Iván Restrepo
La disputa por el agua en la frontera norte
Ni una gota más de agua a Estados Unidos, apenas el volumen que establece el tratado suscrito por los dos países en 1944. Esa fue la exigencia que el Senado de la República hizo el miércoles pasado al gobierno federal. Dos días después, los agricultores del sur de Texas reiteraron su amenaza de bloquear el ingreso de mercancías mexicanas a Estados Unidos en tres cruces internacionales si no reciben las cuotas de agua que anualmente les corresponde de acuerdo con dicho tratado, con la cual siembran miles de hectáreas de sorgo, algodón y maíz. Alegan que por falta de líquido registran pérdidas millonarias desde hace 10 años, cuando México suspendió el envío de líquido alegando sequía generalizada en su frontera norte. Sostienen que esto no es del todo cierto pues según un reporte oficial nuestro país, y en especial el estado de Chihuahua, usó entre 1992 y 1999 diez veces más agua de la que se debe a Estados Unidos.
He aquí un grave problema que se agudiza día con día y que obedece al mal uso que se hace de un recurso internacional estratégico, como es el agua.
El Bravo, o río Grande en Estados Unidos, nace en las montañas de Colorado y Nuevo México. Luego de cruzar dichos estados llega a Texas, formando desde El Paso-Ciudad Juárez y hasta desembocar en el Golfo de México la frontera común entre Texas y Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas.
Según el Tratado de Límites y Aguas, firmado en 1944, a Estados Unidos pertenece una tercera parte del agua que llegue a la corriente principal del Bravo procedente de los ríos mexicanos Conchos, San Diego, San Rodrigo, Escondido, Salado y Arroyo de las Vacas. Esa tercera parte no será menor en conjunto y en promedio a 431 millones de metros cúbicos anuales, además de la mitad de las aportaciones de todos los afluentes no aflorados (riachuelos y pequeños escurrimientos). En contraparte, Estados Unidos construyó las presas Falcón y La Amistad para que ambos países aprovecharan el agua del afluente que les sirve de frontera natural. Según el gobierno mexicano las sequías continuas impidieron cubrir la cuota, hasta sumar en 2001 un adeudo de 1. 7 millones de metros cúbicos.
Durante la gestión de los presidentes Salinas y Zedillo, el asunto no se trató con seriedad en la agenda binacional. Con el arribo de George W. Bush a la Casa Blanca las presiones de los agricultores texanos tuvieron eco como nunca en las instancias estadunidenses. Prueba de ello es que en marzo del año pasado nuestro gobierno manifestó que, con base en instrucciones dadas por los mandatarios de ambas naciones, se empezarían a cubrir los faltantes y que en 2002 el adeudo estaría saldado. Así ha sido, pero dejando sin agua a 14 mil 500 familias de Tamaulipas que siembran cerca de 200 mil hectáreas del distrito de riego más importante de México. A cambio fueron indemnizadas el año pasado con recursos federales. Se trata de una solución pasajera que evidencia la inconformidad existente en la frontera común por el uso del agua de los ríos Bravo, Colorado y Tijuana.
Los problemas, cada vez más agudos, muestran que el tratado bilateral de 1944 necesita revisarse de tal forma que responda a la situación que hoy se vive en ambos lados. El crecimiento de la población y la economía fronterizas, una prolongada sequía y el mal uso del líquido hacen que el problema tenga otras dimensiones, muy distintas a las que privaban hace siete décadas.
Además, el líquido escasea peligrosamente en todo el norte de México desde hace algunos años y no aparece la estrategia oficial que permita cubrir carencias actuales y futuras.
En éste, como en otros problemas que exigen la concurrencia y la actuación coordinada de varias dependencias gubernamentales, no se sabe para dónde van las instancias federales, estatales y municipales involucradas en plantear las propuestas que más convengan al país.
Si el agua es asunto de seguridad nacional en todo el mundo, lo es mucho más en muestra frontera con el poderoso vecino. Ello exige actuar con visión de Estado y no confiar para resolver el problema, como ahora parece, en la amistad que une y muy probablemente unirá a los presidentes Bush y Fox. Al Presidente de México y a sus colaboradores cercanos bien vale la pena recordarles que nuestro socio comercial no tiene amigos a la hora de defender sus intereses.