El primer reactor entrará en operación
en septiembre de 2003 en el país asiático
EU teme que planta nuclear que construye Rusia en Irán
le permita a éste fabricar una bomba atómica
Pese a las presiones de Washington, Moscú rechazó
detener ese proyecto millonario
JUAN PABLO DUCH ENVIADO
Teheran, 3 de mayo. La similitud fonética
con el apellido del presidente de Estados Unidos, simple coincidencia,
parece una afrenta adicional ante la impotencia de impedir que Irán
y Rusia terminen la construcción de la planta nuclear de Busherh,
cuyo primer reactor debe entrar en operación en septiembre del año
próximo.
Ubicada en las cercanías del puerto sureño
de Busherh, esta planta nuclear, a partir de mediados de los años
90, se ha vuelto una auténtica obsesión para los inquilinos
de la Casa Blanca.
A falta de pruebas, no obstante que más de 60 grupos
de expertos internacionales han realizado inspecciones sin encontrar nada
sospechoso en el lugar, Estados Unidos está convencido de que Irán
utiliza las instalaciones de Busherh para desarrollar su bomba atómica.
La grave acusación se sustenta en que Irán,
como país petrolero, a juicio de Estados Unidos no necesita una
central atómica para generar electricidad.
Sin embargo, el argumento de que a Irán le conviene
diversificar sus fuentes de energía y hasta tener más petróleo
para exportar, fue lo que llevó al sha Reza Pahlevi, en 1974, a
contratar al consorcio alemán Siemens para que construyera dos reactores
nucleares en Busherh.
Un poco de historia
Cuando
estalló la revolución islámica, cinco años
después, el primer reactor estaba terminado en 85 por ciento, y
bastante avanzado el segundo.
El entonces guía espiritual, ayatola Jo-meini,
en una actitud congruente con desechar todo lo que guardara relación
con el sha, calificó esos proyectos de "contrarios al Islam" y el
gobierno de Mehdi Bazargan dio carpetazo al asunto.
Durante la guerra con Irak la aviación de Saddam
Hussein realizó siete incursiones que causaron severos daños
a un reactor y dejaron el otro convertido en ruinas de metal. Finalizada
la contienda, y a la muerte del ayatola Jomeini, el gobierno de Irán
cambió de actitud y solicitó a Siemens reconstruir los reactores
de Busherh.
Todo parece indicar que las presiones estadunidenses hicieron
desistir al consorcio alemán de lo que sin duda era un atractivo
negocio, pero como alternativa Kraftwerk Union AG, subsidiaria de Siemens,
ofreció instalar turbinas operadas a base de gas natural, lo que
fue rechazado por Irán.
En ese contexto, Irán y Rusia suscribieron el 25
de agosto de 1992 un convenio intergubernamental de cooperación
en materia de uso civil de energía nuclear, que sirvió de
fundamento legal para que la empresa rusa Atomstroiexport tomara la estafeta.
Las negociaciones se concretaron en enero de 1995 y el
acuerdo estipula suministrar un reactor nuclear del tipo VVER-1000, cuyas
características técnicas, diferentes en diseño al
reactor alemán, replantearon el proyecto y se tuvo que comenzar
desde cero.
Según el contrato, que representa para Rusia un
ingreso de 780 millones de dólares, no menos de 3 mil ingenieros
y especialistas rusos, hacia enero pasado, habían terminado de ensamblar
60 por ciento de las 5 mil toneladas de equipos que componen el reactor.
Justo cuando Irán y Rusia empezaron a negociar
la construcción de un segundo reactor en Busherh, el presidente
George W. Bush formuló su teoría del "eje del mal".
La repentina suspensión por "problemas de agenda",
en febrero pasado, de la visita a Moscú de Kamal Jarrazi, el canciller
iraní, generó incertidumbre y toda clase de rumores sobre
el futuro de la planta nuclear.
El pasado 8 de marzo, Viktor Kozlov, director ejecutivo
de Atomstroiexport, se encargó de poner las cosas en su verdadero
sitio al venir a Teherán y declarar que no hay ninguna razón
para detener los trabajos en Busherh.
Por el contrario, Kozlov reiteró que las partes,
"guiadas por los resultados de la primera fase, estamos considerando ahora
la posibilidad de completar la construcción de un segundo reactor".
La prensa rusa recogió por esas fechas filtraciones
que apuntan en dos sentidos: el nuevo contrato supera los 800 millones
de dólares y la primera fase de la planta nu-clear será concluida
tres meses antes de lo previsto, en septiembre de 2003.
Con la visita que realizó Jarrazi, a co-mienzos
de abril, quedó claro que las diferencias entre Irán y Rusia
se centran en el reparto del mar Caspio, lo que se confirmó en la
reciente cumbre de Ashgabat de los países ribereños.
Hasta ahora el Kremlin ha resistido las presiones del
gobierno de Estados Unidos y no parece dispuesto a cancelar los dos ám-bitos
esenciales de su cooperación con Irán: la planta nuclear
de Busherh y la venta de armas convencionales.
El ministro ruso de Defensa, Serguei Ivanov, ha sido insistente
al asegurar que Rusia no transfiere a Irán, país que se adhirió
al Tratado de no Proliferación Nuclear, tecnologías susceptibles
de ser empleadas para elaborar armamento nuclear.
La Agencia Internacional de Energía Atómica,
con sede en Viena, que monitorea los trabajos en Busherh, no ha encontrado
evidencias que desmientan a Ivanov.
Estados Unidos sigue creyendo lo contrario y, de lanzar
un ataque militar contra Irán, tiene identificado como objetivo
nú-mero uno la planta nuclear de Busherh.
En ese hipotético caso, es probable que lo único
que pueda comprobar es la eficiencia de los sistemas de misiles antiaéreos
rusos emplazados en torno a la planta nuclear.
Sólo faltaría, comentó a La Jornada
un diplomático ruso, que otra incursión aérea vuelva
a arruinar años de esfuerzos.