La mayoría de los asistentes, menores
de 25 años; su principal droga, los decibeles
Cero incidentes y 60 mil jóvenes en el Zócalo,
el saldo del Tecnogeist
Más que un rave fue un carnaval
de la nueva generación, notablemente apolítica
Malabaristas, patinadores, bailarines solitarios
y dealers durante el recorrido del Love Parade
JUAN JOSE OLIVARES
Esta vez no gritaron consignas contra el Presidente ni
contra la política exterior. Tampoco contra la construcción
de aeropuertos, ni por el alza de los precios o la falta de vivienda. Esta
vez fueron los gritos por el derecho a divertirse. Fue el desfile Love
Parade y el festival Tecnogeist, que reunió alrededor de 60 mil
jóvenes en el Zocalo.
El
recorrido inició por la avenida Reforma, donde tres tráilers
repletos de gente y seguidos por miles más, con diyéis a
bordo, fueron guías de hordas de amantes de la música electrónica.
Iniciaron a las seis de la tarde. Primero eran alrededor de 5 mil, pero
conforme avanzaban por esta importante arteria, más y más
jóvenes se adherían a la marcha, que en vez de pancartas
y consignas, se movían al ritmo de su principal droga: los decibeles
del trance y del house.
Cientos de personas los contemplaban atónitos porque
no sabían la razón de la marcha. Eran los turistas de la
Zona Rosa, los habitantes de la colonia Juárez y los trabajadores
sabatinos. Algunos se preguntaban: ''¿siguen con lo de la Doña?''
Otros más, exagerando, pensaron en voz alta si la manifestación
correspondía a "una revolución de jóvenes".
Hasta el cierre de esta edición los pubertos, veinteañeros
y electrovejetes trasnochados, que ya ven los 30 como una ola de nostalgia,
bailaban en paz y armonía. Su único interés fue moverse
al ritmo del tecno. Había de todos estratos. Estaban los personajes
clásicos de este tipo de raves, como los malabaristas, los
patinadores, los bailarines solitarios y hasta uno que otro dealer,
que presenciaba en el reventón una buena fuente de ingreso, mientras
las tachas reposaban en pequeños envoltorios dentro de su
chamarra.
Cuando la marcha llegó al Zócalo, otro séquito
de jóvenes, convertidos en tumulto, ya esperaba a los caminantes.
Los tres tráilers terminaron su recorrido al inicio de la calle
de Madero, donde todos entendieron que ésta era tan angosta que
habría que caminar.
Como hecho no común, los negocios en el Centro
Histórico no cerraron. Por el contrario, hicieron su agosto los
abarrotistas vendiendo cerveza, cigarros y agua.
Un operativo de pocos elementos policiacos, incluyendo
algunas mujeres, siguieron discretamente la marcha, portándose amables
y accesibles en todo momento, e incluso yendo al ritmo que los jóvenes
quisieron, los cuales en su mayoría nunca se enteraron que no existió
permiso para esta fiesta.
Cero incidentes... hasta la media noche
Más que un rave fue un carnaval. Fue el
reino de la catarsis de la nueva generación, donde la mayoría
no pasaba de los 25 años, y que se mostró notablemente apolítica,
aunque no faltaron las pequeñas pancartas que decían: "Peje,
devuélveme mi voto" o "All we need is love parade" o los
que pedían "Libertad a Palestina". Incluso una mujer hizo el recorrido
rezando en hebreo pidiendo por la paz.
Ya en la plancha del Zócalo el hormiguero
se antojaba heterogéneo. Un ama de casa con sus bebés dijo:
"Baile es lo que se merecen, para que no se alboroten", y al fondo, alborotados,
todos bailaban. Mientras tanto, Zombie Nation, de Alemania, y Dero, de
Argentina, pedían aplaudir fuerte a los tecnogeiseros a falta de
un sonido más potente, como lo fue en los años anteriores.
Pese a esto y a la falta de bocinas, los ravers fueron felices,
igual que los artesanos e indígenas que vendían mucho más
que en otras ocasiones.
Un grito con el tonito chilango de un cyborg parlante
de 16 años sintetizó la supuesta apatía política
de los jóvenes, a la que hacíamos referencia, y que dio pie
a que este festival se llevara a cabo: "es una lección para la autoridá",
y fue secundado por los acróbatas con fuego mientras los patinadores
recorrían la plancha principal del Zócalo, y ese raro olor
que se desprende del tabaco y la mariguana ya inundaba la madrugada del
día de hoy.
Hasta las cero horas, cero incidentes.
Discreto operativo de la SSP; no se reportaron
incidentes graves
Ayer, entre 6 y 15 mil asistentes en el Love Parade,
reportaron la policía y el GDF
JOSEFINA QUINTERO Y ANGEL BOLAÑOS
''Toda forma de silencio es homicida'', fue la consigna
de más de 6 mil jóvenes que marcharon del Angel de la Independencia
al Zócalo, como protesta por la negativa de las autoridades para
la celebración del festival Tecnogeist, argumentando riesgos de
seguridad.
Pero
hasta el cierre de la edición los temores de las autoridades capitalinas
resultaron infundados. No se registraron incidentes graves en el recorrido
por el Paseo de la Reforma ni en la Plaza de la Constitución, en
medio de una discreta vigilancia de la Secretaría de Seguridad Pública,
ni tampoco los asistentes se toparon con las macanas de los policías.
El Agrupamiento Femenil abanderó la marcha con
tres patrullas y tres cisne pie a tierra, sin más armas que
sus radios de comunicación, que partió de la Glorieta del
Angel de la Independencia alrededor de las 18:20 horas y llegó a
su destino casi tres horas después.
La misma dependencia no acabó por ponerse de acuerdo
sobre el número de asistentes al acto en el momento de mayor aforo,
y la cifra variaba de entre 6 mil, según las cisne, y hasta
15 mil, según Comunicación Social, las personas concentradas
en el desfile y el concierto en el Zócalo.
Cuando hubo algunos problemas de vialidad, como automovilistas
atrapados entre el contingente, los mismos asistentes se encargaron de
resolverlos y personas vestidas de blanco y negro se apostaron en el acceso
de la calle de Madero y Tacuba, para verificar en lo posible que no ingresaran
objetos que pudieran servir de proyectiles, como botellas y latas de refresco.
Alejandro Encinas, subsecretario de Gobierno del Distrito
Federal, ofreció desde la mañana de ayer todas las garantías
al festival como un acto político y desechó la posibilidad
de sancionar a las empresas que lo promovieron, luego de que, por razones
de seguridad, la delegación Cuauhtémoc negó el permiso
para que se efectuara como un festival cultural.
"Era un evento cultural, ahora es una manifestación
política cuestionando la actitud del Gobierno del Distrito Federal,
que nosotros respetamos plenamente", dijo.
Marcelo Ebrard, secretario de Seguridad Pública,
quien estuvo al frente de la negociación con los organizadores luego
de que el GDF se opuso terminantemente a realizar el acto en el Zócalo,
señaló que el operativo policiaco que se establecería
para la marcha y la concentración sería igual al que se despliega
en cualquier otra manifestación, esto es, mediante cierres escalonados
en las vialidades por las que va pasando el contingente, con personal del
Agrupamiento Femenil monitoreando el desarrollo de la movilización
desde diferentes posiciones: abanderando el contingente y en la retaguardia.
"Vamos a cumplir nuestra labor, tenemos que garantizar
la libertad de las normas constitucionales, no vamos a impedir una manifestación,
nunca lo hemos hecho", señaló Ebrard, no sin antes advertir
que la responsabilidad de lo que sucediera en el evento sería responsabilidad
de los que lo organizaron.
Al final de la controversia y hasta el cierre de la edición,
nada hubo que lamentar.