Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 31 de marzo de 2002
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Cultura
El volumen reúne el catálogo de Simón Flechine con retratos la época de oro del cine

Recupera Semo, fotógrafo imágenes de una rica etapa de la cultura mexicana

Incluye estudios de manos, cuatro ensayos e índice de los negativos del fondo del autor

ANASELLA ACOSTA NIETO

Los retratos de Ninón Sevilla, Rosita Fornés y Lilia Prado, así como los de Pedro Armendáriz, Cantinflas, Jorge Negrete y Pedro Infante, se convirtieron en iconos que llegaron por medio de la postal y el cartel a diversas regiones del país e, incluso, del extranjero, y "alimentaron la religiosidad" de diversas generaciones que suplieron los santos por los charros y las rumberas, sostiene Iván Trujillo, autor de uno de los ensayos que contiene el volumen Semo, fotógrafo, que reúne el catálogo del artista Simón Flechine o Senya Flechine, cuyas imágenes legendarias son testimonio de la época de oro del cine mexicano y de más de dos décadas de cultura en el país.
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El Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, el Sistema Nacional de Fototecas del INAH, la Filmoteca de la UNAM y la Fundación Cultural Artención auspiciaron la labor de la investigadora y curadora Emma Cecilia García Krinsky, coordinadora del libro mencionado que además incluye a personajes que hicieron historia en el teatro, la literatura y otras disciplinas del ámbito cultural entre 1942 y 1963, así como de los estudios de manos, cuatro ensayos y un índice de los negativos que integran el Fondo Semo que hoy se encuentra en la Fototeca Nacional, en Pachuca, Hidalgo.

Semo, fotógrafo recupera un punto de vista fundamental sobre un periodo particularmente intenso de la cultura mexicana en el siglo XX.

Innovaciones en la técnica

Semo, nombre con el que fue conocido el fotógrafo de origen ruso y que se derivó de la fusión entre las primeras letras de su nombre y del de su esposa, Mollie Steimer, llegó a México en 1942. Algunos meses después estableció su estudio ?Foto Semo? en Artes 28. Su presencia en la capital significó la importación de las vanguardias de Berlín y París, ciudades en las que el artista se formó, lo que le valió el prestigio entre la comunidad artística del México nacionalista.

Cuenta Trujillo que luego de los retratos ortodoxos que reflejaban a la aristocracia mexicana y uno que otro personaje popular en "actitudes solemnes y estereotipadas", cuya gravedad e inmovilismo correspondían al ideal positivista de orden y estabilidad, la introducción del cine comienza a enriquecer la percepción común del país.

Con el cine nacional y de ficción ?observa?, la identificación popular con las imágenes de la producción fílmica llega a tener rienda suelta. Así, las actrices y los actores logran salvarse del olvido gracias a las fotos postales tomadas en estudios, como el de Enrique Díaz Delgado, en las que se observa ''cierta elegancia rígida y actitudes propias del género dominante: el drama pasional''.

Simón Flechine, contemporáneo de la renovación del cine mexicano que se internacionaliza con el éxito de Allá en el rancho grande, en 1936, llega a México "cuando se hacía necesaria la presencia de un fotógrafo que incorporara nuestro Olimpo fílmico a la estética del glamour tipo hollywoodense, y que hiciera aún más deslumbrante y fascinante al mundo mexicano del espectáculo", escribe Trujillo.

Los efectos de luz y sombra, los encuadres y el retoque tanto en el negativo como en la prueba, para borrar las imperfecciones de la piel, técnicas aprendidas en los estudios Harcourt de París, fueron procesos aplicados por Semo en sus retratos a actores, escritores, músicos, bailarines, pintores y fotógrafos mexicanos de dos décadas.

El México nacionalista, que no impedía la asimilación de nuevas tendencias artísticas, evidenció ?según Trujillo? la proyección masiva de los medios de comunicación y por ende la necesidad de producir imágenes y mensajes claros y memorables, así como la existencia de figuras reconocidas y admiradas por públicos numerosos mediante el enaltecimiento de sus cualidades físicas.

Semo "contribuyó significativamente a engrandecer el culto a los actores y las actrices que dieron nombre a la época de oro''.

Según el ensayista, el fotógrafo ruso afianza una identidad desbordada entre los mexicanos, pues la imagen de las estrellas fue en su origen "estereotipo que el público no sólo aceptaba, sino que precisaba: cejas, sinónimo de altivez; piernas asociables a la incitación infiel; sonrisas peligrosas; gestos potenciados gracias a la luz y el poder del encuadre''.

Mientras se revisa el catálogo de Emma Cecilia, aparecen la belleza y el llanto de Rosita Quintana, la sensualidad diabólica de la señora Fu Man Chú, el legendario rostro de María Victoria, la pureza y sumisión de Columba Domínguez; después un Gabriel Figueroa en aparente acción; más allá, la nobleza de José Clemente Orozco; el perfil divagante en la partitura de Carlos Chávez y las manos escribientes de Salvador Novo; pero la contundencia se halla en los cuerpos elásticos y el momento escultural de los danzantes Gloria Campobello, Ricardo Silva, Guillermina Bravo, Josefina Lavalle, Alma Rosa Martínez y Amalia Hernández.

Luego de 21 años de labor de retrato cultural, Semo decidió retirarse de la vida pública para radicar en Cuernavaca. Antes, donó al archivo fotográfico del Instituto Nacional de Antropología e Historia 50 mil 468 piezas, entre ellas 254 mil 698 negativos y 24 mil 770 positivos.

Simón Flechine tenía la intención de que otros fotógrafos donaran sus obras y así se fundara la primera fototeca del país, de la que entonces se carecía.

Así nace el Fondo Semo y posteriormente la Fototeca Nacional del INAH. En 1993 el Sistema Nacional de Fototecas decidió incorporar al catálogo computarizado el fondo del artista ruso para facilitar la consulta y garantizar la conservación del patrimonio fotográfico, recuerda Rosa Casanova en otro de los ensayos que integran el catálogo de reciente publicación, y que recopila imágenes de dos décadas en la cultura mexicana, tomadas por un anarquista ruso.

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