DIGNIDAD RECUPERADA
La
negativa del Senado de la República a autorizar el viaje a Estados
Unidos y Canadá que el presidente Vicente Fox tenía previsto
entre el 15 y el 18 de abril constituye un punto de inflexión en
las relaciones entre el Ejecutivo federal y el Legislativo, como lo evidenció
la airada y desafortunada respuesta presidencial.
Por principio de cuentas, debe apuntarse que la determinación
--en la que la bancada de Acción Nacional se quedó sola frente
al resto de las fuerzas políticas representadas en el órgano
legislativo-- no es necesariamente consecuencia de una apreciación
en torno a la conveniencia o inconveniencia del periplo presidencial, sino
un gesto y un mensaje político frente a las torpezas, las vergüenzas
y las indignidades en el manejo de las relaciones exteriores por parte
del actual encargado de ellas, Jorge G. Castañeda, y del propio
titular del Ejecutivo. En tribuna, la priísta Silvia Hernández
enumeró algunas de las fallas más exasperantes en la relación
bilateral con Estados Unidos: falta de defensa determinada de los connacionales
frente a las agresiones legales de que son objeto en el país vecino,
ausencia de información sobre el manejo fronterizo, indolencia gubernamental
ante las violaciones al Tratado de Libre Comercio por parte de nuestro
principal socio en él, desconocimiento del Congreso de la Unión
en la autorización para que un buque de guerra mexicano participara
en maniobras conjuntas, y falta de rendición de cuentas sobre los
resultados de la cumbre de Monterrey. Esos señalamientos son otras
tantas inquietudes en las cuales los senadores de la oposición representan
a importantes, y posiblemente mayoritarios, sectores de la población
que desaprueban la liquidación, por parte del actual gobierno, de
los principios rectores de la política exterior mexicana.
Más allá del descontento senatorial con
la manera en que se ha manejado la relación bilateral, que es una
combinación de arrogancia hacia la sociedad, de sumisión
hacia Washington y de ineptitud y torpeza hacia todas partes, la negativa
a autorizar la visita de Fox a los otros países firmantes del TLC
debe verse, también, como una recuperación de la dignidad
parlamentaria, a cuya erosión colaboraron --debe reconocerse-- los
propios legisladores que no exigieron, en los momentos en que lo ameritaba,
la presencia de Castañeda para que rindiera cuentas sobre los varios
y graves desastres que ha causado en los escasos quince meses que lleva
al frente de la Cancillería.
Aunque tardía, la reacción de los senadores
de oposición resulta saludable y positiva, pues, en dos sentidos:
porque significa un mensaje inequívoco de que ni el Presidente ni
el canciller pueden disponer de la política exterior del país
como si fuera de su exclusiva responsabilidad o, peor aun, de su propiedad,
y porque anuncia que, en lo que le queda a la actual legislatura, habrá
un Senado vigilante, activo y atento al desarrollo de esa política
exterior. El lugar común que hermana la buena fortuna presidencial
con la del resto del país es, básicamente, cierto, pero en
esta ocasión el revés para el mandatario se traduce en un
beneficio para la sociedad y el Estado en su conjunto.
En su mensaje de réplica, emitido horas después
de la desautorización a su viaje, Fox dijo que la cancelación
habría de implicar "una descortesía ante anfitriones y autoridades
gubernamentales canadienses y estadunidenses", pero omitió el hecho
de que parte del malestar legislativo ante su política exterior
se origina en las severas descortesías --por llamarlas de modo suave--
cometidas recientemente por sus empleados con Fidel Castro y otros mandatarios
y representantes presentes en Monterrey. En su alocución, el Presidente
se refirió al supuesto daño que la desaprobación del
viaje causa a los mexicanos en Estados Unidos, pero guardó silencio
sobre los nulos resultados de su gobierno en la defensa de esos connacionales.
Asimismo, el jefe del Ejecutivo dijo a su audiencia televisiva y radial
que "la oposición se ha empeñado en que mi gobierno no cumpla
con el cambio por el cual ustedes votaron". Sin embargo no es claro que
la liquidación de los principios diplomáticos mexicanos haya
sido parte del mandato que la ciudadanía emitió el 2 de julio
del año antepasado.
Más allá de enfados y exabruptos ojalá
circunstanciales, cabe esperar que el presidente Fox tenga la sabiduría
y el espíritu republicano necesarios para comprender que el trago
amargo que le hizo pasar ayer el Senado es consecuencia directa de los
desfiguros de su canciller y que, si quiere evitarse nuevos episodios tan
penosos como éste, deberá cambiar radicalmente de ideas,
de orientaciones y de personal en el ámbito de la política
exterior.