Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 6 de mayo de 2002
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TOROS

Emocionante tercer festejo de Telmex y primero sin picadores en La Florecita

Brava y noble novillada de San Marcos reivindica la preminencia del toro

Roberto Pedroza cortó dos orejas y Claudio Montiel, una Luis Gallardo sufrió grave cornada

LEONARDO PAEZ

Al finalizar aquella extenuante sucesión de emociones, la arena del ruedo de La Florecita presentaba en los medios un tono ennegrecido, en contraste con la claridad de las zonas del tercio y las tablas, prueba innegable de la bravura mostrada por los seis novillos durante su lidia.

Se jugó un bravo, noble y bien presentado encierro de la ganadería jalisciense de San Marcos, propiedad de Ignacio García Villaseñor, congruente con su firme convicción de que "esta es una fiesta de toros, no de toreros", y de que "no hay que refugiarse en el supuesto toro artista para disfrazar la mansedumbre y diluir la casta".

Ejemplares de fina lámina, a excepción del quinto, más chico, que desentonó con relación a sus imponentes hermanos, el que abrió plaza aunó a su buena presencia y mejor clase impresionantes y finos pitones y sus despojos recibieron el homenaje del arrastre lento, acertadamente ordenado por el juez Raúl Espíndola.

Otros tres novillos fueron aplaudidos rumbo al destazadero y si no se cortaron más orejas fue debido a la natural inexperiencia de los muchachos, en general sobrados de valor pero faltos de sitio y recursos para aprovechar cabalmente aquellas repetidas, bravas y claras embestidas.

No faltó el alma compasiva a la que pareció exagerado el trapío de los sanmarqueños, habida cuenta de que se trató de un festejo sin picadores, pero los asesores taurinos del Telmex están convencidos de que la prueba de fuego de todo aspirante a destacar en la difícil profesión de torero, es enfrentarlos con astados serios, capaces de herir al menor descuido y de desengañar a quien cree que esto es un juego.

Entre el hambre y el antojo

Roberto Pedroza, de Guadalajara, enfrentó a Arriero (363 kg), y si bien se vio apurado al veroniquear y torear por gaoneras, luego de un soberbio par de Alfredo Acosta el joven empezó a confiarse en templadas series por ambos lados, bien rematadas, sobresaliendo una dosantina tras la tanda más sentida con la diestra.

Yéndose tras el acero, dejó una estocada casi entera en todo lo alto y el público, más de tres cuartos del aforo, impresionado por la catadura y nobleza del novillo y por el paulatino desbordamiento de Pedroza, pidió para éste las orejas, que fueron concedidas, no de inmediato sino luego de constatar el juez la mayoritaria petición.

Pastor (372 kg), menos aparatoso de cabeza pero igualmente bien presentado, correspondió a Luis Gallardo, un tanto fornido, de la taurina Tepeapulco, Hidalgo. Instrumentó verónicas con sabor y su faena, a base de tandas muy cortas de dos muletazos y el remate, mostró más que sus buenas maneras la noble repetitividad del novillo, al que más que templar dejaba pasar, siendo desarmado en tres ocasiones. Tieso de brazos, Luis sin embargo mejoraría su desempeño en algunos templados naturales.

Luego de un pinchazo, contrariado el joven hidalguense se entregó en el volapié y al tiempo que dejó media estocada trasera fue prendido por la cara interna del muslo derecho, recibiendo una cornada de cuatro trayectorias, la más grande de 25 cm., afortunadamente sin interesar ninguna arteria. Si la tauromaquia consistiera sólo en pegar pases...

Claudio Montiel, de Apizaco, muy bajito, especie de Paco Ortiz reencarnado, recibió al sexto, Campeador (385 kg), ligeramente tocado del pitón derecho, con dos vistosas tijerillas, verónicas y torero recorte. Añadió chicuelinas antiguas y remató con una larga cambiada de rodillas. La gente, puesta de pie, aplaudió con fuerza. Tras dos pares fallidos, el menudo Claudio dejó un tercero en todo lo alto.

Seguro y animoso, pidió música y comenzó a pasarse los pitones no por la faja sino por el corbatín, jugándosela en derechazos dramáticos. Luego de lasernistas y muletazos por alto pinchó arriba en dos ocasiones, sufriendo en el segundo fuerte varetazo en el pecho. Y sobrevino la escena de antaño:

Al tiempo que dejaba una entera delantera, el providencial quite de Adolfo Sánchez, que simultáneamente desvió la embestida del encastado burel. Tras una prolongada y fuerte petición, Espíndola accedió a conceder la oreja que orgulloso paseó Montiel, invitando al ganadero a dar merecida vuelta.

Los demás

Sergio González, del DF, fue cogido sin consecuencias por Bezanero (358), claro, alegre y fuerte, y anduvo desenvuelto con la muleta. Tardó en matar al novillo y ambos fueron aplaudidos. Con el emotivo Labrador (388) Marco Antonio Robles estuvo autocomplaciente y poco confiado y cuando por su cuenta se disponía a dar la vuelta, los pitos lo regresaron al tercio. Por su parte, el aguascalentense Pedro Rubén Pérez mostró frente a Mayoral (352) cabeza, intuición y buenas maneras, pensando en la cara y gustándose, por lo que tras una labor bien estructurada recorrió el anillo tras escuchar un aviso.

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