LA MUESTRA
Carlos Bonfil
El amor en tiempos de odio
EN LA EUROPA de hoy, crecientemente seducida por los mensajes políticos de la ultraderecha, una cinta como la checa El amor en tiempos de odio es oportuno recordatorio humanista de la espiral de temor y desprecio que desencadena el racismo cuando se erige en ideología dominante. La acción se sitúa en un pequeño poblado checo bajo la ocupación nazi. En breves secuencias iniciales el relato ubica a tres de sus personajes principales, de 1937 a 1943, con las transformaciones ocurridas de un año a otro: la deportación de uno de ellos, David, a un campo de concentración; la promoción de otro, un chofer, a colaborador servil de los invasores nazis, y el predicamento del tercero, llamado José, quien tiempo después se verá obligado a esconder en el sótano de su casa a David, prófugo del campo de exterminio.
LA TRAMA SE desarrolla en un tono tragicómico, lo que ha hecho evocar, de modo muy aventurado, algún vínculo con La vida es bella, de Roberto Begnini. El tema central no es aquí la vida en un campo nazi, sino algo menos contemplado en el cine comercial: la vida cotidiana en un pueblo bajo la ocupación alemana. Este tema de la solidaridad entre perseguidos y población local, lo abordó una cinta presentada en la Muestra anterior, la italiana Competencia desleal, de Ettore Scola.
Lo que presenta Jan Hrebejk en El amor en tiempos de odio remite de modo más directo a una cinta de la realizadora polaca Agnieska Holland, Cosecha amarga (Bittere Ernte), de 1985, en la que un granjero en un poblado polaco bajo la ocupación nazi daba refugio a una joven judía perseguida, de la que naturalmente se enamoraba. Las dificultades del cautiverio, el temor constante de la irrupción militar, el afecto que vence las adversidades, y el contraste entre mezquindad moral e impulso generoso, todo esto es la materia básica de ambas cintas.
EL REALIZADOR CHECO añade sin embargo a dicho tema todo un juego fársico, al obligar a la muy virtuosa y católica esposa de José a tomar una decisión muy ajena a sus convicciones religiosas y morales.
EN EL CONTEXTO de la guerra y de la humillación que imponen las fuerzas ocupantes, asistimos a una verdadera pastorela de la resistencia. La protagonista, quien rinde culto fetichista a la virgen, se llama justamente María, y es figura central del episodio jocoso en el que debe quedar embarazada sin la participación de José (sí, José), su esposo estéril. Este tono de desenfado en medio del drama, lo consigue la cinta justo en su última media hora. Antes de ello, el perfil humorístico es más discreto, como en la escena en la que José aprende a mostrar frente a los nazis un rostro inexpresivo, o en gags como la falsa alarma de la Gestapo golpeando a la puerta, o en las fanfarronerías de Horst, el aprendiz de nazi empeñado en seducir a la esposa de su amigo. Los demás personajes del pueblo están apenas esbozados: son vecinos que condenan con la mirada a la pareja que suponen ''colaboradora" de los fascistas, o un anciano que en un momento de pánico denuncia a gritos la presencia de David en la calle.
EN SU COMBINACION de drama y comedia, el director opone el silencio temeroso que reina sobre todo un pueblo al sainete que se desarrolla en el refugio de David, providencialmente resguardado. Una situación muy teatral deriva así en un vodevil de impecable corrección política, con el mensaje, nada ligero, de una incontenible reconciliación universal.