De los acróbatas prehispánicos a
la integración social
El circo tradicional nació en Gran Bretaña
en 1770, gracias al ingenio de Philip Astley, sargento del ejército
de ese país quien descubrió que la fuerza centrífuga
permitía que un hombre pudiera mantenerse de pie sobre el lomo de
un caballo que galopara en círculo.
Esta actividad llegó a México en 1786 con
un grupo de españoles. Sin embargo, las civilizaciones antiguas
ya representaban actos cómicos y acrobáticos. Testimonio
de ello son los numerosos códices, murales y estatuillas como El
acróbata, encontrada en el entierro 154 de Tlatilco, estado
de México (1700-1400 aC), que representa a un pulsador contorsionista
y que se exhibe en el Museo Nacional de Antropología.
Gloria Fuentes, autora del libro Circa-circus,
señala que uno de los murales de Bonampak incluye como parte de
la representación de una festividad a sacerdotes, músicos
y un trío de saltadores. Diferentes códices -precisa- narran
lo que estos hombres hacían: hábiles juegos de objetos con
los pies, bailes de unos encima de los hombros de otros, equilibrios y
un particular tipo de ejercicio que de acuerdo con las clasificaciones
del circo moderno podríamos denominar aerealismo.Un ejemplo de acrobacia
ritual lo constituyen los voladores de Papantla. Bernal Díaz del
Castillo, asimismo, consigna ''la gran cantidad que tenía el gran
Moctezuma de bailadores y danzadores... y de otros que vuelan cuando bailan
por alto".
El cronista Francisco López de Gomara reseña:
''Jugadores que allí hay de pies, como aquí de manos, los
cuales llevan en los pies un palo como especie de cuartón, rollizo,
parejo y liso, que arrojan a lo alto y lo recogen, y le dan 2 mil vueltas
en el aire tan bien y rápidamente, que apenas se ve cómo
(...) también ha-cían matachines, pues se subían tres
hombres, uno sobre otro de pies planos en los hombros, y el último
hacía maravillas."
Otras huellas de la tradición prehispánica
circense se hallan en los maromeros de Tixtla, Guerrero; los zancos ceremoniales
de San Pedro Zaachila, Oaxaca, y los conjuntos acrobáticos de Magdalena
Tetaltepec, de la Mixteca baja de Puebla.
El circo europeo cobra auge en México durante el
imperio de Maximiliano, cuando llegó el circo de Giuseppe Chiarini,
quien contribuyó a formar, de acuerdo con los cánones de
la escuela del viejo continente, las primeras generaciones de artistas
mexicanos.
A finales del siglo XIX aparecieron numerosos circos,
entre ellos el Suárez, el Metropolitano de los Hermanos Orrin, el
Gran Circo Fénix y el Treviño.
En el porfiriato, el inglés Richard Bell llegó
a México y aquí promovió hasta su muerte la actividad
circense. Su destreza como payaso (clown) arrancaría la risa
del general Porfirio Díaz. De acuerdo con Serrano, durante esa etapa
los circos tuvieron que afrontar la competencia de las compañías
de zarzuela y las teatrales, pero sobre todo la de una novedad extraordinaria:
el cinematógrafo.
Los circos sobrevivieron a la Revolución, a pesar
de que constantemente se hacían referencias chuscas a los acontecimientos
y personajes de la época.
En 1909, por ejemplo, en la carpa del Circo Atayde Hermanos,
fundado en 1888, se llevó a cabo un mitin antirreleccionista encabezado
por Francisco I. Madero en Mazatlán.
Por otra parte, en la actualidad niños y adolescentes
de las calles de Brasil han encontrado una actividad que los salva de la
violencia cotidiana: el arte circense.
Alex Souza dos Santos escapó de una matanza perpetrada
por policías contra ocho niños que dormían cerca de
la iglesia de La Candelaria, en el centro de Río de Janeiro. Entonces
pasaba las noches en una favela (barrio marginal) cercana al puerto,
donde las drogas y al alcohol lo destruían.
Hoy se gana la vida como equilibrista, pues participa
en actos teatrales, luego de estudiar cuatro años en la Escuela
Nacional de Circo de Brasil.
Alex recibió ayuda de diversas organizaciones no
gubernamentales que crearon el proyecto Si esa calle fuese mía,
en el que jóvenes, en su mayoría negros, se inician en el
teatro, la danza, la música informática y el arte circense.
Malabarismo, equilibrismo y acrobacia se practican por
dos terceras partes de los asistentes a los talleres. Quienes demuestran
talento y vocación son trasladados a la Escuela Nacional de Circo,
institución oficial que forma profesionales en cuatro años.
Los proyectos de las ONG incluyen, además, clases de refuerzo escolar
a niños con dificultades en la enseñanza formal.
Un caso similar al proyecto no gubernamental se registra
en Belem, capital del estado de Pará. Allí la alcaldía
utiliza el circo para sacar a niños de los basurales, donde sus
familias reciclan desechos como alimento o para vender.