CONTRA LA RAZON Y CONTRA EL MUNDO
Aunque
la cumbre árabe realizada en Beirut tendió a Israel el ramo
de olivo con la propuesta de reconocerlo y establecer relaciones con él
a cambio del retiro de tropas y colonos que ocupan parte fundamental de
los territorios que corresponderían al futuro Estado palestino,
el gobierno de ultraderecha de Ariel Sharon mantiene su política
de guerra y opresión militar, y amenaza incluso con provocar la
muerte de Yasser Arafat, pese a que éste declaró el cese
incondicional del fuego.
El colonialismo y racismo antiárabe se despliegan
así abierta y cínicamente pues los árabes acaban de
proponer la paz con condiciones mínimas y no respaldan sino con
meras declaraciones la resistencia popular palestina, que no se puede confundir
con el terrorismo suicida (el cual, además, disminuiría sensiblemente
si Israel retirara soldados y colonos de territorio palestino y abandonara
sus intentos de humillar, provocar hambre y quebrar a sus víctimas).
Washington mismo, protector de siempre de su punta de
lanza en Cercano Oriente, ve ahora con preocupación cómo
las monarquías más dictatoriales y conservadoras, hasta ahora
aliadas de Estados Unidos, toman su distancia y rechazan la política
de agresión a Irak, el colonialismo y el apartheid practicado por
Israel en Palestina. De modo que Sharon se encuentra más solo que
nunca en su política aventurera y belicista, que provoca a los Estados
árabes, cerrándoles todo otro camino que no sea el enfrentamiento;
además, desconoce insultantemente a la Unión Europea y a
Naciones Unidas y quiere forzar la mano a la Casa Blanca, presentándole
hechos consumados de terribles consecuencias.
Sharon adopta así el partido de la guerra contra
los palestinos y contra todo el mundo árabe y musulmán tomando
en serio las amenazas de George W. Bush sobre el recurso a las armas nucleares
(que Israel posee y utilizaría en caso de una nueva guerra contra
países que demográficamente superan en mucho la población
israelí). Sharon introduce también la guerra en Israel mismo,
al promover y provocar el terrorismo suicida y criminal que responde a
sus crímenes de guerra contra la población palestina, y al
demostrar a los ciudadanos árabes israelíes todo el racismo
antiárabe que los condena a ser rehenes del odio israelí
y de la rabia desesperada de los demás árabes.
Sharon, con su política, condena por último
a Israel a la expansión mediante la guerra y a su transformación
definitiva en un Estado colonialista fuera de la ley internacional o a
la destrucción de ese gran gueto en que quiere convertir al país
que desgraciadamente gobierna. Los judíos, víctimas durante
toda su historia de prejuicios, exclusión, racismo y hasta del intento
nazi de eliminarlos, gozaban de crédito moral internacional en su
papel de ex víctimas de atrocidades intolerables. Sharon está
logrando ahora con su racismo y su colonialismo despiadados la resurrección
masiva del cenagoso y oscuro sentimiento antijudío.
El belicismo y el racismo colonialista israelíes
engendran así un racismo opuesto y el terrorismo ciego de un sector
de sus víctimas, además de preparar una guerra mayor contra
quienes le ofrecen una paz honrosa. Sharon está solo contra el mundo,
el cual debe hacer todo lo posible para ayudar a los israelíes a
encontrar un gobierno razonable y que opte por la paz. El mundo, por eso,
debe condenar en nombre mismo de los mejores valores de civilización
y cultura presentes en buena parte del pasado del pueblo judío,
la política suicida del gobierno de Israel y del puñado de
neardenthales estadunidenses con bombas atómicas que empujan al
Cercano Oriente hacia un barranco sangriento.