TOROS
Emocionante tercer festejo de Telmex y primero sin
picadores en La Florecita
Brava y noble novillada de San Marcos reivindica la
preminencia del toro
Roberto Pedroza cortó dos orejas y Claudio Montiel,
una Luis Gallardo sufrió grave cornada
LEONARDO PAEZ
Al finalizar aquella extenuante sucesión de emociones,
la arena del ruedo de La Florecita presentaba en los medios un tono ennegrecido,
en contraste con la claridad de las zonas del tercio y las tablas, prueba
innegable de la bravura mostrada por los seis novillos durante su lidia.
Se jugó un bravo, noble y bien presentado encierro
de la ganadería jalisciense de San Marcos, propiedad de Ignacio
García Villaseñor, congruente con su firme convicción
de que "esta es una fiesta de toros, no de toreros", y de que "no hay que
refugiarse en el supuesto toro artista para disfrazar la mansedumbre y
diluir la casta".
Ejemplares de fina lámina, a excepción del
quinto, más chico, que desentonó con relación a sus
imponentes hermanos, el que abrió plaza aunó a su buena presencia
y mejor clase impresionantes y finos pitones y sus despojos recibieron
el homenaje del arrastre lento, acertadamente ordenado por el juez Raúl
Espíndola.
Otros tres novillos fueron aplaudidos rumbo al destazadero
y si no se cortaron más orejas fue debido a la natural inexperiencia
de los muchachos, en general sobrados de valor pero faltos de sitio y recursos
para aprovechar cabalmente aquellas repetidas, bravas y claras embestidas.
No faltó el alma compasiva a la que pareció
exagerado el trapío de los sanmarqueños, habida cuenta de
que se trató de un festejo sin picadores, pero los asesores taurinos
del Telmex están convencidos de que la prueba de fuego de todo aspirante
a destacar en la difícil profesión de torero, es enfrentarlos
con astados serios, capaces de herir al menor descuido y de desengañar
a quien cree que esto es un juego.
Entre el hambre y el antojo
Roberto
Pedroza, de Guadalajara, enfrentó a Arriero (363 kg), y si
bien se vio apurado al veroniquear y torear por gaoneras, luego de un soberbio
par de Alfredo Acosta el joven empezó a confiarse en templadas series
por ambos lados, bien rematadas, sobresaliendo una dosantina tras la tanda
más sentida con la diestra.
Yéndose tras el acero, dejó una estocada
casi entera en todo lo alto y el público, más de tres cuartos
del aforo, impresionado por la catadura y nobleza del novillo y por el
paulatino desbordamiento de Pedroza, pidió para éste las
orejas, que fueron concedidas, no de inmediato sino luego de constatar
el juez la mayoritaria petición.
Pastor (372 kg), menos aparatoso de cabeza pero
igualmente bien presentado, correspondió a Luis Gallardo, un tanto
fornido, de la taurina Tepeapulco, Hidalgo. Instrumentó verónicas
con sabor y su faena, a base de tandas muy cortas de dos muletazos y el
remate, mostró más que sus buenas maneras la noble repetitividad
del novillo, al que más que templar dejaba pasar, siendo desarmado
en tres ocasiones. Tieso de brazos, Luis sin embargo mejoraría su
desempeño en algunos templados naturales.
Luego de un pinchazo, contrariado el joven hidalguense
se entregó en el volapié y al tiempo que dejó media
estocada trasera fue prendido por la cara interna del muslo derecho, recibiendo
una cornada de cuatro trayectorias, la más grande de 25 cm., afortunadamente
sin interesar ninguna arteria. Si la tauromaquia consistiera sólo
en pegar pases...
Claudio Montiel, de Apizaco, muy bajito, especie de Paco
Ortiz reencarnado, recibió al sexto, Campeador (385 kg),
ligeramente tocado del pitón derecho, con dos vistosas tijerillas,
verónicas y torero recorte. Añadió chicuelinas antiguas
y remató con una larga cambiada de rodillas. La gente, puesta de
pie, aplaudió con fuerza. Tras dos pares fallidos, el menudo Claudio
dejó un tercero en todo lo alto.
Seguro y animoso, pidió música y comenzó
a pasarse los pitones no por la faja sino por el corbatín, jugándosela
en derechazos dramáticos. Luego de lasernistas y muletazos por alto
pinchó arriba en dos ocasiones, sufriendo en el segundo fuerte varetazo
en el pecho. Y sobrevino la escena de antaño:
Al tiempo que dejaba una entera delantera, el providencial
quite de Adolfo Sánchez, que simultáneamente desvió
la embestida del encastado burel. Tras una prolongada y fuerte petición,
Espíndola accedió a conceder la oreja que orgulloso paseó
Montiel, invitando al ganadero a dar merecida vuelta.
Los demás
Sergio González, del DF, fue cogido sin consecuencias
por Bezanero (358), claro, alegre y fuerte, y anduvo desenvuelto
con la muleta. Tardó en matar al novillo y ambos fueron aplaudidos.
Con el emotivo Labrador (388) Marco Antonio Robles estuvo autocomplaciente
y poco confiado y cuando por su cuenta se disponía a dar la vuelta,
los pitos lo regresaron al tercio. Por su parte, el aguascalentense Pedro
Rubén Pérez mostró frente a Mayoral (352) cabeza,
intuición y buenas maneras, pensando en la cara y gustándose,
por lo que tras una labor bien estructurada recorrió el anillo tras
escuchar un aviso.