Será el último tratado sobre desarme
que firmen Moscú y Washington: analistas
Bush y Putin firmarán hoy pacto que establece
que "Rusia y Occidente ya no son enemigos"
Petróleo ruso, alternativa para EU ante una eventual
crisis de suministro en el Golfo Pérsico
JUAN PABLO DUCH CORRESPONSAL
Moscu, 23 de mayo. Cuando el avión de George
W. Bush aterrizó en esta capital, casi a las ocho de la noche de
hoy, la policía había dispersado ya a las cerca de 750 personas
que, pese a las severas medidas de seguridad, se reunieron en pleno centro
de Moscú para protestar por la llegada del presidente de Estados
Unidos.
De este modo, el visitante, acostumbrado a cosechar multitudinarias
muestras de repudio en sus viajes al exterior, como en Berlín, la
primera escala de su gira europea, acaso se quedó con la falsa impresión
de que en Moscú nadie considera necesario salir a la calle para
recordarle a su progenitora.
Por otro lado, hubiera sido una buena ocasión para
que practicara su ruso la señora Arroz, como en confianza
y chamagoso español suele llamar el presidente estadunidense a Mrs.
Rice. La asesora de seguridad nacional, Condoleezza Rice, hubiera podido
traducirle lo que decían algunos carteles: "¡Bush, lárgate!",
"¡Pentágono y Departamento de Estado, auténtico eje
del mal!", "¡EU, terrorista número uno!" Sólo una manta
con letras grandes no requería traducción: "¡Yankee
go home!".
Los
servicios rusos de seguridad que acordonaron la zona aledaña a la
embajada de Estados Unidos acabaron rápidamente con la espontánea
protesta callejera y no hubo incidentes graves, a diferencia de lo que
ocurrió en San Petersburgo, adonde viajarán Putin y Bush
el sábado por la mañana.
Ahí, un hombre fue golpeado por manifestantes,
primero, y luego, jaloneado por la policía, hasta que se comprobó
su identidad. Manifestantes y policías coincidieron en pensar que
se trataba de un provocador a sueldo; resultó un curioso ciudadano
estadunidense que da clases de inglés en esa ciudad y tuvo la mala
ocurrencia de apersonarse en el mitin con un ostentoso sombrero vaquero,
símbolo de su estadunidense patriotismo, a falta de un hot dog
a la mano.
En tanto, todo está listo para que los presidentes
Putin y Bush firmen este viernes lo que los voceros de uno y otro no dudan
en proclamar como el tratado de desarme "más impresionante de la
historia", un documento que "reconoce que Rusia y Occidente ya no son enemigos".
Vamos, para sellar la amistad eterna, sólo falta que los mandatarios
intercambien también algunas letras de sus apellidos y a partir
de esta cumbre empiecen a llamarse Vladimir Push y George Butin.
Expertos locales, pero sólo aquellos que no figuran
en nóminas oficiales, no comparten la euforia de los funcionarios
públicos y consideran que este minitratado será, en
la historia del desarme, el último documento que se suscriba entre
Rusia y Estados Unidos.
Aleksandr Golts, columnista de temas militares del semanario
Zhurnal, sostiene que se acabó la época de la confrontación.
"Rusia, para continuar una política de disuasión nuclear,
carece ya de pretexto formal, pero sobre todo de posibilidades", ironiza
y explica:
"La capacidad de producción de nuevos misiles Topol-M
es a todas luces insuficiente para alcanzar una paridad con Estados Unidos
dentro de diez años. Los misiles SS-18 quedarán obsoletos
en 2007; los SS-19, un par de años después. Para estar
al mismo nivel que Estados Unidos, Rusia tendría que gastar 50 mil
millones de dólares al año, una suma imposible para nosotros".
Es claro que el asunto del desarme apenas será
discutido por Putin y Bush, aunque el líder de la oposición
comunista, Guennadi Ziuganov, aprovecha la coyuntura y dice que este viernes
los mandatarios estamparán sus firmas en el "acta de capitulación
incondicional de Rusia".
Otros temas centrarán las conversaciones de los
presidentes. Entre éstos, uno es novedoso y parece atractivo para
Rusia; otros dos, en cambio, ponen en entredicho la "alianza estratégica"
que se proclamará en la correspondiente declaración política.
La principal ventaja que puede sacar Rusia nada tiene
que ver con la pretendida nueva relación con la Organización
del Tratado del Atlántico del Norte (OTAN), que es igual de relativo
que el minitratado de desarme: incorpora a Rusia a la discusión
de ciertos temas, pero no le da derecho de vetar ninguna decisión
de la OTAN ni revierte la ampliación hacia el este, o sea, hacia
sus fronteras, de la alianza noratlántica.
La buena noticia vino de donde no se la esperaba el Kremlin.
Todo parece indicar que Estados Unidos está empezando a considerar
a Rusia como una alternativa viable al Golfo Pérsico en materia
de suministros petroleros. Ya realizó las primeras importaciones
de crudo ruso y, en una perspectiva de corto y mediano plazos, puede ser
una fuente estable de ingresos adicionales para Rusia. Al mismo tiempo,
podría ser una señal ominosa de que Estados Unidos está
ultimando los detalles de un ataque a Irak y, ante posibles reacciones
desfavorables del mundo árabe y musulmán, asigna a Rusia
el papel de proveedor petrolero, seguro y de reserva.
Esa sí, frente a la tentación del dinero,
sería una capitulación incondicional de Rusia, como
lo sería también que abandone el proyecto de la planta nuclear
de Bushehr o la venta de armas convencionales a Irán, a cambio de
aceptar las medidas compensatorias que sin duda le ofrecerá
Bush a Putin.
Poco antes de partir de Berlín hacia Moscú,
el presidente estadunidense volvió a acusar a Irán de ser
el "principal patrocinador del terrorismo" en el mundo y dio a entender
que posee evidencias sobre la cooperación de entidades rusas con
iraníes en la creación de sistemas de armas de destrucción
masiva.
Irán o, si se prefiere, el margen de autonomía
que quiere reservarse Rusia en sus relaciones internacionales, es hoy por
hoy uno de los factores que ponen a prueba la "alianza estratégica"
entre Moscú y Washington.
El otro es de orden económico y podría convertir
esta reunión en la Cumbre del Pollo, pues justamente la controversia
sobre las piernas y muslos de este vertebrado ovíparo dio al traste
con la intención de acabar con la anacrónica enmienda Jackson-Vanik
de 1974, que el Kremlin daba por hecho en ocasión de la visita de
Bush.
El Senado estadunidense mantuvo ayer intacto ese instrumento
discriminatorio, que se adoptó en los tiempos soviéticos
con el propósito de presionar a favor de la emigración de
los judíos, como represalia por la prohibición de las importaciones
de carne de pollo del 10 de marzo al 15 de abril pasados. Rusia, que tan
sólo en 2001 importó carne de pollo de Estados Unidos por
valor de 640 millones de dólares, alegó razones sanitarias
al amenazar con suspender definitivamente las compras.
La enmienda Jackson-Vanik impide reconocer a Rusia como
"país de economía de mercado", lo cual le dificulta su ingreso
a la Organización Mundial de Comercio, entre otras desventajas.
Al enterarse hoy de la decisión tomada por los
senadores estadunidenses, Putin no ocultó su malestar y declaró:
"En Estados Unidos todavía hay muchos que siguen pensando que las
nuestras son relaciones soviético-estadunidenses".