Alumnos del Faro de Oriente exhiben Oquedad,
anomia, ansia en el CNA
La riqueza del arte povera, en una instalación
Rompe con toda la tradición enquistada en lo
bonito y lo decorativo, dice El Gritón
ERICKA MONTAÑO GARFIAS
Roberto y Karen no hacen arte para obtener una retribución
económica porque saben que no existe ''el gusto por el mal gusto".
Se inscribieron en el Faro de Oriente para conocerse y aprender a expresarse
con lo que tienen a la mano, aunque esos materiales, para los demás,
sólo sean basura: zapatos viejos, la portada de un LP de Cuco Sánchez,
fotografías tamaño infantil pegadas en el suelo, pedazos
de periódico, una muñeca, vidrios rotos, hules colgados de
tendederos, y palabras, muchas, escritas en las paredes de un pequeño
cuarto de madera.
Todo
eso forma parte de la instalación Oquedad, anomia, ansia
que los alumnos del Faro exhiben en el Espacio Alternativo de La Esmeralda,
en el Centro Nacional de las Artes (CNA). Es el resultado de seis meses
de reflexión sobre ellos mismos y la memoria, labor realizada bajo
la dirección del pintor Antonio Ortiz El Gritón. En
esa obra participaron diez estudiantes, siete de manera intermitente, y
sólo tres estuvieron de principio a fin: Karen Vidal, Roberto Flores
y Alejandro Cervantes.
(Oquedad: ese espacio que queda vacío, de manera
natural o artificial, en un cuerpo sólido. Falta de sustancia en
lo que se habla o escribe.)
Durante el primer trimestre del taller, explica El
Gritón, construyeron una especie de habitación como reflejo
de sus propios cuartos, dibujaron en las paredes cómo eran sus recámaras
y pegaron cosas que se iban encontrando en la basura, mientras que en los
siguientes tres meses reflexionaron acerca de los recuerdos y les fueron
dando forma de distintas maneras: Karen con la pintura de una jovencita
sin rostro y Roberto con un escritorio.
(Anomia: ausencia de ley/ Trastorno del lenguaje que
impide llamar a las cosas por su nombre.)
Es Roberto quien explica lo que hay sobre el mueble: ''De
una u otra manera todo se basa en el recuerdo. Las fotos son por eso, las
encontré tiradas, o son de mis amigos, todas muy viejas. Hay una
de mi hermano cuando estaba chiquito. El escritorio es una representación
simbólica: es el encuentro de mucha gente, el lugar donde te sientas
a trabajar, donde te puedes sentar a pensar o a disfrutar de toda tu horrible
vida, de todas tus frustraciones, de tus sueños que no se van a
cumplir".
Sobre el escritorio, además de fotogra-fías,
hay dos cajas de medicina: una para la presión, ''que es una forma
de decir que la gente se siente presionada, comida", y la otra es sicotrópica,
''a la que le he entrado por receta, por medicación, y representa
la enfermedad, la droga".
(Ansia: congoja o fatiga, angustia o aflicción.
Náusea. Anhelo.)
Karen es tímida, casi no habla, pero fue ella la
que escribió en las paredes de ese cuarto. Tiene 23 años,
es bajita, de cabello negro y ojos almendrados. Cuando ríe arruga
la nariz y dice que aprender a expresarse por medio del arte en las zonas
marginales de la ciudad ''es muy difícil. En primera no hay escuelas
cerca que enseñen arte, después está lo económico,
no tenemos quién nos la pague y venir hasta acá (al CNA)
también es difícil. Pero con las cosas que tenemos podemos
crear.
''Invitaron al maestro a traer el proyecto y me emocionó,
no pensaba que fuéramos a exponer o algo. El día de la inauguración
me emocioné y estaba nerviosa porque no estoy acostumbrada a hablar,
me preguntaban y no sabía qué decirles."
(El Gritón no grita, explica que Oquedad,
anomia, ansia es como el arte pobre italiano, y no pobre arte como algunos
creen.)
Con estos materiales, dice El Gritón, creas
un lenguaje similar al arte povera que nació en las zonas
marginales de Milán y Roma. ''Esta instalación es como el
arte povera del bordo de Xochiaca. Mejor dicho, arte xochiaquense.
Es sacarle rollos a la basura".
Y subraya: hoy menos que nunca hay que eliminar el adjetivo
marginal del arte, sobre todo porque vivimos ''una tendencia fortísima
que es la globalización. Dentro de ella hay muchas corrientes artísticas.
Existe una a la que podríamos llamarla del tipo McDonald's, que
es lo bonito, lo nice, pero un arte sin raíces culturales.
Su raíz es el mero comercio. La globalización económica
tiende a borrar la identidad cultural".
(Roberto intenta pegar de nuevo una hoja de periódico
a manera de ventana en el cuarto lleno de letras. Exclama: la estética,
lo bonito, en el arte debería haber muerto hace miles de años.)
El arte marginal, continúa El Gritón,
se va hacia lo local y en esa ''localidad" también puedes encontrar
esa especie de puente hacia la globalización. ''Me gustaría
conocer lo que se hace en el arte local palestino, mientras que un palestino
en Nueva York no me interesa." Enfatiza: la globalización debería
llevar a conocer otras culturas, no a borrarlas, y eso es lo que hacemos
en el Faro", centro cultural rodeado de colonias como El Salado, Zaragoza,
Solidaridad, Pueblo de Santa Marta y a cuatro cuadras de Neza, a
los que Roberto define como ''lugares bien chacaleros, de chacales".
Esto
-señala el profesor con los ojos- es arte contemporáneo,
tiene su parte estética y hace reflexionar. ''Rompe con toda la
tradición enquistada de lo bonito y decorativo. Es una excepción
porque está en una galería del Estado. Hay espacios alternativos
donde puedes ver cosas semejantes, en los que sí existe la idea
de dar un nuevo concepto de belleza que no es la comercial. Hay otro tipo
y es la que te conmueve y te deja más."
La reacción de estudiantes y maestros de la Escuela
Nacional de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda ha sido de desconcierto
porque ''en ella existe la idea de hacer todo limpiecito, bien ordenadito,
y ver algo como esta instalación es diferente. Cuando haces arte
es para venderlo, pero nosotros tenemos un objetivo medio extraño
porque inviertes tu tiempo en algo que no te va a redituar económicamente",
agrega Antonio Ortiz El Gritón.
(En los plásticos colgados de los lazos nos
dibujamos de la forma en que nos veíamos cuando éramos chiquitos:
Karen.)
Para los alumnos de Antonio Ortiz asistir a su taller
''es como ir al kínder'', porque se parece a esas veces en las que
el maestro pone actividades raras pero divertidas, declara el pintor, aunque
trasladar la instalación del Faro al CNA ''ya no les gustó
porque ya era compromiso, no juego. Fue como ir al jardín de niños
y que de repente te pasen a la universidad".
Más aún, cuando invitaron a Ortiz a llevar
la instalación a La Esmeralda los encargados de explicar el proyecto
fueron sus alumnos.
En general quienes escucharon la propuesta reaccionaron
''con incertidumbre, duda y mucha flojera", recuerda Roberto. Incluso el
día de la inauguración ''recibimos infinidad de comentarios:
alguien me dijo que quería estirar los hules, o sacar la escoba
y barrer; yo mientras echándoles mi choro bien jalado del
arte. Esto tiene su sicología. Por ejemplo: si a alguien no le gusta
el desorden, quiere arreglarlo".
Para él lo más curioso de todo es por qué
el caos que se ve en la instalación impresiona al público
si a final de cuentas ''vivimos en el caos. Todo es desorden".
(Oquedad, anomia, ansia termina el martes 28 en
el Espacio Alternativo de La Esmeralda, en el Centro Nacional de las Artes
-Río Churubusco y Tlalpan-, de lunes a viernes de 10 a 18 horas.
¡Ah!, y por favor cuando vaya ''no pise a la gente".)