LA MUESTRA
Carlos Bonfil
La fiebre del loco
"A EXACTOS 17.146 kilómetros al sureste
de Tokio" ubica el chileno Andrés Wood la trama de su comedia La
fiebre del loco. Puerto Gala es el pueblo pesquero proveedor internacional
del molusco llamado ''loco", codiciado por sus pretendidas virtudes afrodisiacas.
La trama, mínima, se organiza en torno de la estafa mayúscula
de un par de pillos que organizan una exportación del molusco a
Japón y embaucan al cura del puerto para que organice la labor de
los fieles pescadores a cambio de generosas ganancias para la población.
EN UN CLIMA de efervescencia (el pueblo entero
participa en la faena), llegan de todas partes voluntarios para la pesca
del loco, incluso un grupo de prostitutas que, a su modo, contribuye al
éxito de la empresa. El tono de farsa social es semejante al de
la cinta Pantaleón y las visitadoras, del peruano Francisco
Lombardi, aunque en la película chilena la carga melodramática
de su segunda parte sabotea sus mejores propósitos humorísticos.
PUERTO GALA ES un lugar exuberante y pintoresco.
Todo el pueblo vive al ritmo de los capítulos que cada tarde transmite
una radionovela en la estación Madre de la Divina Providencia, cuyos
locutores y protagonistas son el propio padre Luis y su cuarentona asistente
enamorada. La radio es la gran educadora sentimental de la población
y el cura el guía espiritual y administrador providencial del próspero
negocio improvisado.
EL GUION DE La fiebre del loco, obra de
Wood y de René Arcos y Gilberto Villarroel, participó en
el laboratorio de guiones de Sundance y fue premiado en el Festival de
La Habana. El realizador, por su parte, se había ya dado a conocer
en el ámbito internacional hace cinco años con su exitosa
cinta Historias de futbol, presentada en México en una retrospectiva
de cine chileno y con posterioridad en televisión. A pesar de algunos
gags eficaces, relacionados más con la propuesta radiofónica
que con el delirio de la pesca, la película languidece rápidamente
por la obviedad de su tratamiento humorístico y su desenlace más
que previsible.
El realizador ha mencionado un supuesto trasfondo social,
alguna crítica velada a la voracidad del neoliberalismo económico
en Chile. Pero la metáfora no resulta muy certera o carece al menos
de vigor suficiente. En algunas escenas románticas, la carga melodramática,
o un manifiesto goce de la cursilería, hace pensar primeramente
en una relectura de la radionovela presentada. No hay sin embargo verdadera
intención paródica, ni el desenfado de los posibles modelos
literarios (el Vargas Llosa de La tía Julia y el escribidor,
por ejemplo). Queda una propuesta humorística tibia, a medio camino
entre la farsa y el disfrute sentimentalista, entre la sátira política
y la vocación carnavalesca que se consume rápidamente. Hay
entusiasmo en los actores y personajes redondos que terminan desaprovechados
en una trama que pierde aliento luego de su animadísimo arranque.
UNA AVENTURA JOCOSA como Guantanamera, del
cubano Gutiérrez Alea, tiene, con todas sus limitaciones, la chispa
y el encanto que no desarrolla cabalmente la película de Wood. Incluso
Lombardi, humorista inesperado, manejó con mayor tino las extravagancias
del ejército peruano y las ''huevonadas" del cabo Pantoja en la
cinta mencionada.
LA FIEBRE DEL loco no
deja de ser una cinta divertida, por momentos ingeniosa, aunque en última
instancia bastante intrascendente.