REPORTAJE
Mujeres con problemas siquiátricos hallan una
terapia en actividades recreativas
Sueños, triunfos y fracasos son de barro
El centro La Cascada atiende a 390 mujeres con problemas
siquiátricos. "Cuando llegué aquí se mantenía
a las usuarias dormidas o sedadas'', relata Elizabeth Mateos, directora
de la institución. Ahora, las internas han reducido sus medicamentos
mediante actividades recreativas, entre ellas el taller de alfarería
que imparte Mujeres Artesanas de Tláhuac, encabezada por Rita Reséndiz
ARTURO GARCIA HERNANDEZ
Los caminos de la vida: en 1985 Rita Reséndiz tenía
23 años y llevaba una existencia monótona. Era empleada de
unos laboratorios médicos, estudiaba prepa abierta, no leía
periódicos, no le interesaban la política ni los problemas
sociales. A la distancia se recuerda como "una chica del montón"
que habitaba una casa de huéspedes en la colonia Roma; tenía
poco de haberse independizado de su familia. No conocía a Elizabeth
Mateos, entonces una niña de nueve años, hija de un ex preso
político del 68 y futura sicóloga. Aquella mañana
del 19 de septiembre el terremoto sorprendió a Elizabeth barriendo
la calle frente a su casa, en Coyoacán. A Rita la dejó sin
casa y sin empleo. Diecisiete años después, los caminos de
ambas se cruzaron orientados por un interés común: el trabajo
en favor de las mujeres.
Terremoto interno
Rita
aún estaba en la cama cuando sintió las primeras sacudidas
del sismo. Como pudo salió de la casa de huéspedes ubicada
en el número 58 de la calle de Chihuahua, una de las zonas más
afectadas de la colonia Roma. Sólo volvería para recoger
sus cosas. Su siguiente vivienda fue un campamento de damnificados. Ahí
empezó a cambiarle la vida y lo que para miles fue una tragedia,
para ella fue un despertar: "De la noche a la mañana me vi durmiendo
en el camellón de Alvaro Obregón. Y por el terremoto cerraron
los laboratorios donde trabajaba. Ahí empezó mi politización
y mi toma de conciencia de género, de ser mujer. Conocí muchas
cosas de mi país, de la ciudad y de la gente. No importaba si eras
profesionista o estudiabas, ahí todos sufríamos lo mismo.
Para mí fue una gran sacudida, un terremoto interno".
En los albergues se percató de que había
más mujeres que hombres. Eran ellas las que aseaban, ayudaban y
participaban más: "Los hombres como que nada más querían
dirigir. Entonces empezó esa toma de conciencia, de decir: 'queremos
equidad; si todos queremos comer, todos debemos participar'. Y se empezó
a mover todo eso. Porque antes yo era una mujer como la mayoría,
que nada más vivimos y no nos percatamos de esos detalles que hacen
que la mujer tenga menos a pesar de que le chingue más".
Otro factor decisivo en el proceso de cambio de Rita Reséndiz
fue la ayuda de la Iglesia católica de Nueva York, que les proporcionó
dinero pera montar un pequeño taller de alfarería. El horizonte
de su vida se expandió sin más límite que su creatividad,
su sensibilidad, su imaginación y la habilidad de sus manos. Despertó
una vocación artística que había permanecido latente
desde su infancia, cuando acudía a un comedor para niños
pobres atendido por monjas: "En ese lugar conocí de cerca un piano
y escribí una poesía a la madre".
"Al principio los damnificados formamos una cooperativa
mixta, pero hubo problemas con los compañeros hombres por la cuestión
del empoderamiento. Yo, igual que ellos, cargaba, soldaba, pegaba tabique
pero finalmente no me permitían decidir sobre asuntos de dinero
o sobre lo que se iba a hacer. Ahí reforcé mi toma de conciencia."
En 1994 Rita finalmente se distanció de la cooperativa
mixta y junto a Brenda Tapia fundó la cooperativa Mujeres Artesanas
de Tláhuac, donde empezó a trabajar "desde un enfoque de
género". Si bien la cooperativa ha sido sobre todo un modus vivendi,
también ha tenido una función paralela: "hacer labor social
para devolver un poco de los que se nos ha dado, y dar a otras mujeres
el apoyo que a nosotras se nos dio en su momento".
La labor social realizada por Mujeres Artesanas de Tláhuac
consiste principalmente en impartir talleres de alfarería a mujeres
de bajos recursos económicos, madres solteras, estudiantes, "mujeres
con desventajas laborales", embarazadas, etcétera. Así llegaron
hasta el Centro de Asistencia e Integración Social (CAIS) para Mujeres
con Problemas Siquiátricos La Cascada.
Los abismos del dolor
El
expediente médico de Socorro -una de las internas de La Cascada-
dice que "se volvió loca de amor" después de que "la abandonó
el marido". Es decir, sufrió un shock emocional del que no
se recuperó. Dicen que hoy deambula por los pasillos de La Cascada
cantando canciones tormentosas de amor y desamor.
Victoria -otra interna del CAIS- fue bailarina del ballet
de Lucía Méndez. Puede decirse que era lo que socialmente
se considera una mujer de éxito: salía en televisión,
ganaba buen dinero y se codeaba con los famosos. No supo distinguir el
espejismo de la realidad. Ni vio en qué momento quedó atrapada
en una espiral descendente de droga, alcohol y prostitución. A pesar
de los daños neurológicos que se produjo, ahora es autosuficiente.
Puede valerse por sí y todos los días sale a trabajar: es
quiromántica. Peor le fue a su hija -de 20 años-, quien perdió
una pierna desde la cadera en un accidente automovilístico y actualmente
padece esquizofrenia aguda; se niega a usar silla de ruedas o prótesis.
Se desplaza boca arriba, apoyada en sus manos y su única pierna.
En La Cascada vive también la señora Librada,
de aproximadamente 75 años. Vino del campo a la ciudad, donde se
empleó como trabajadora doméstica. A su primer hijo lo regaló
porque no lo podía cuidar. Tuvo otro al que amarraba en su cuarto
porque tampoco lo podía atender. A menudo lo golpeaba o se le olvidaba
darle de comer. Cuenta que se lo quitaron sin inmutarse. Su mal neurológico
la ha librado del dolor, la culpa o el arrepentimiento.
Estas son sólo unas cuantas de las historias que
hay tras las miradas extraviadas, tras la risa inexplicable, tras el rostro
temeroso o la radical inmutabilidad de las mujeres internadas en La Cascada;
390 en total.
Hace un año y dos meses que la sicóloga
Elizabeth Mateos fue nombrada directora del CAIS La Cascada. Pertenece
a una corriente sicológica que se opone a la "polifarmacia" como
sistema único de tratamiento y control de los enfermos siquiátricos:
"Cuando llegué aquí, a las usuarias se les mantenía
dormidas o sedadas. Obviamente existe la necesidad de que la mayoría
tomen sicotrópicos, pero hemos comprobado que por medio de actividades
recreativas se puede reducir la cantidad de medicamentos que toman. Con
esa idea llegamos aquí. Por eso impulsamos diferentes terapias recreativas.
No descubrimos el hilo negro. Simplemente vemos y tratamos a las usuarias
como mujeres, como seres humanos. Antes se tenía la visión
institucionalizada de que había que 'salvar' a la comunidad de la
mujer con padecimientos siquiátricos. No eran vistas como mujeres
y menos como seres humanos. En estos centros se cometían muchas
violaciones contra sus más elementales derechos.
"Yo, como mujer que ha padecido la discriminación
en carne propia, soy sensible hacia ese problema. También me sensibiliza
saber que todos somos candidatos potenciales a pasar por lo menos parte
de nuestra vida en una casa como esta. Aquí hay mujeres que eran
exitosas o que llevaban una existencia considerada normal y de repente
algo pasó en sus vidas: una pérdida, un engaño, una
agresión, y ya no pudieron reaccionar". Elizabeth hereda de su padre
el compromiso social. Es ?literalmente-- hija del 68.
Elizabeth asegura que como resultado de las actividades
terapéuticas, ha disminuido el empleo de medicamentos para control
de las usuarias y por lo mismo ahora se muestran más activas: "Antes
las veíamos somnolientas; terminaban de desayunar y a dormir; terminaban
de comer y a dormir; o agredían con frecuencia al personal. En las
usuarias epilépticas se han reducido las crisis convulsivas; ha
bajado el índice de cronicidad; y en general las que pueden realizar
alguna actividad se sienten mejor y eso se nota en la expresión
de sus rostros".
Con las emociones a flor de piel
Son
diversas las actividades terapéuticas y recreativas que se promueven
en La Cascada: taller de danzón; educación física;
promoción de la lectura; costura; y el taller de barro que imparte
-gratuitamente- Mujeres Artesanas de Tláhuac. Los grupos necesariamente
son pequeños, de 10 a 20 usuarias.
Para Rita Reséndiz la experiencia ha sido enriquecedora:
''Son mujeres con una gran sensibilidad, varias de ellas nunca habían
tenido contacto con el barro, pero son capaces de hacer figuras mucho más
complejas que las que hace gente que ya ha tenido experiencia. Al principio
se quedan viendo al barro, lo tocan, después empieza una y luego
otra y otra y de ahí se siguen las demás. Como si de pronto
empezara a fluir la idea de lo que quieren hacer".
"El barro es un material noble". La descripción
que hace Rita cobra total sentido cuando se ve cómo esa porción
de masa húmeda y oscura adquiere forma en las manos que la estrujan,
acaso torpes pero sin duda amorosas. Es inevitable remontarse al mito bíblico
de la creación del hombre, moldeado en barro por Dios.
Tal vez la mayoría de las mujeres que cursaron
el taller de barro en La Cascada nunca recuperen del todo sus capacidades
intelectuales. Sin embargo, Elizabeth Mateos está segura que hay
algo en ellas que se mantiene intacto: "Su patología no afecta su
sensibilidad, al contrario, las mujeres siquiátricas suelen ser
hipersensibles". Con las emociones a flor de piel, pero imposibilitadas
para expresarlas convencionalmente, el trabajo con barro es una forma de
salir del mundo al que fueron arrojadas por una realidad atroz. De eso
nos habla la jirafa gorda y achaparrada; el gato con dos patas y cuatro
colas; aquel comal con tortillas y esa cazuela conmovedoramente maltrecha;
o el bebé en su cuna soberbiamente resuelto; y la inquietante figura
que hizo la mujer muda: tiras de barro que se sobreponen ondulantes, en
varias capas, aprisionando una pequeña esfera en el núcleo.
"Se pueden hacer mil y una lecturas de sus obras, a fin
de cuentas de lo que hablan es de su vida: de sus sueños, de sus
triunfos, de sus fracasos. Puedes ver a la hija de padre alcohólico;
la que era golpeada por el marido; a la que perdió el hijo; la drogadicta
o la que al nacer sufrió una lesión en la corteza cerebral".
Así fue como se cruzaron los caminos de Rita y
Elizabeth.