficit en la cuenta corriente de 2001, la cual
superó ligeramente los 17 mil 400 millones de dólares).
El país se desangra año con año,
sin embargo, la carencia de recursos nacionales, que se reclama, por ejemplo,
para abrir los sectores energéticos al capital extranjero, serían
inexistentes si el ahorro nacional y la recaudación impositiva funcionaran
adecuadamente.
Pero el primero se desploma por el debilitamiento de los
salarios reales y la consiguiente reducción del mercado interno,
en tanto que la segunda sufre los efectos combinados de una política
recesiva y monetarista, y de la actual dificultad, legal y organizativa,
en que se encuentra la SHCP para identificar a los grandes evasores y obligarlos
a cumplir con sus responsabilidades fiscales.
Asimismo, la prioridad dada al pago de deuda con una moneda
fuerte estimula las importaciones, lo cual genera, además del déficit
mencionado, el cierre de miles pequeñas y medias empresas y comercios
que no pueden enfrentar la competencia extranjera.
Por otra parte, los despidos que engrosan las filas del
sector informal y reducen las contribuciones que corresponde pagar a los
patrones y a los propios asalariados, así como la fuga de capitales
nacionales al extranjero (hasta el momento se tiene noticia de 47 mil millones
de dólares depositados por mexicanos en Estados Unidos) enturbia
el destino de los recursos que deberían ingresar a las arcas nacionales
vía impuestos.
Esto contribuye poderosamente a que el país siga
siendo un exportador neto de las divisas que tanto necesita para su desarrollo,
para salvar al campo, para mejorar la educación, para elevar el
nivel de vida, reduciendo la inseguridad y la violencia, o para modernizar
las empresas estratégicas del Estado.
Si a este panorama se agrega la visión que domina
una parte importante del empresariado mexicano, según la cual el
objetivo principal del sector productivo es la generación de intereses,
da la impresión que el Estado que subvenciona a los banqueros con
dinero de los contribuyentes (el IPAB cuenta con pasivos que ascienden
a 788 mil 304 millones) peca de una generosidad ilimitada y recursos inagotables.
¿Por qué habría de extrañar,
entonces, el incumplimiento de sus obligaciones fiscales, sólo para
no ser menos que la banca que además es predominantemente extranjera?
La prevalecencia de la evasión y defraudación
fiscales, pese a la detención de 33 empresarios durante esta administración,
es un indicio claro que este ilícito no se resolverá únicamente
con medios policiales y llamados al patriotismo, pues es, en lo esencial,
una cuestión política y ética, que se relaciona con
la concepción sobre el tipo de país que se quiere construir
y su futuro.
Forma parte, además, de la necesidad de revertir
una política deflacionista que no fomenta el mercado interno y por
lo tanto reduce los ingresos y el ahorro nacionales. Las venas fiscales
están abiertas y antes que nada es prioritario suturarlas.