Leonardo García Tsao
Domingo negro en Cannes
Cannes, 19 de mayo. Después de varios días
de reacciones más bien tibias a las películas en competencia,
llegó finalmente a Cannes un título para levantar pasiones.
Negativas, pero pasiones al fin y al cabo. Demonlover, del francés
Olivier Assayas, fue abucheada de manera sonora y unánime en su
función de prensa, tras dos horas y pico de anonadar al respetable
con sus incoherentes pretensiones.
Según
explica Assayas, un ex crítico convertido en realizador, sintió
la necesidad de partir de cero después de haber explorado lo autobiográfico
en su filmografía. Lo que no calculó fue quedarse en el cero.
Demonlover pretende narrar el desempeño de una espía
industrial (Connie Nielsen), cuyo objetivo es impedir la contratación
del programa japonés epónimo -una variante tridimensional
y porno de una animación tipo manga- por parte de una compañía
francesa transnacional. Pero lo que se ve en pantalla es un disparate sin
remedio, ilustrado con alusiones modernosas a la imaginería del
juego de video y la computadora y, en general, un desperdicio del formato
ancho en una sucesión de acercamientos nerviosos. Pura cacofonía
visual.
Que Assayas haya decidido romper con lo tradicional y
quizás arruinar su carrera, muy su derecho. Lo inexplicable es la
decisión del festival de incluirla en la competencia, aunque siempre
queda la posibilidad de que la película encuentre sus defensores
apasionados. La broma de Woody Allen puede ser cierta: algunos franceses
son capaces de elogiar una película dirigida por un ciego.
Otro director que pudo haber perdido momentáneamente
la razón es el estadunidense Paul Thomas Anderson. Desde que leí
sobre su admiración del insufrible cómico Adam Sandler, había
motivos de preocupación. Ahora Sandler es el protagonista de Punch-drunk
love, que tuvo hoy su estreno mundial. Dejando a un lado los ambiciosos
frescos sobre una comunidad como Boogie nights o Magnolia,
Anderson ensaya ahora una excéntrica parodia de la comedia romántica,
narrada en un estilo que podríamos llamar expresionismo californiano.
Si bien Sandler sigue interpretando a un disfuncional adolescente perpetuo,
la película no satisfará a los seguidores del cómico,
si los hay, ni a quienes buscaban otra propuesta arriesgada de quien parecía
un director talentoso.
La tercera del día tampoco fue para entusiasmarse,
a menos que uno sea un incondicional del cine iraní. En 10,
el sobrestimado cineasta Abbas Kiarostami ha intentado el cine "sin dirección",
según afirma en el pressbook. Eso se nota demasiado. Filmado
en video digital, el largometraje consiste en 10 viñetas en que
una mujer maneja su auto mientras conversa con diferentes interlocutores:
una hermana, una amiga, un hijo malcriado que pide a gritos un par de nalgadas.
Las tomas son fijas, mientras los diálogos ilustran la situación
de la mujer en el Irán actual. Francamente, el programa de HBO Taxicab
Confessions es más revelador sobre la condición humana
y mejor filmado. En las tomas nocturnas de 10 no se ve prácticamente
nada y a veces el sonido es defectuoso. Pero a un santón del cine
de un país subdesarrollado se le otorgan esas y muchas otras licencias.