Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 26 de mayo de 2002
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Espectáculos
Llenó de música clásica cubana el Teatro de la Ciudad

Buena Vista Social Club ofreció el primer concierto de su nueva era

PABLO ESPINOSA

Una vez realizada la ceremonia del relevo generacional, la noche del miércoles 22 en el Auditorio Nacional, la orquesta Buena Vista Social Club ofreció el primer concierto de su nueva era la noche del viernes 24 en el Teatro de la Ciudad, con una calidad artística tan elevada y en niveles emotivos, sensoriales y filigranas de prodigios técnicos diríase para iniciados pero que disfrutaron intensamente todos y cada uno de quienes llenaron a tope el renovado teatro, que puede esgrimirse sin ambages la figura a manera de parangón: es como haber escuchado a la Filarmónica de Berlín, es decir: fue un concierto insuperable, con la mejor orquesta de música clásica de Cuba.

Porque no hay en el mundo entero algo que supere a lo que pudo oírse el viernes. Si bien ciertamente cada concierto es irrepetible por naturaleza, la bondad de lo acontecido está preñado de futuro: lo que sonó en el Teatro de la Ciudad es el esplendor de la música clásica de Cuba con una orquesta por completo reafirmada, definida, y que garantiza su continuidad con la consolidación de sus filas, renovadas con músicos jóvenes que conviven con los grandes maestros y con un sonido inconfundible, que puede distinguirse claramente de la misma manera como el buen melómano puede distinguir cómo suenan diferente, por ejemplo, la Filarmónica de Viena y la de Berlín.

Una sección de cinco saxos que remitían al primer Pérez Prado, una sección de percusiones entretejida con la de alientos metales entera (¡qué trombones, qué trompetas, qué manera de conducir los éxtasis!) como solamente Chico O'Farril, Chano Pozo y los grandes maestros de la música clásica cubana podían fundir en filigrana tal, un prodigio de perlas engarzadas en primeras filas de solistas alternados a la manera de las grandes descargas contemporáneas que espejean el sonido majestuoso de las grandes bandas cubanas de los años 40 a 60. Un prodigio de sonido. Embelesados la conciencia, el cuerpo, la piel y las entrañas y el cerebro del escucha no tiene otra forma de expresarlo cuando está sonando en vivo tal prodigio: así suena la felicidad, he ahí el sonido del placer.

El concierto del viernes fue anunciado de manera muy sencilla: "Ibrahim Ferrer", de manera similar a como la noche anterior, la del jueves, el maestrísimo Elíades Ochoa hizo cimbrar el edificio entero con su Cuarteto Patria y sus sones campesinos. Minutos antes de la presentación del viernes, empero, nadie imaginaba que la orquesta entera estaba por aparecer en el escenario. Sólo había una señal: entre la soledad del escenario vacío, sobresalía entre los instrumentos aún no habitados y los micrófonos todavía desconectados una mujer desnuda y en lo oscuro: cualquiera reconocería a tal belleza entre la multitud: ese contrabajo, esa mujer de madera, no era otra que el contrabajo de Cachaíto López.

Y así fue: apareció en escena Cachaíto en primer término, y desfilaron hacia sus instrumentos todos y cada uno de los integrantes de la orquesta Buena Vista Social Club. Sólo faltaron Compay Segundo, que está en gira por Europa, Elíades Ochoa, que dio su concierto el jueves, Rubén González, que ya oficializó su despedida, Amadito Valdés, el mejor timbalista del mundo que acaba de estrenar disco solista, y Juan de Marcos, el ideador de todo este proyecto que dejó la noche para sus otros dos colegas, los también jóvenes directores de orquesta, arreglistas, compositores Demetrio Muñiz y Jesús Aguaje Ramos. La suma de celebridades tenía un elemento novedoso: fue la primera noche estelar de Robertico Fonseca, el sucesor de Rubén González, el más joven de la orquesta y un artista inconmensurable, con su atuendo a lo Bluesbrothers y su técnica pianística demoledora.

Lo que siguió fue una noche inolvidable, inaugural, atronadora. Ibrahim Ferrer y la poesía, las historias de los boleros, el hombre herido de sombra, el diluvio de besos, tempestad de amor, y el mejor momento de la noche, el momento en que Ibrahim entona el "yo no sé/ no sé decirte/ cómo fue/ no sé explicar lo que pasó/ pero de ti me enamoré" y luego a dúo con la reina Omara Portuondo Las dos gardenias, mientras las grandes luminarias de una era histórica que está en su nuevo apogeo, los integrantes de la orquesta Buena Vista Social Club, hacían sonar lo que muchos ni siquiera se atreven a imaginar que existe, y que sin embargo se escucha, porque lo que sonó anteanoche en el Teatro de la Ciudad es la manera como suena la dicha, el placer, la felicidad.

Loor a los músicos, esos oficiantes de la dicha.

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