Carlos Fazio
Soberanía a remate
En mayo de 2001 dijimos en este espacio que "no puede haber una democracia construida sobre la mentira. Tampoco se puede gobernar sólo con propaganda". Afirmamos entonces que "la propaganda elaborada sobre la repetición sistemática de la mentira domina el discurso público del México actual. La llegada de Vicente Fox a Los Pinos no significó el arribo a la democracia. La nueva diplomacia 'proactiva' de Tlatelolco es simple sumisión a Washington. El imperio de los derechos humanos en México es un truco publicitario for export del canciller Jorge Castañeda y su embajadora especial, Mariclaire Acosta" ("Fox y la terca multitud", 28/05/01).
Un año después la realidad habla por sí misma; el affaire cubano lo demuestra. Presionado y manipulado por la Casa Blanca ("Fox es un gran patriota", Bush dixit), el presidente de México le mintió a la ciudadanía y al mundo. Su propaganda mentirosa es sin duda un hecho grave. Pero más preocupa que se haya acentuado el alineamiento de la diplomacia bananera de Tlatelolco con respecto a Washington. Guiado por la zanahoria imperial, que promete convertir a México en el Estado cliente favorito de la región, la administración foxista ha dado pasos acelerados hacia una integración de corte monroísta (John Saxe-Fernández), lo que ha exhibido rasgos insospechados de servilismo. En ese contexto, lo más peligroso es que el modelo corporativo de la nueva derecha foxista, de tipo anexionista, ha seguido avanzando en otras áreas vitales para el país y amenaza hoy con entregar la custodia de la soberanía y seguridad nacionales a Estados Unidos.
A la imposición, por Washington, de una "frontera inteligente" militarizada, que supone la tácita aceptación de Los Pinos de que el territorio nacional sea monitoreado y controlado por las agencias de seguridad que integran la "comunidad de inteligencia" estadunidense (CIA, DEA, DIA, FBI, entre otra media docena de organismos de espionaje), y que incluye a corto plazo la supervisión de las aduanas mexicanas por personal estadunidense, con la consiguiente quiebra de la política migratoria de Gobernación, vino a sumarse el lanzamiento del llamado Comando Norte, fuerza conjunta aérea, terrestre y marítima entre Estados Unidos, Canadá y México que habrá de estrechar el "tercer vínculo" (el militar) entre el Pentágono y la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena). Porque más allá de la retórica oficial, la nueva alianza establecerá una relación subordinada del Ejército Mexicano respecto del Pentágono, la parte hegemónica de la nueva "sociedad" castrense.
En esa misma línea de pragmatismo cipayo, que tiene como eje el "nuevo activismo" de Tlatelolco -que aspira a convertir a México en satélite mayor de Estados Unidos y usa de señuelo la "defensa" hemisférica de la "democracia" frente al nuevo fantasma "terrorista", como sustituto de la amenaza comunista-, se inscribe el anuncio oficial de la Secretaría de la Defensa (noviembre 2001) sobre una pronta integración de México a la Conferencia de Ejércitos Americanos (CEA), uno de los tradicionales instrumentos del Pentágono para el adroctrinamiento y la captación de oficiales en los países de la periferia.
En la misma lógica hay que ubicar la reciente visita del secretario de Defensa, general Ricardo Clemente Vega, al Instituto para la Cooperación en Seguridad del Hemisferio Occidental del Ejército de Estados Unidos, en el Fuerte Benning, Georgia (la antigua Escuela de las Américas), donde toman cursos de contrainsurgencia y técnicas de interrogatorio oficiales mexicanos; la presencia de asesores militares estadunidenses en territorio mexicano, en tareas de capacitación de los Grupos Aerotransportados de Fuerzas Especiales (Gafes), y la participación de la Armada mexicana, sin consentimiento del Senado, en las maniobras Unitas (junto a navíos de Estados Unidos, Perú, Ecuador, Colombia y Chile), como preámbulo de la constitución de una fuerza naval continental bajo el mando de Estados Unidos.
Acicateada por los atentados terroristas del 11 de septiembre en Washington y Nueva York -que resultaron muy oportunos para la instrumentación de una estrategia ya en curso-, la doctrina de seguridad continental estadunidense, indivisiblemente asociada a los intereses económicos de las multinacionales con casa matriz en Estados Unidos y al control de los recursos naturales latinoamericanos (Plan Colombia, Plan Puebla-Panamá, ALCA), supone una remilitarización del Estado en los países de la periferia. En rigor, desde antes de la desaparición de las Torres Gemelas existía un reforzamiento y una relegitimación del papel doméstico de las fuerzas armadas y de cuerpos policiales militarizados, con fuerte impulso de Washington, con la consiguiente cesión de las soberanías nacionales.
En México va quedando claro, también, que la nueva diplomacia tribal del aventurero de Tlatelolco, montada sobre la mentira sistemática y apoyada por los acólitos del voto útil e intelectuales orgánicos de la nueva derecha, viene siendo usada con fines privados, partidistas, electoreros. El propio Castañeda ha dicho que la actual política exterior es la "palanca" de una estrategia política "bien planeada", cuyo objetivo es que el proyecto pro estadunidense de Vicente Fox alcance la mayoría del Congreso en 2003.