Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 11 de mayo de 2002
  Primera y Contraportada
  Editorial
  Opinión
  Correo Ilustrado
  Política
  Economía
  Cultura
  Espectáculos
  Estados
  Capital
  Mundo
  Sociedad y Justicia
  Deportes
  Lunes en la Ciencia
  Suplementos
  Perfiles
  Fotografía
  Cartones
  La Jornada de Oriente
  Correo Electrónico
  Busquedas
  >

Cultura
De los acróbatas prehispánicos a la integración social

El circo tradicional nació en Gran Bretaña en 1770, gracias al ingenio de Philip Astley, sargento del ejército de ese país quien descubrió que la fuerza centrífuga permitía que un hombre pudiera mantenerse de pie sobre el lomo de un caballo que galopara en círculo.

Esta actividad llegó a México en 1786 con un grupo de españoles. Sin embargo, las civilizaciones antiguas ya representaban actos cómicos y acrobáticos. Testimonio de ello son los numerosos códices, murales y estatuillas como El acróbata, encontrada en el entierro 154 de Tlatilco, estado de México (1700-1400 aC), que representa a un pulsador contorsionista y que se exhibe en el Museo Nacional de Antropología.

Gloria Fuentes, autora del libro Circa-circus, señala que uno de los murales de Bonampak incluye como parte de la representación de una festividad a sacerdotes, músicos y un trío de saltadores. Diferentes códices -precisa- narran lo que estos hombres hacían: hábiles juegos de objetos con los pies, bailes de unos encima de los hombros de otros, equilibrios y un particular tipo de ejercicio que de acuerdo con las clasificaciones del circo moderno podríamos denominar aerealismo.Un ejemplo de acrobacia ritual lo constituyen los voladores de Papantla. Bernal Díaz del Castillo, asimismo, consigna ''la gran cantidad que tenía el gran Moctezuma de bailadores y danzadores... y de otros que vuelan cuando bailan por alto".

El cronista Francisco López de Gomara reseña: ''Jugadores que allí hay de pies, como aquí de manos, los cuales llevan en los pies un palo como especie de cuartón, rollizo, parejo y liso, que arrojan a lo alto y lo recogen, y le dan 2 mil vueltas en el aire tan bien y rápidamente, que apenas se ve cómo (...) también ha-cían matachines, pues se subían tres hombres, uno sobre otro de pies planos en los hombros, y el último hacía maravillas."

Otras huellas de la tradición prehispánica circense se hallan en los maromeros de Tixtla, Guerrero; los zancos ceremoniales de San Pedro Zaachila, Oaxaca, y los conjuntos acrobáticos de Magdalena Tetaltepec, de la Mixteca baja de Puebla.

El circo europeo cobra auge en México durante el imperio de Maximiliano, cuando llegó el circo de Giuseppe Chiarini, quien contribuyó a formar, de acuerdo con los cánones de la escuela del viejo continente, las primeras generaciones de artistas mexicanos.

A finales del siglo XIX aparecieron numerosos circos, entre ellos el Suárez, el Metropolitano de los Hermanos Orrin, el Gran Circo Fénix y el Treviño.

En el porfiriato, el inglés Richard Bell llegó a México y aquí promovió hasta su muerte la actividad circense. Su destreza como payaso (clown) arrancaría la risa del general Porfirio Díaz. De acuerdo con Serrano, durante esa etapa los circos tuvieron que afrontar la competencia de las compañías de zarzuela y las teatrales, pero sobre todo la de una novedad extraordinaria: el cinematógrafo.

Los circos sobrevivieron a la Revolución, a pesar de que constantemente se hacían referencias chuscas a los acontecimientos y personajes de la época.

En 1909, por ejemplo, en la carpa del Circo Atayde Hermanos, fundado en 1888, se llevó a cabo un mitin antirreleccionista encabezado por Francisco I. Madero en Mazatlán.

Por otra parte, en la actualidad niños y adolescentes de las calles de Brasil han encontrado una actividad que los salva de la violencia cotidiana: el arte circense.

Alex Souza dos Santos escapó de una matanza perpetrada por policías contra ocho niños que dormían cerca de la iglesia de La Candelaria, en el centro de Río de Janeiro. Entonces pasaba las noches en una favela (barrio marginal) cercana al puerto, donde las drogas y al alcohol lo destruían.

Hoy se gana la vida como equilibrista, pues participa en actos teatrales, luego de estudiar cuatro años en la Escuela Nacional de Circo de Brasil.

Alex recibió ayuda de diversas organizaciones no gubernamentales que crearon el proyecto Si esa calle fuese mía, en el que jóvenes, en su mayoría negros, se inician en el teatro, la danza, la música informática y el arte circense.

Malabarismo, equilibrismo y acrobacia se practican por dos terceras partes de los asistentes a los talleres. Quienes demuestran talento y vocación son trasladados a la Escuela Nacional de Circo, institución oficial que forma profesionales en cuatro años. Los proyectos de las ONG incluyen, además, clases de refuerzo escolar a niños con dificultades en la enseñanza formal.

Un caso similar al proyecto no gubernamental se registra en Belem, capital del estado de Pará. Allí la alcaldía utiliza el circo para sacar a niños de los basurales, donde sus familias reciclan desechos como alimento o para vender.

ANASELLA ACOSTA NIETO

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
Día Mes Año