Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 21 de mayo de 2002
  Primera y Contraportada
  Editorial
  Opinión
  Correo Ilustrado
  Política
  Economía
  Cultura
  Espectáculos
  Estados
  Capital
  Mundo
  Sociedad y Justicia
  Deportes
  Lunes en la Ciencia
  Suplementos
  Perfiles
  Fotografía
  Cartones
  La Jornada de Oriente
  Correo Electrónico
  Busquedas
  >

Cultura
Vilma Fuentes

El surrealismo en silla de ruedas

La frase de Lautréamont, ''bello como... el encuentro fortuito sobre una mesa de disección de una máquina de coser y un paraguas'', es sin duda una de las enigmáticas claves del espíritu surrealista. Más sorprendente que la búsqueda, el tropiezo con lo inusitado se erige en principio de vida. El desconcierto surge entre la epifanía y el choque. Se huye la causalidad porque sólo maravilla el enigma sin respuesta, el misterio sin revelación.

Apoyada, a falta de músculos, en estos principios, tomé la valerosa decisión de visitar la exposición surrealista que presenta el Centro Georges Pompidou, en silla de ruedas. Sin querer recomendar a nadie romperse el fémur, ni tratar de inocular a sanos caminantes los gérmenes de la igualitaria envidia, un riguroso examen de conciencia me convenció de que no sólo los inválidos de por vida tienen derecho a pasearse sentados.

Cuando Tania ofreció conducirme al Museo de Arte Moderno, sin temor alguno del asesino jubilado que es el ridículo, me preparé como si fuera a una expedición en los confines del mundo. ¿Cabe señalar que en una silla de ruedas puede cargarse con provisiones y disposiciones que no entrarían en un bolso de mano? Así, aparte el sombrero sobre la cabeza, llevé el bastón inglés, un paquete de cigarros, de todos modos prohibidos en los museos, pero que calman los pulmones con su cómplice silencio; un teléfono portátil (¿no le salvó la vida el celular a unos alpinistas extraviados?) y mi agenda -la mejor distracción en caso de hastío es acaso su lectura, cuando los nombres inscritos poseen una historia y, ¿por qué callarlo?, a muchos de ellos la muerte da al fin algún sentido.

Sé que no es bueno inspirar los malos sentimientos. Pero no puedo dejar de decir las envidiadas ventajas que da una silla de ruedas. Todo se abría a nuestro paso. Tania pasaba mi silla, yo en ella, a través de la gente para situarme justo enfrente del cuadro. ¿Quién se atrevería a protestar contra una pobre inválida?

Georges Sebbag, uno de los últimos surrealistas reconocidos por André Breton, me lo había advertido: ''La disposición de las obras es admirable, todo está hecho para su lucimiento, pero no está representado el espíritu de creatividad de los surrealistas''. Cierto, las piezas expuestas -en las diferentes salas dedicadas de manera individual a cada artista- adquieren toda su fuerza y, como si estuvieran iluminadas desde adentro, emanan la luz como los astros en el crepúsculo de los tiempos. Si comprendo la exigencia de Sebbag, creo que Werner Spies, comisario general de esta deslumbrante muestra titulada La revolución surrealista, logra transmitir al visitante la trascendencia del movimiento artístico más importante del siglo XX.

La exposición se abre a comienzos de los años veinte y se termina con el exilio de eminentes actores del surrealismo a principios de los cuarenta. La disposición cronológica muestra un primer tiempo en el que Dada aparece como un periodo de incubación, pronto trascendido por la práctica poética introducida por Los campos magnéticos de Breton y Soupault. Las nuevas técnicas aparecen con los trabajos de Max Ernst y André Masson. Puede verse así, en este recorrido, la incursión surrealista en los principios hermenéuticos de la obra de Freud, exégesis del sueño y del inconsciente no censurado. Al mismo tiempo, se descubre la porosidad que instaura el surrealismo entre pintura, poesía y literatura. La espontaneidad, la rapidez, el choque de imágenes inusitadas evoluciona de una sala a otra, de año en año, con una extraordinaria extrañeza temática de tabula rasa y adiós a la historia.

Verdadero viaje en el tiempo a través de las obras de De Chirico, Ernst, Masson, Magritte, Dalí, Tanguy, Miró, Giacometti, ''Picasso en su elemento'' (Breton), Brauner, Ray, Oppenheim, Dora Maar, Bellmer, Matta, Lam y otros, al lado de manuscritos, películas, conjuntos monográficos, vitrinas de curiosidades, reproducción visual de actividades y juegos practicados por los artistas.

Para culminar con la sorpresa de la célebre ''pared'' del taller de Breton, espacio que tuve la suerte de visitar gracias a Alberto Gironella y a la hospitalidad de Elisa que tantas veces me recibió. Pared trasladada al museo en sus mínimos detalles, tal cual él lo dejó a su muerte y Elisa Breton conservó idéntico para permitirnos continuar el sueño sin censuras del surrealismo.

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
Día Mes Año