Petrucci, Vai y Satriani en el Auditorio Nacional
Una lengua virtuosa y 30 dedos en acción dejaron
boquiabiertos a 10 mil personas
ERICKA
MONTAÑO GARFIAS
Petrucci, Vai y Satriani, los tres mejores guitarristas
de rock estadunidenses del momento, se presentaron este miércoles
en punto de las 20:30 horas en el Auditorio Nacional, escenario al que
llegan después de posponer el concierto a consecuencia de los atentados
del 11 de septiembre en su país.
John,
Steve y Joe, en ese orden, primero de uno en uno y al final los tres juntos,
lograron que 10 mil personas los escucharan de pie durante las tres horas
y media del concierto.
El señor Petrucci, el primero en salir al escenario,
es todo sobriedad. Son pocos los efectos que utiliza para despertar la
lira. Recorre el escenario acompañado al bajo por Dave LaRue, del
grupo Dixie Dregs, y el baterista Mike Portnoy, quien por cierto es su
compañero en el grupo Dream Theater, que hace unos meses se presentó
en el Auditorio. John Petrucci se adueña casi 40 minutos del público
con rolas como Erotomanía, Paradigm y Damage Control.
Le sigue una pausa de 20 minutos que los técnicos emplearon para
colocar el equipo del siguiente en la lista.
Steve Vai con todo su circo, maroma y teatro, no perdió
la oportunidad de arrancar alaridos, quejas, llanto y risas a su guitarra.
Después pasa la lengua una y otra vez sobre las cuerdas. La lengua
no saca las notas, dirán los entendidos, quienes se empeñan
en descubrir el truco del mago: para ellos lo que escuchamos es un efecto
producido por un pedal o whammy en el procesador digital colocado
en el suelo. Para otros es puro sexo oral.
A la locura de Shy boy y Erotic nightmare,
le siguió la calma de For the love of God, una de las piezas
convertidas ya en himno para sus seguidores.
Otra
vez la magia se detiene por 20 minutos para darle paso a Satriani, aplaudido
sobre todo con Cool 9, Flying in a blue dream, The extremist y Surfing
with the alien, acompañado al bajo por Matt Bissonette, y la
batería de Jeff Campitelli.
El acabose fue cuando los tres aparecieron. Tres guitarras,
seis manos y cientos de miradas tratando de seguir, a veces en las pantallas
gigantes y otras en directo, los 30 dedos que recorrían de arriba
abajo y viceversa el cuerpo y brazo de los instrumentos. Muchos con la
boca abierta, todos de pie, escuchando La Grange, Vodoo Child y
Little wing, como pequeños homenajes a ZZ Top y Jimi Hendrix.
Tres horas y media después las luces del Auditorio
se encendieron. Ya no hubo regreso a pesar de los gritos y los aplausos
pidiendo el tradicional pilón.