RUTA SONORA
Patricia Peñaloza
Andrew WK
TRES GUITARRAS Y un bajo reventando los amplis.
En cuasi-unísono, una bataca al mero un dos, un dos, un dos.
Velocidad trepidante, volumen insoportable. Mas esto que podría
ser virtud se convierte en pesadilla, pues hay cero matices. Seudometal
machacón, metal de a varo, y sobre ese ruido infernal un dulce y
tierno cerdo: Andrew Wilkes-Krier (WK), vociferando de manera indirectamente
proporcional a su grandota corporeidad, es decir... sin la potencia vocal
que en su disco emana. Pero ello no obsta para que el lleno del Hard Rock
Live brinque y ovacione, el martes por la noche, al muchachote de Michigan,
mientras éste manotea y da de puñetazos al aire acondicionado,
zafándose casi los brazos, creando cruces en falso, dando patadas
voladoras... Hagan de cuenta, un grandulón haciendo berrinche.
ANDREW
APARECE TEMPRANO, todos gritan. Sólo ha grabado un disco, I get
wet (Me mojé), así que esto no durará mucho. El
compositor estadunidense, quien tuvo buena recepción en 2001 en
el Reino Unido, mientras en su país le fue censurada la portada
de su álbum (se ve a él mismo sangrando de la nariz) comienza
con It's time to party (Es hora de reventarse), y la banda asistente
hace lo propio. La rola no suena tan mal, acaso y porque es la primera
o porque no es tan mala.
EL EX BATERISTA de la banda metalera Obituary, Donald
Tardy, parece desmerecer, mientras uno de los guitarristas, Sergeant Frank,
con sus dengues gritones, la hará de "animador" todo el toquín.
Vienen las rolas favoritas del cantante, según dijo en entrevista
con esta reportera: Take it off y Ready to die. La primera
"habla de todo lo que vino a mi mente, no tiene mensaje; me gustó
cómo sonaban las palabras al salir de mi boca. Y como habla de todo,
habla del universo y todo lo que hay en el espacio. La segunda dice que
debes hacer lo que te interesa, antes de morir, para que cuando llegue
ese momento no te lamentes: oh, ¿por qué no hice esto o aquello?"
ANDREW SE DIRIGE al público chilango para
decir en inglés que ha aprendido algunas palabras en español:
"¡Langosta! ¡pájaro!", para rematar con un efusivo "¡¡chidooo!!",
que repetirá varias veces con el puño en alto mientras la
gente lo secunda, divertida. Se prenden más los asistentes con dos
de los fabricados hits: She is beautiful y NYC (New York City),
cuya letra es lambisconamente modificada: en vez de I love New York
City..., cantaron: "I love Mexico City, I love Mexico City". La
gente lo consiente.
EL GREÑUDO Y de pelo ceboso, Andrew, lleva puesto
su disfraz de chico rudo: una camiseta tipo Rinbros y un pantalón
más que marrano (cuentan que cuando bajó del avión
venía muy limpio, pero nomás empezaron sus actividades "públicas",
se fue a poner su ropa puerca). Andrew sigue manoteando, extenuando cada
músculo, gritando a nivel regular, apoyado por los coros de sus
músicos. Avienta agua, se pone el micrófono cerca de la bragueta,
para usar como instrumento sus brazos. Ha dicho: "Todo lo que hagas dando
tu mayor esfuerzo te llevará a mojarte (to get wet), ya sea
con sudor, sangre, orina, semen, o con el líquido lubricante en
las chavas..." De pronto, no se sabe si su exaltación prende o desconcierta/incomoda,
por sobrada. Su "furia" parece artificial, pero no es conciente de ello:
se la cree cual perfecto estadunidense alienado, cual gringo medio que
tiende a confundir lo grandote con lo grandioso.
Agresividad melodiosa
SU MUSICA, DE inspiración metalera, sigue sonando
estrepitosa, grotesca, con un mínimo de musicalidad, cual si un
golpeteo de construcción taladrara los oídos. ¿Qué
así debe sonar el metal? Neeeeel. Sus rolas suenan agresivas,
lo que contrasta con sus intentos de melodía vocal, muy fresi-pop,
y con los choros que tira: "Canto sobre la libertad de hacer lo que quieras
hacer: quiero brindar mi música, pues ésta es más
grande que yo, ya no es mía sino de quienes la oyen... Me considero
alguien fuerte, que lucha por lo que quiere... Trato de alcanzar la verdad,
es decir, lo que te da fuerza interior, para reflejarla en la música;
la verdad no es lo que yo pienso, sino eso que no puedes negar, que está
frente a ti... Primero tienes que buscar tu felicidad para transmitir a
los otros tu pasión mediante algo muy emocionante, hacerlos felices".
Mientras habla, su mirada es tranquila, sonríe sentimental. Nada
que ver cuando sale a escena, donde se ve furioso, frenético. Su
pretensión "espiritual" y su rollo tipo "únete a los optimistas"
parece quedarle guango a lo que provoca su música: dolor de cabeza.
ANDREW WK Y sus músicos más bien reflejan
los clichés del glam-rock ochentero: volumen, fuerza, ademanes desenfrenados,
pero sin ironía; se lo toman muy en serio. Agregó en la citada
charla: "Yo no grito para ser escuchado, sino porque gritar se siente bien;
no grito para que me volteen a ver, sino porque suena mejor así
que susurrado... Además soy joven y como tal me atrae expresarme
de ese modo".
VIENEN YOUR RULES y Gotta do it. El guitarra/animador
dice en espanglish: "Eh, Mexico, your fuckin' madre!!" y
todos celebran. Un secre aparece con un pastel y dice que es cumpleaños
de Andrew: ¡24 añotes! Instan al público, y éste
canta el happy birthday. Andrew corta con su manota el pan merengoso,
se embarra la cara, se mete un gran pedazo a la boca con malcriada intención,
para escupirlo a la gente. ¡Es muy malo!
CANTA WE WANT fun (Queremos diversión),
y varían un poco los motivos armónicos. Mas no dura mucho
el gusto porque con I get wet una tiene la impresión de que
van en la misma rola desde que empezaron. Sus tres acordes no se acercan
a los Ramones, sino a Twisted Sister o a Quiet Riot en sus peores momentos.
A eso dijo WK: "No trato de ir al pasado ni de hacer algo retro.
Es como cuando entras a la biblioteca, tomas un libro al azar y descubres
que te gusta, y sin tener referencias de él, de dónde viene
o a qué se parece; yo invito a todos a que escuchen lo que quiero
decirles, tal como viene".
TOCAN FUN NIGHT y la choteada Party hard,
cuyo motivo central suena a We built this city de los fresi-ochenteros
de Starship. Hacen encore con Don't stop living in the red.
El muchachote se avienta al público y regresa con la camiseta rota;
celebra su "victoria" y se va. Una hora pasadita; son apenas las 22 horas
y uno agradece lo corto del concierto. Uno no comprende por qué
le endilgan al respetable escuchar productos que se presumen maravillas,
cuando no aportan nada. Uno sale... y a los cinco minutos lo olvida todo.
¿Dónde la felicidad prometida?