James Petras
Jenin: ƑAuschwitz o el gueto de Varsovia?
Si bien coincido con la caracterización general que hace José Saramago del ataque israelí a los palestinos, me parece que la analogía más apropiada es con el levantamiento del gueto de Varsovia contra los nazis, y no Auschwitz. Por supuesto, tanto los israelíes como los nazis intentaban destruir el tejido social del pueblo oprimido y expulsarlo de la tierra conquistada. En el caso de los nazis, por medio de los hornos crematorios y las cámaras de gas; en los territorios ocupados, mediante el terror sistemático y la destrucción de las estructuras básicas de la sociedad: vivienda, hospitales, escuelas, caminos, electricidad, agua, tiendas, alimentos, comercio, agricultura e industria. En ambos casos hubo razzias sistemáticas de hombres entre 15 y 60 años de edad y su confinamiento en campos de concentración.
Sin embargo, la resistencia palestina en Jenin y en las otras ciudades y campos de refugiados es similar al levantamiento violento de los judíos de Varsovia contra los nazis, y no a la sumisión pacífica de los judíos que se enviaban a Auschwitz. Iro-nías de la historia: los judíos israelíes estaban destruyendo Jenin el mismo día (19 de abril) en que los hebreos conmemoran el levantamiento de Varsovia. Los militares israelíes tomaron explícitamente de los na-zis sus tácticas de guerra urbana, emprendiendo una destrucción masiva con el uso de tanques y transportes blindados de tropas después de encontrar fiera resistencia en el combate casa por casa. El alto mando israelí ordenó que los tanques dispararan a edificios con todos sus habitantes dentro, y después los derribaron con bulldozers, enterrando a las víctimas bajo los escombros. Las tropas de asalto nazis practicaron la misma política de "tierra quemada". El resultado es que Jenin y el gueto judío en Varsovia muestran el mismo paisaje desolado, el mismo hedor de cuerpos en descomposición sepultados bajo las ruinas.
La respuesta de los dos gobiernos sobre sus crímenes contra la humanidad es similar: los palestinos y los luchadores de la resistencia judía eran "terroristas". Para sus pueblos, la historia es diferente: los luchadores callejeros judíos de Varsovia y los milicianos palestinos son vistos como héroes nacionales. Las maquinarias propagandísticas de los estados judío y nazi vomitan la misma afirmación mendaz: la invasión de los guetos y el aplastamiento de la resistencia son presentados como "políticas defensivas"; la destrucción del tejido social es descrita como desmantelamiento de la infraestructura terrorista. Ariel Sharon, como Joseph Goebbels, habla de buscar la "paz" mediante el genocidio.
Tanto Adolf Hitler como el Estado israelí se negaron a permitir el acceso de la Cruz Roja a los guetos para atender a heridos, enfermos y perturbados mentales. La misma visión paranoica que envió la maquinaria hitleriana de guerra a matar mujeres y niños impulsa a los israelíes a desafiar y acusar a todos los grupos de derechos humanos, a Naciones Unidas, a la Unión Europea y a otras agencias humanitarias que han quedado atónitas por la matanza. Mientras que la paranoia de Hi-tler lo llevó a acusar a todos los críticos democráticos de "odiar a los arios", Sharon y sus cómplices fanáticos dentro y fuera de Israel lanzan anatemas de "antisemitismo" contra la ONU, la Cruz Roja y otras organizaciones humanitarias en exabruptos perpetuos de conducta sicótica.
La profunda irracionalidad que aflige a los líderes israelíes queda mejor ilustrada por un incidente ocurrido en el hospital pa-lestino para enfermos mentales en Ramallah. Después de que un tanque israelí había volado el muro del asilo, un enfermo mental preguntó a su médico: "ƑPuedo usar su teléfono celular? Quiero llamar a CNN y decirle a Ariel Sharon que puede venir aquí y recibir tratamiento gratuito".
La respuesta de los partidarios de los estados israelí y nazi a las matanzas de Varsovia y Jenin fue similar: celebraciones victoriosas y promesas de apoyo adicional. Unos 100 mil manifestantes, judíos en su mayoría, marcharon en Washington jurando respaldo incondicional a Sharon y su campaña genocida. Médicos respetables, dentistas, empresarios, celebridades de los medios de comunicación, recaudaron mi-llones de dólares para financiar la maquinaria de guerra israelí. Mientras los judíos israelíes profesionales y progresistas hu-yen por inseguridad o disgusto, los líderes judíos de Israel y Estados Unidos visitan Argentina para reclutar empobrecidos ju-díos de clase media y les ofrecen boletos gratis, casa, subsidios, empleos y jardines... robados a los palestinos. Exactamente igual que como los nazis desplazaban a los judíos, los despojaban de sus propiedades y se las entregaban a sus leales seguidores.
Varsovia y Jenin: judíos como víctimas, judíos como opresores. Los descendientes de los héroes de los guetos de Varsovia practican las tácticas y estrategias de los asesinos de sus abuelos. Es obvio que entre alemanes y judíos había y hay opositores a las maquinarias de guerra nazi e israelí. Millones de socialistas, comunistas, sindicalistas y demócratas germanos que se opusieron al régimen nazi fueron asesinados, encarcelados y reprimidos. Hoy una minoría de valerosos israelíes hace oír su voz contra Sharon y sus cómplices. Exiliados alemanes progresistas condenaron la matanza nazi de judíos en Varsovia y algunos incluso expresaron solidaridad con la resistencia. En forma similar, en Estados Unidos y Europa grupos de críticos judíos condenan el aparato militar de Sharon. Pe-ro los medios masivos no informan sobre esas críticas. Son críticos silenciados. En Estados Unidos sólo se oyen la voz y las imágenes del Estado israelí: poderosos dirigentes sindicales continúan adquiriendo bonos israelíes con los fondos de pensión de sus agremiados. Las ventas de bonos israelíes van al alza.
Hollywood es cómplice. La diferencia es que, a diferencia de lo ocurrido durante la Alemania nazi, no ha surgido ningún productor que filme un Triunfo de la voluntad, esa glorificación de los mítines de Hitler realizada por Leni Reisenthal.
Pensemos en Jenin y Varsovia. En ambos casos el mundo, los países democráticos occidentales, no hicieron sino contemplar la matanza. Horrorizados, pero reacios a actuar. Sin embargo hoy, en Jenin, a diferencia de lo ocurrido con la matanza nazi de judíos en Varsovia, nadie puede decir que no sabía.
Jenin: genocidio en nuestro tiempo. La destrucción del gueto de Varsovia no fue un acto único de un poder maligno único. Los judíos no son el único pueblo que ha sufrido un holocausto. Jenin es nuestro holocausto. El levantamiento palestino es conducido por nuestros combatientes de la resistencia. El 19 de abril, en una ceremonia llevada a cabo en Buenos Aires con motivo del aniversario del levantamiento de Varsovia, Osvaldo Bayer recordó ante su auditorio predominantemente judío la resistencia palestina en Jenin. Algunos de los presentes aplaudieron. La mayoría guardó silencio.
Algunos críticos objetarán: Israel es una democracia, Alemania era un Estado totalitario. Israel es una democracia para los judíos y un violento opresor de palestinos en los territorios colonizados. En esos te-rritorios los israelíes actúan como nazis: despojan a los palestinos de sus tierras, de su agua, encarcelan a miles y destruyen los hogares de "seres inferiores". Otros críticos pueden alegar que los palestinos cometen actos de terrorismo contra los colonos y en Israel contra ciudadanos comunes, a diferencia de los combatientes de Varsovia, que luchaban contra el ejército nazi. La diferencia es sólo marginal: los combatientes de Varsovia también mataron funcionarios civiles alemanes y colaboracionistas polacos e incluso judíos. La diferencia principal es la distancia y la geografía: en ese tiempo los civiles alemanes estaban demasiado lejos. Después de la guerra, toda la población civil alemana fue severamente castigada por los crímenes de su gobierno.
Como todas las analogías, la de Varsovia/Jenin tiene sus límites de tiempo y lugar. Pero en los puntos básicos hay una estremecedora convergencia: en ambos casos un pueblo heroico se levantó y combatió a la maquinaria militar de un Estado genocida.
Traducción: Jorge Anaya
© 2002, James Petras