Llenó de música clásica
cubana el Teatro de la Ciudad
Buena Vista Social Club ofreció el primer concierto
de su nueva era
PABLO ESPINOSA
Una vez realizada la ceremonia del relevo generacional,
la noche del miércoles 22 en el Auditorio Nacional, la orquesta
Buena Vista Social Club ofreció el primer concierto de su nueva
era la noche del viernes 24 en el Teatro de la Ciudad, con una calidad
artística tan elevada y en niveles emotivos, sensoriales y filigranas
de prodigios técnicos diríase para iniciados pero que disfrutaron
intensamente todos y cada uno de quienes llenaron a tope el renovado teatro,
que puede esgrimirse sin ambages la figura a manera de parangón:
es como haber escuchado a la Filarmónica de Berlín, es decir:
fue un concierto insuperable, con la mejor orquesta de música clásica
de Cuba.
Porque
no hay en el mundo entero algo que supere a lo que pudo oírse el
viernes. Si bien ciertamente cada concierto es irrepetible por naturaleza,
la bondad de lo acontecido está preñado de futuro: lo que
sonó en el Teatro de la Ciudad es el esplendor de la música
clásica de Cuba con una orquesta por completo reafirmada, definida,
y que garantiza su continuidad con la consolidación de sus filas,
renovadas con músicos jóvenes que conviven con los grandes
maestros y con un sonido inconfundible, que puede distinguirse claramente
de la misma manera como el buen melómano puede distinguir cómo
suenan diferente, por ejemplo, la Filarmónica de Viena y la de Berlín.
Una sección de cinco saxos que remitían
al primer Pérez Prado, una sección de percusiones entretejida
con la de alientos metales entera (¡qué trombones, qué
trompetas, qué manera de conducir los éxtasis!) como solamente
Chico O'Farril, Chano Pozo y los grandes maestros de la música clásica
cubana podían fundir en filigrana tal, un prodigio de perlas engarzadas
en primeras filas de solistas alternados a la manera de las grandes descargas
contemporáneas que espejean el sonido majestuoso de las grandes
bandas cubanas de los años 40 a 60. Un prodigio de sonido. Embelesados
la conciencia, el cuerpo, la piel y las entrañas y el cerebro del
escucha no tiene otra forma de expresarlo cuando está sonando en
vivo tal prodigio: así suena la felicidad, he ahí el sonido
del placer.
El concierto del viernes fue anunciado de manera muy sencilla:
"Ibrahim Ferrer", de manera similar a como la noche anterior, la del jueves,
el maestrísimo Elíades Ochoa hizo cimbrar el edificio entero
con su Cuarteto Patria y sus sones campesinos. Minutos antes de la presentación
del viernes, empero, nadie imaginaba que la orquesta entera estaba por
aparecer en el escenario. Sólo había una señal: entre
la soledad del escenario vacío, sobresalía entre los instrumentos
aún no habitados y los micrófonos todavía desconectados
una mujer desnuda y en lo oscuro: cualquiera reconocería a tal belleza
entre la multitud: ese contrabajo, esa mujer de madera, no era otra que
el contrabajo de Cachaíto López.
Y así fue: apareció en escena Cachaíto
en primer término, y desfilaron hacia sus instrumentos todos y cada
uno de los integrantes de la orquesta Buena Vista Social Club. Sólo
faltaron Compay Segundo, que está en gira por Europa, Elíades
Ochoa, que dio su concierto el jueves, Rubén González, que
ya oficializó su despedida, Amadito Valdés, el mejor timbalista
del mundo que acaba de estrenar disco solista, y Juan de Marcos, el ideador
de todo este proyecto que dejó la noche para sus otros dos colegas,
los también jóvenes directores de orquesta, arreglistas,
compositores Demetrio Muñiz y Jesús Aguaje Ramos. La suma
de celebridades tenía un elemento novedoso: fue la primera noche
estelar de Robertico Fonseca, el sucesor de Rubén González,
el más joven de la orquesta y un artista inconmensurable, con su
atuendo a lo Bluesbrothers y su técnica pianística demoledora.
Lo que siguió fue una noche inolvidable, inaugural,
atronadora. Ibrahim Ferrer y la poesía, las historias de los boleros,
el hombre herido de sombra, el diluvio de besos, tempestad de amor, y el
mejor momento de la noche, el momento en que Ibrahim entona el "yo no sé/
no sé decirte/ cómo fue/ no sé explicar lo que pasó/
pero de ti me enamoré" y luego a dúo con la reina Omara Portuondo
Las dos gardenias, mientras las grandes luminarias de una era histórica
que está en su nuevo apogeo, los integrantes de la orquesta Buena
Vista Social Club, hacían sonar lo que muchos ni siquiera se atreven
a imaginar que existe, y que sin embargo se escucha, porque lo que sonó
anteanoche en el Teatro de la Ciudad es la manera como suena la dicha,
el placer, la felicidad.
Loor a los músicos, esos oficiantes de la dicha.