Operas con Tania
Emilio Carballido
Claro
que es sorpresa el disco de Tania. No es la primera que da en su vida.
Cantaba folclórico y protesta, era una amada, rebelde
hija de los sesenta y setenta, con una voz vibrante, expresiva, que daba
a las letras todo su valor. Se volvía negra en el canto negro peruano,
desatada, báquica. O abanderada de la paz y de América Latina.
De pronto cantó boleros. Terreno nuevo, género
que parecía declinar: ella contribuyó a esa resurrección
potente y viva del género, que empezaron a tomarlo cantantes de
los más diversos mundos musicales.
¿Qué hace ahora? ¿Qué paso
enorme en su vida con la música? Se lanza al terreno que pisan las
divas, las María Callas, las Teresa Stratas, las Southerland...
¡Opera! Tania canta ópera y escoge justamente los momentos
que han frecuentado las Grandes. Opera italiana y francesa. ¿Y qué
resulta de esto?
Resulta que advertimos la amplitud de registro de su voz:
abarca todos los timbres de soprano hasta mezzo. (Se permite cantar la
Habanera de Carmen, creo que ligeramente transportada.)
Advertimos la claridad y pureza de su timbre, la absoluta
belleza de su timbre que en estas arias brilla como no puede fácilmente
hacerlo en otra música. Voz clara, vibrante cuando se debe, con
un sentido interpretativo deveras dramático; está dando el
valor de situación que hay en la música (la ópera
es drama) y está dando carácter.
Ya la habíamos oído cantar Villalobos, su
famosa Bachiana Brasileira para soprano, usada nomás como
instrumento solista entre la orquesta sinfónica. Y fue algo bello.
Pero ahora la sorpresa es encontrarnos una Tania que crece
en facultades y ambiciones. Digo ambiciones, quiero decir, ambiciones musicales.
Para que quisiera tragarse y cantar la música entera del mundo.
Lo hará, con belleza. Se dejará poseer del esplendor de otros
caminos musicales y nos los entregará límpidos, recién
lavados del río.
Su disco de ópera no debería llamarse ¿Y
por qué no?, sino ¿Por qué hasta ahora?
Le agradecemos la pureza que devuelve a las arias, la
plenitud dulcemente apasionada con que rinde cada una sin competir con
nadie... Tampoco pienso en alguien que pueda competirle más que
en términos de igualdad.
¿Qué esperar ahora? La novena de
Bethoveen o la Cuarta de Mahler, o música sagrada de la India
o de Japón, o arias de ópera de Pekín. Nada me sorprenderá,
pero lo mejor, todo nos deleitará y abrirá nuevos oídos
y nuevos públicos a zonas y zonas de la música.
Bravo, Tania.