El director del Centro Cultural Helénico hace propuestas para el fomento teatral
Más público y menos funciones, propone Moncada
CARLOS PAUL
Uno de los aspectos que se deberían modificar en el ámbito del fomento teatral y así optimizar recursos en la producción de una obra es cambiar la mentalidad de aquellos grupos o creadores cuya única finalidad es llegar a las treinta o cincuenta funciones, y que ubican en segundo término el número de espectadores que asisten a cada función, propone Luis Mario Moncada, director del Centro Cultural Helénico.
"Estamos acostumbrados a pensar que entre más dure una obra, es más exitosa, a pesar de que tenga poco público", explica Moncada. "Por qué no organizarnos de tal manera que podamos ofrecer menos funciones, pero con sala llena y sin afectar los intereses artísticos. Creo que eso sería una de los aspectos que deberíamos modificar", si se quiere comenzar a encontrar vías de solución a la problemática del público teatral, así como de la producción.
En el Helénico "nos proponemos ser un puente entre los artistas y los espectadores. Aquí no existe una política estatal en el sentido que determine lo que debe ver el espectador, sino qué son los propios creadores los que definen que se va a programar. Nosotros sólo les damos las condiciones. Ese ha sido el perfil del centro desde su origen y no variará de manera significativa. Continuaremos así por las limitaciones propias de los espacios y por su propia vocación, que se ha dado casi de manera natural al albergar y fomentar el desarrollo del teatro independiente".
De hecho, abunda el funcionario, "este espacio no se presta para que uno imponga un perfil estricto, como el de decir: ahora nos vamos a dedicar al Siglo de Oro, como pueden hacerlo la Universidad Nacional Autónoma de México o el Instituto Nacional de Bellas Artes. Aquí eso es casi imposible, porque es un espacio que no tiene un presupuesto para producción".
El presupuesto anual está "abajito de los 10 millones de pesos, de los cuales alrededor de cuatro se van en salarios, como tres a difusión, como un millón y medio en gastos de mantenimiento y el otro millón y medio se invierte en producciones, cantidad que se tiene que distribuir a cuentagotas no sólo entre los creadores, sino en los distintos festivales que coproducimos a lo largo del año.
"Por política no pagamos una nómina a los grupos, sólo ofrecemos un apoyo económico casi simbólico. A veces sí tenemos la posibilidad de producir o coproducir uno o dos espectáculos al año, lo cual es mínimo comparado con las 50 temporadas que se realizan en ese mismo tiempo, como es el caso, este año, de una producción totalmente nuestra de la obra La conspiración vendida, basada en Los pasos de López, de Jorge Ibargüengoitia. Nos va a costar 300 o 350 mil pesos y la estrenaremos en septiembre".
El Helénico "programa con base en lo que hay", expresa Moncada. "Surge en realidad de los mismos actores o dramaturgos que se acercan a este espacio, por lo que los criterios de selección se dan a partir de esos trabajos que nos presentan, lo cual dentro de todo -añade-, no es tan insano, porque de alguna manera las propuestas artísticas dependen del creador y no del funcionario".
La selección de una obra se realiza mediante un comité dictaminador integrado por Iona Weissberg, Angelina Peláez, Fidel Monroy, José Jorge Carreón y el propio Moncada. "Básicamente procuramos que sea teatro contemporáneo, aunque no es una condición estricta, y que sean obras que tengan garantizada su producción, aunque también apoyamos a grupos que estrenaron en otro lado y que por el éxito que tuvieron están buscando otro espacio. Otro criterio se relaciona con el perfil de cada uno de los espacios. El Teatro tiene que ver con un público, podríamos decir, rentable, donde el gancho puede ser el titulo de la obra o los actores. Ese espacio es la ventana por la cual la gente viene a ver algo y al estar aquí se da cuenta que hay otras obras muy interesantes en La Gruta, recinto que es reconocido como uno de los principales foros de lanzamiento y experimentación teatral de los noventa.
"También se busca un equilibrio entre los grupos que nadie conoce con los que tienen amplia trayectoria. No sólo se escoge lo mejor, sino el género de la obra, ya que como programador tienes que preocuparte de que haya un poco de todo".
El año pasado se recibieron 130 proyectos, con los que se aceptaron se integró la programación de este año, comenta Moncada. "Todos aceptaron ser responsables de la creación de su escenografía, vestuario o lo que necesiten. Nosotros les ofrecemos las condiciones técnicas y de difusión".
Uno de los propósitos en el Centro Cultural Helénico, explica, "es empezar a crear las condiciones para que el artista teatral viva de manera digna de su trabajo, piense en una rentabilidad y lo sostenga la taquilla. Para lo cual creemos que hay que pensar de otra manera la gestión de las obras, para que no dependan exclusivamente de una subvención del Estado, sino que por un lado se integren inversionistas privados y por otro el público en taquilla. Queremos que las obras generen recursos", es por eso que, entre otras cosas, habría que replantear el número de funciones de una obra.
Para el también actor y dramaturgo, la política cultural sería "en términos generales la de administrar y poner al alcance los bienes patrimoniales, los recursos o infraestructura que tiene el Estado para ofrecer a la población medios de educación y esparcimiento. Sin embargo, el asunto está muy contaminado. Se tiene que tomar en cuenta a la población y a la comunidad que crea esa obra".
El problema, reflexiona, "es que cuando uno está en medio. Está pensando en la comunidad artística o en el público. Algunos de nosotros como funcionarios la verdad es que tenemos puesta la camiseta de la comunidad artística y pensamos cómo satisfacerla; sin embargo, a veces se nos olvida el destinatario, la población, que es para quienes realmente tenemos que trabajar.
"La comunidad artística pide su rebanada del pastel, pero qué hacemos todos --tanto los creadores, como los que estamos en medio--, para que llegue una obra al espectador. Es ahí donde hay que articularnos de tal manera para que los recursos se optimicen. Pongamos por caso la obra Santa Juana de los Mataderos. Coincido con los que dicen: hay obras caras y obras baratas, y si una cuesta siete millones y es un producto que vale la pena, dices adelante, pero lo que no puede ser es que no haya una correspondencia de esa inversión con el movimiento que se hace para que la población la vea. Si invierto esa cantidad es porque voy a hacer que los vean 200 mil personas, pero si me quedo en la sola producción y no importa cuántas personas asistan, entonces ahí hay un problema. Tiene que haber una correspondencia entre lo que inviertes y lo que va a redituar, no sólo en el aspecto de recuperación económica, sino en el de impacto artístico".