ENTREVISTA
"Ignoran los jóvenes cuánto costó
abrir la pintura mexicana''
Recuerda que estuvo inmerso, ''sin siquiera buscarlo'',
en el movimiento de la ruptura, tema de una gran colectiva que se exhibirá
en el Museo Cuevas y en la que, por supuesto, participa el artista
MERRY MAC MASTERS
Cien obras sobre papel. 1960-2002 es la reciente
exposición de Vicente Rojo que se inscribe en la gran colectiva
de artistas de la ruptura que el Museo Cuevas (Academia 13, Centro Histórico)
preparó para celebrar su décimo aniversario y que hoy se
inaugura al mediodía. ''Se trata de una especie de diario o cuaderno
que ahora se hace público'', explica Rojo; está compuesta
de notas sobre las series que integran su producción.
"Es curioso, porque en 1964 hay un 'México bajo
la lluvia', una primera idea, y después, a finales del 88, están
las tres obras con las que termina la serie".
También hay homenajes a Gaudí y Klee, algunos
estudios sobre pinturas, dos timbiriches y diseños para la serie
Señales.
''Son obras que pueden pensarse en algún momento
para un cuadro, aunque no son bocetos, y que tienen, según yo, un
valor en sí''.
Cuando Rojo empieza una pintura lo hace a partir de una
idea vaga, ambigua, que va adquiriendo cuerpo; "no me gusta partir de algo
que haya trazado antes".
Las técnicas empleadas: gouache, tinta, acrílico,
gouache y lápiz, tinta y gouache, tinta y crayola, acuarela, técnica
mixta, y técnica china y gouache.
Esta es la segunda vez que el artista exhibe en forma
individual en el recinto de su compañero de ruptura, José
Luis Cuevas.
-¿Cambió el objetivo de la obra sobre papel?
-Sí, fue evolucionando. Todavía en 1967
hay un principio de lluvia donde ya estaba la diagonal. Luego, hay tres
trabajos paralelos hechos con tres poetas: Octavio Paz, José-Miguel
Ullán y José Emilio Pacheco, algunos recuerdos. Hay bastantes
piezas de más pequeñito formato, aún de la serie Paseo
de San Juan. Luego empiezan, a finales de los 80, algunos volcanes,
el tema que trabajo ahora. Hay códices. Hay escenarios primitivos,
algunos como obra en sí misma, otros como estudios. Hay algún
escenario junto al mar.
La mayoría de las obras fueron hechas de viaje
en París, Nueva York, Puerto Vallarta, Madrid, Barcelona o Cuernavaca.
De hecho, la exposición fue pensada para itinerar debido a la tarea
de Rojo como miembro de El Colegio Nacional.
Además de que exhibió en Madrid y Barcelona,
en México estuvo en el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca,
la Galería del estado en Jalapa, el Instituto Veracruzano de Cultura
y en el Museo José Guadalupe Posada, de Aguascalientes. A Rojo le
gusta mantener al día la selección de la obra: hay dos gouaches
de apenas hace tres semanas.
Muchas de las obras, entonces, fueron hechas en hoteles,
en estudios improvisados o en casas de amigos a las que Rojo fue invitado.
-¿Acostumbras dibujar sobre servilletas?
-Bueno, en servilletas dibujaba gatos, pero ya hace mucho
tiempo que me olvidé de los gatos. No tanto en servilletas, pero
si voy a trabajar en un hotel, por lo general lo hago por las noches. Me
llevo un cuaderno común y corriente y un estuche de gouache o de
acuarela, y en una mesa del hotel, con una lámpara del hotel, allí
puedo trabajar con tranquilidad.
A Rojo le resulta particularmente grato exhibir de nuevo
en el Museo Cuevas, pues por un lado ha mantenido una relación cercana
con José Luis; por cercana, aclara, se refiere a "afecto y admiración
por su obra", y por el otro, Rojo fue el diseñador del logotipo
del museo, que todavía se emplea.
El logotipo consiste en una eme central y dos ces, una
reconocible y otra invertida. A Rojo le gusta invertir las letras, "porque
pienso que toda creación, en especial la de José Luis Cuevas,
es una inversión de la realidad. Es una manera de presentar la realidad
de otra manera".
Con motivo de la muestra, Cuevas escribió un texto
en el que se refiere a las "pequeñas obras maestras, lúdicas
y encantadoras" de Rojo.
"La emoción que me producen -agrega- es similar
a la que me produjo cuando por primera vez vi las acuarelas de Paul Klee
en una de las salas de la galería Phillips de Washington".
Rojo sitúa su relación con Cuevas a mediados
de los cincuenta, "cuando José Luis empezó a publicar sus
artículos en oposición a la 'dictadura' de la Escuela Mexicana
de Pintura, en el suplemento México en la Cultura que dirigía
Fernando Benítez. Era una persona absolutamente desconocida; además,
oficiaba allí como diseñador. También me gustaba mucho
el trabajo de José Luis. Con la misma intención de Benítez,
al diseñarlo podía destacar sus textos e ilustraciones. De
esto José Luis se enteró muchísimos años después.
"Desde ese entonces tuve mucha admiración por él
y entramos a una relación que se ha mantenido muy bien, porque siempre
ha sido muy educada por parte de los dos, teniendo en cuenta que tenemos
caracteres muy diferentes, diría, opuestos".
-Mencionaste ''la dictadura de la Escuela Mexicana'',
¿cómo te afectó?
-Es una manera un poquito en broma de decirlo. Lo que
pasa es que mi generación, que ahora se llama de ruptura -un término
que no me gusta mucho-, empezó a tratar de abrir puertas, ventanas,
a una pintura que estaba ya anquilosada. En mi caso concreto, desde que
llegué a México la Escuela Mexicana me pareció maravillosa,
sobre todo en sus grandes creadores y en creadores que ahora son grandes
y que entonces estaban sumergidos por la presencia bárbara de tres
grandes. Bueno, el ejemplo de Tamayo, Mérida... y otros más
cercanos a mí en edad que fueron Pedro Coronel y, sobre todo, Juan
Soriano, pues habían creado el principio de una ruptura, de esa
apertura de caminos.
''Me vi inmerso sin realmente ni buscarlo. No era mi plan.
Pero como había toda una generación de artistas que nos reuníamos,
hablábamos de pintura y tratábamos un poco de abrir ese campo
que a partir de esos esfuerzos y esa persistencia se logró abrir
la pintura mexicana, incluso, a las corrientes que se realizan ahora. Muchos
de esos pintores jóvenes seguramente no saben el esfuerzo, el interés
que pusimos quienes creo logramos ampliar el panorama de la pintura mexicana.