Saldrá de cartelera en unas semanas,
anuncia el director general de producción, Morris Gilbert
Chicago, musical de ambiente carcelario, llegó
a 200 funciones
ARTURO CRUZ BARCENAS
Chicago, el musical, cumplió el pasado jueves
200 representaciones en el Centro Cultural Telmex. La placa alusiva fue
develada por Evita Muñoz Chachita y Demián Bichir.
El director general de producción, Morris Gilbert, anunció
que la obra se halla en la recta final y que pronto saldrá de cartelera,
para abrir espacio a Los miserables.
Han sido seis meses de presentaciones de esta historia
policiaca, en la que las mujeres asesinan por el único crimen que
tiene explicación: la pasión amorosa. Teniendo como escenografía
una orquesta que a su vez sirve de jurado y público de juicios,
en los cuales las incriminadas son llevadas al nivel de títeres.
El mundo de la prisión anula la individualidad,
el ser humano en su más elemental rasgo distintivo. La moral no
existe y los derechos se pierden. El Estado es dueño de los destinos
de los desgraciados o desgraciadas que están tras las rejas.
La reminiscencia es de la serie de televisión Los
intocables, en los que Eliot Ness luchaba contra Al Capone y demás
mafiosos, quienes tenían asolada esa también urbe de hierro,
mediante el tráfico de narcóticos y de alcohol, en plena
época de prohibición.
Todo llevaba al exceso. Mientras más se prohíbe
algo más se tiene la tendencia a realizarlo. La vida nocturna, los
salones de baile, el jazz y el blues, aunado al deseo de darse a la vida
luego de la Guerra Mundial, crea la atmósfera adecuada de Chicago.
Estelarizada por Sandra Guida y Blanca Marroquín,
con letra de Fred Ebb, música de John Kander y libreto de Fred Eb
y Bob Fosse, Chicago está por cumplir su cometido. Gilbert
ha tratado de llevar gente por medio de diversas promociones, pero será
la crisis, la falta de público, aun la ausencia de educación
teatral suficiente, pero el teatro no siempre se ve lleno.
La producción es dirigida y coreografiada por Bob
Fosse, basada en la obra de Maurine Dallas Watkins. También actúan
Eugenio Montessoro -quien no asistió el jueves por hallarse enfermo-,
Darío Ripoll y Laura Cortés, quien la hace de la celadora
lesbiana que explotará a las reclusas anhelantes de libertad, de
un telefonazo y de que les den ya fecha de audiencia.
En la cárcel el tiempo pasa lento, tan lento que
desespera a un monje, cuantimás a mujeres de vida disipada, deseosas
de sexo, que lucen sus torneadas piernas, envueltas en medias negras, de
cuadritos, grises y demás tonos que alborotan la hormona masculina.
Las actrices, sin desparpajo ni prejuicio alguno, abren las piernas, en
compases de 45 grados para arriba. Los calzones ocupan el centro del escenario.
Lo demás es pura imaginación, imaginación pura.
Para las asistentes, algunos de los actores están
híper inflados, ponchados, fortachones, quijadones. Brincan,
hacen acrobacias, cargan a las mujeres con una facilidad que pareciera
que están hechas de papel. El personaje más parecido a muchos
de los mortales que han ido a ver la obra es Amos (Darío
Ripoll), gris, Gutierritos.
Su mediocridad es aterradora y causa risa. Es el esposo
del personaje que desarrolla Blanca Marroquín, que es una mujer
caliente a la que la dominan los placeres carnales y se dedica a
coleccionar muchachos. Asesina a su amante; va a la cárcel y no
se cansará de ofrecer sus placeres a peritos, médicos, abogados
y testigos, para salir del bote.
Amos se lleva la noche. Alma noble, el mundo no es su
mundo. Todo por amor. Perdonará a su traidora esposa, a pesar de
la evidencia. No tiene dignidad, su orgullo es un tapete. Lo extraño
es que el público le aplaude y lo lleva a niveles de héroe.
A la función número 200 llegaron muchos
de los que siempre asisten a las "n" representaciones. Hay unos actores
que siempre están en ese tipo de actos cocteleros, para la foto,
para la entrevista. Pero también llegaron otros que no habían
visto la obra. Había algo de material para los buscadores de información
amarilla, que siempre hay, como la actriz que llega con nuevo galán,
quien lanza sonrisas a diestra y siniestra.
La prensa no sale bien librada en el musical. Estereotipada
a niveles de sensacionalista, hará el seguimiento de los sucesos
carcelarios en la medida en que son nota, en que venden periódicos.
La actriz de cabaret asesina será objeto de entrevistas,
de fotos, en tanto dura el juicio. Acabado éste, los reporteros,
cual jauría, irán en pos de otra víctima de los trascendidos.
La música de John Kander, el jazz cadencioso, propicio
para las coreografías sensuales, hace al público marcar el
ritmo con palmas y pies. El destino unirá a dos bailarinas. Al final,
fuera de la cárcel. El baile es un elemento de libertad.
Chicago, el musical se presenta en el Centro Cultural
Telmex Dos, los jueves, a las 20:30 horas; viernes, 19 y 21:45; sábados,
18 y 21, y domingos, 13:30 y 18 horas. Boletos en el sistema Ticketmaster,
Mix Up, Discolandia, El Palacio de Hierro, y al teléfono 5325-9000.