Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 20 de mayo de 2002
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Política

Jorge Santibáñez Romellón*

La tonta frontera inteligente

El pasado miércoles el presidente George W. Bush firmó (lo cual la hace oficial y aplicable) una ley acerca de la seguridad en sus fronteras. Los impactos en la frontera entre México y Estados Unidos son previsiblemente negativos, nada más y nada menos que 3 mil 200 kilómetros de esas fronteras. La ley contempla el fortalecimiento de la frontera, el incremento en el número de agentes de la Patrulla Fronteriza, la obligatoriedad de contar con un documento con identificación biométrica y otras medidas, que sería largo y probablemente innecesario enumerar. El fondo del asunto es tener una frontera más vigilada, con mayor tecnología, como sinónimo de una frontera más segura.

Este concepto de frontera, irónicamente llamado "frontera inteligente", se deriva de los condenables ataques del 11 de septiembre y es una mezcla rara de los sentimientos de nacionalidad y soberanía, según la cual, como el propio presidente argumentó al respecto, todos los males y enemigos de Estados Unidos vienen del exterior; de la sensación de que con más hombres y más tecnología se evitará la entrada de esos enemigos -como si lo que ocurrió el 11 de septiembre no hubiera demostrado exactamente lo contrario- y del oportunismo político que hace del discurso antiterrorista y de defensa de los "ataques del exterior" un instrumento de fortaleza que Bush espera le dure hasta noviembre, cuando serán las ya próximas elecciones legislativas en su país. Parece que los presidentes han encontrado como estrategia de fortalecimiento interno la argumentación de "ataques del exterior".

Lo que sí se puede afirmar es que ninguna de las argumentaciones que se han esgrimido para justificar esta "frontera inteligente" tiene visión de mediano o largo plazos. Ni siquiera cuáles serían los nuevos enemigos de Estados Unidos. Simplemente se arman hasta los dientes para defenderse mal del enemigo que ya pasó, que ya les hizo daño. Según ellos, se defienden para protegerse de formas de ataque que ya fueron empleadas en su contra, y que la misma lógica e historia apuntan que es poco probable que se vuelvan a utilizar. Y en todo caso, no se aclara cuál será el papel de las fronteras ante los nuevos enemigos y las nuevas estrategias. Total, se utiliza la frontera para defenderse de lo que ya pasó y no hay certeza de que lo que viene esté asociado con la frontera. Por eso, realmente se trata de una muy tonta frontera inteligente.

Para México el asunto sería lo de menos, si no fuera por las gravísimas implicaciones que tiene. Total, hay quien puede pensar que son soberanos para gastar sus recursos en lo que quieran. Sin embargo, al menos en dos dimensiones, México y su desarrollo se ven afectados.

Esas dos dimensiones son la interacción local fronteriza y la migración de mexicanos hacia y desde Estados Unidos. En cuanto a la citada interacción es necesario recordar que el desarrollo y la estabilidad futura de micro-rregiones, como Tijuana-San Diego o Ciudad Juárez-El Paso, depende de una frontera flexible y eficiente. El presidente Bush mencionó erróneamente que 500 millones de personas entran anualmente a Estados Unidos. En realidad se trata de un número mucho más reducido de personas que entran muchas veces a ese país. La mayoría de ellas son residentes fronterizos que van "al otro lado" varias veces por semana a realizar actividades no sólo legítimas, sino convenientes para la economía de los dos lados.

En lo que toca al asunto migratorio, ante la ausencia de un acuerdo realista en la materia y la certeza de un escenario de continuidad de los flujos migratorios de mexicanos hacia Estados Unidos, al menos durante los próximos 15 años, toda vez que en ese lapso, por razones demográficas y económicas, no será posible ofrecer en México todos los empleos ni las condiciones de arraigo que nuestros jóvenes demandan, y que Estados Unidos requerirá de mano de obra extranjera barata que le permita pagar las pensiones de los estadunidenses nacidos después de la Segunda Guerra Mundial, los migrantes mexicanos seguirán cruzando a nuestro país vecino y una frontera más vigilada sólo provocará un uso más intensivo de polleros, de documentos falsos y, desde luego, la muerte de muchos de nuestros migrantes.

Por supuesto, si usted es de los que piensan ir a Estados Unidos de compras, a hacer negocios, a ver un show en Las Vegas, en síntesis, a gastar en ese país, no tiene de qué preocuparse; seguramente la próxima vez que vaya será recibido con una mejor y más artificial sonrisa. Sin embargo, nuestro gobierno no debe olvidar que en Estados Unidos viven tres y medio millones de mexicanos sin documentos, cifra que se incrementa cada año en 300 mil, y que esos mexicanos fueron y seguirán yendo a trabajar.

* Presidente de El Colegio de la Frontera Norte

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