Volvió el Vía Crucis a la Catedral
La representación, después de 77 años
JOSE ANTONIO ROMAN
En la representación del Vía Crucis, esa
que no se repetía desde hace 77 años en la Catedral Metropolitana
-en la época previa a la Guerra Cristera-, Jesucristo no se atrevió
a pisar siquiera la banqueta del templo que mira hacia el Zócalo.
Pero el sacristán mayor anunció el ferviente
deseo de la Arquidiócesis Primada de México de que la enorme
plancha capitalina se convierta, a partir de 2003, en el escenario permanente
de la crucifixión. En grande, con caballería y vestuario
propio de aquella época, será parte de la próxima
representación, ya en la plancha del Zócalo capitalino. Ayer
sólo fue un ensayo.
Por
ahora la obra teatral montada por el cabildo de la Catedral no rebasó
los linderos del atrio. Las rejas encerraron a Pilatos, a Barrabás,
a los soldados romanos, a las tres Marías que permanecieron junto
a la cruz, a los fariseos, a la pesada cruz de madera y a Alejandro Pedroza,
catedrático universitario de 39 años que personificó
a Cristo.
Desde temprano, decenas de feligreses y curiosos coparon
la primera fila, todos junto a las rejas, sujetos a ellas, subidos en el
pequeño muro que las sostiene verticales. Querían ver. Los
veinte actores iniciaron la representación bíblica, con escasos
minutos de retraso de la hora originalmente prevista. El reloj de la Catedral
Metropolitana marcaba las 9:20. Para esa hora, el sol ya pegaba, y fuerte.
También a esa hora, por una de las puertas de la
Catedral salieron al atrio los soldados romanos con un Cristo amarrado
de manos, con el cabello largo y cubierto con una túnica blanca,
de la cual, poco tiempo después, bajo el guión bíblico,
fue despojado. Lo llevaban hacia Pilatos. Así empezó.
Insuficientes resultaron las rejas para contener a las
cientos de personas que poco a poco fueron sumándose durante los
60 minutos que duró la escenificación. Con las rejas copadas,
de repente, resultado de una "orden de arriba", a los de vigilancia se
les vio abrir una de las puertas del atrio para dar paso a otros feligreses,
ésos que para el momento de la imposición de la corona de
espinas prácticamente nada veían de la modesta y sencilla
obra. Y así se quedaron muchos: sin ver nada, pese a su continuo
esfuerzo por encontrar un resquicio entre las muchas cabezas y las no pocas
sombrillas que estaban por delante.
Los reporteros gráficos, en busca de la mejor foto,
y camarógrafos en pos del mejor ángulo fueron desde el principio
de la obra los testigos directos, los más cercanos, de la Pasión
de Cristo. Todos ellos, junto con los actores, acabaron por formar parte
del escenario. Algunos gritos de reclamo por parte de los asistentes, como
"¡ahí les va el agua!" y "¡estorbos, quítense,
no dejan ver!", fueron el precio que pagaron por el derecho de piso. No
les importó mucho.
Afuera del atrio, discretos, cuidándose de la policía,
no faltaron los ambulantes con sus puestos de agua y refrescos, otros con
la venta de pequeñas sombrillas de papel, algunos más con
los llamados "miralejos" de cartón. Ni unos ni otros se quejaron.
El sol, el calor y la multitud contribuyeron para una buena venta.
Unos mil 500 feligreses se dieron cita ayer en la representación
histórica del Vía Crucis en la Catedral, obra dirigida en
14 estaciones por el sacristán mayor, José de Jesús
Aguilar. Y es que desde aquella Semana Santa de 1925, antes de las disposiciones
legales que prohibían las celebraciones religiosas fuera de templos
o casas, no se llevaba a cabo el Vía Crucis en este recinto religioso.
Aquella fue la época del presidente Elías
Calles, del arzobispo de México José Mora y del Río
y de la llamada Guerra Cristera, iniciada el 31 de julio de 1926, que marcó
las relaciones entre la Iglesia católica y el gobierno mexicano
para las décadas siguientes. Respeto mutuo, trato cordial y tolerancia
son las palabras que hoy se usan con más frecuencia para definir
esas relaciones. Tras 77 años, la escenificación del Vía
Crucis volvió a la Catedral.
Más de dos meses se llevó su preparación.
Sencilla y austera, en medio de cierta desorganización, la obra
se montó. Sólo un elemento tecnológico. Colocada atrás
de la cruz, una caja con varios tubos, de donde fue expulsado hielo seco
con colorante púrpura cuando el Cristo crucificado tuvo su último
aliento. Las manecillas del reloj de la catedral marcaban 10:20. Una hora
después de haber comenzado.
En el retiro de los actores y de los feligreses, el sacristán
José de Jesús Aguilar, quien durante la obra leyó
parte del Evangelio según San Juan, adelantó el deseo de
llevar la representación del Vía Crucis a la misma plancha
del Zócalo capitalino el próximo año. Este fue un
ensayo, dejó entrever en sus declaraciones.
Los permisos para ese evento, agregó en entrevista,
se gestionarán con tiempo suficiente ante la Secretaría de
Gobernación y las autoridades del gobierno capitalino. Esa representación
será en grande. Desde ahora se trabajará para que sea con
un mayor número de actores, sonido, caballería y vestuario
de la época, para que se realice un acto "tal como lo merece el
centro histórico y la catedral" de la ciudad de México.
Argumentó que en la plancha del Zócalo se
llevan a cabo innumerables manifestaciones, y que los católicos
exigen su derecho de poder efectuar un acto litúrgico en la Plaza
de la Constitución. "Las condiciones están dadas. A diferencia
de otros tiempos, hoy vivimos otra época."
Plenamente satisfecho por la respuesta de los feligreses,
que acudieron en mayor número al esperado, el sacristán Aguilar
exhortó incluso al público a registrarse desde el próximo
lunes en el grupo de teatro de la catedral, para que "si ustedes quieren
puedan formar parte del elenco del próximo año".
Finalmente, explicó que aun cuando tenían
el permiso de usar la banqueta de la catedral, esto no fue posible por
la gran cantidad de gente que acudió, pero con su asistencia demostró
que quiere un evento de este tipo en pleno Zócalo capitalino.
Por la tarde, también en la catedral, el cardenal
Norberto Rivera Carrera exhortó al pueblo de México a orar
en este Viernes Santo por nuestros hermanos de Afganistán, Medio
Oriente y Colombia, a quienes llamó víctimas de la violencia
que se genera en esas regiones.
Al celebrar en la catedral la Pasión de Cristo
o de la Santa Cruz, Rivera Carrera recordó la muerte del arzobispo
de Cali, Colombia, Isaías Duarte, quien fue asesinado hace unos
días.
Durante el sermón de este Viernes Santo, en el
que resaltó el valor y la importancia, así como el gran significado
que representa la cruz para la Iglesia católica, pidió también
elevar una oración por la salud del papa Juan Pablo II, por nuestros
gobernantes, el pueblo de México, la Iglesia y todos los feligreses.