VENEZUELA: EL PUEBLO INCLINO LA BALANZA
El
presidente constitucional Hugo Chávez vuelve al palacio de gobierno
y, mientras llega, el vicepresidente ha asumido de manera interina como
mandatario. Fracasó el golpe de Estado empresarial-militar-clerical
respaldado por el sector más rico de las clases medias y por Estados
Unidos.
Los soberbios, que se creían todopoderosos, no
tomaron en cuenta al pueblo venezolano. Lo su- bestimaron y, en cambio,
sobrestimaron el peso político de sus medios de desinformación,
creyeron en su propia propaganda y no midieron la posible reacción
popular, la división en las fuerzas armadas ni la reacción
internacional, que los aisló.
La sublevación popular arrastró así
a un sector de base de la oficialidad y a la tropa. Pedro Carmona, dirigente
de los empresarios y ex brazo derecho de Carlos Andrés Pérez,
cometió además el error de intentar disolver la Asamblea
Nacional, la Suprema Corte, el Tribunal Electoral y se equivocó
también al anular las leyes económicas y sociales aprobadas
legalmente por el gobierno de Chávez. Se puso fuera de la ley cuando
ya era ilegítimo y creyó que el apoyo de la "gente bien"
de los barrios ricos era respaldo popular. Los invisibles salieron entonces
a la calle y Carmona y sus generales terminaron presos.
Como sucedió el 19 de diciembre pasado en Argentina,
cuando un presidente ligado al FMI decretó el estado de sitio contra
las manifestaciones y así las estimuló y provocó hasta
ser derribado por ellas, ahora el pueblo venezolano ha puesto nuevamente
las cosas en su sitio en nombre de la democracia y ha demostrado que los
pobres y los oscuros valen tanto o más que los dueños de
las televisoras y los habitués de Miami.
La democracia ha logrado un gran triunfo. Se ha demostrado
que todas las charlas sobre el poder omnímodo de los medios de información
carecían de base. El establishment venezolano y el de Estados Unidos
han sufrido un rudo golpe. Cuba, Colombia, Brasil y el Mercosur consiguieron
nuevo oxígeno político. La resistencia al ALCA avanza. Si
Chávez vuelve a ser presidente gracias al pueblo, se apoyará
en otra relación de fuerzas más favorable y recibirá
fuertes presiones populares que le exigirán medidas más resueltas
y también menos retórica e incongruencias.
Entonces se crearán bases más firmes para
una democracia social. Queda, por supuesto, la posibilidad de nuevos intentos
golpistas de la oligarquía, ahora desmoralizada y paralizada por
el levantamiento popular. Esos intentos podrían llevar a un gran
estallido social, que el ejército teme. Las fuerzas populares han
demostrado poder para pesar y decidir, venciendo al poder del dinero y
a los aparatos de represión. El ejemplo venezolano influirá
a todo el continente. Se abren pues horas de esperanza.